HONESTIDAD CON UNO MISMO
"Las mentiras hijo mío, se conocen en seguida, porque las hay de dos clases: las mentiras que tienen las piernas cortas, y las que tienen la nariz larga. Las tuyas, por lo visto, son de las que tienen la nariz larga".
Las aventuras de Pinocho, escrito por Carlo Collodi.
Hablemos de honestidad.
Ser honesto es ser real, auténtico, genuino, coherente con nuestros principios, valores, creencias y sentimientos, acorde con la evidencia que presenta el mundo y sus diversos fenómenos y elementos.
La honestidad expresa respeto hacia sí mismo y hacia los otros, que, al igual que nosotros, "son como son" y no existe razón alguna para esconderlo, negarlo o minimizarlo. Esta actitud siembra confianza en uno mismo y en aquellos que estén en contacto con la persona honesta.
Podemos confundir ser honestos con ser sinceros o francos. La sinceridad y la franqueza están asociadas con la capacidad de decir la verdad, no mentir, no manipular información y no omitir con intencionalidad algo que pudiera ser relevante para alguien.
Ser honesto, en mi opinión, guarda relación con el SER, con el conocimiento de uno mismo, con ese mirar hacia adentro y NO ASUSTARSE.
La honestidad también se relaciona con el comportamiento noble y altruista.
Cuando se es honesto, uno se comporta de forma "legal", correcta, justa, inofensiva y desinteresada con los demás.
ESPEJITO, ESPEJITO MÁGICO...
Enfrentarse al espejo (literal y metafórico) a veces nos causa temor porque no siempre nos muestra un retrato amable de nosotros mismos. El espejo nos devuelve fielmente el certero reflejo de lo que exponemos ante él, mostrándonos no sólo lo bonito y virtuoso que hay en nosotros, sino también las heridas, cicatrices, arrugas, dobleces, manchas y hasta los pecados (del cuerpo y del espíritu). Somos todo eso, el conjunto, el todo que resulta de la suma de las distintas partes.
¿QUIÉN SOY?
Ante esta simple pregunta algunos podríamos quedarnos bloqueados, estupefactos y titubeantes: "¿Quién soy yo?". Piénsalo. ¿Quién eres?... Quizás, si permaneces durante unos minutos en silencio, tu Pepito Grillo interior (la subconsciencia hecha conciencia) te dé alguna pista.
La respuesta a esta pregunta, para muchos letal, hace referencia precisamente a la honestidad de la que hablo. En ocasiones, dicha respuesta puede estar enfocada en el TENGO (un trabajo, hijos, pareja, éxito social, dinero, etc.) y otras en el HAGO ("hago muy bien de comer", "sé hacer muchas cosas", "se me dan las tareas de bricolaje", etc.).
Ambos aspectos son importantes, pero no suficientes.
Si obviamos el "tengo" y el "hago" sólo nos queda el SOY. Este tercer aspecto constituye aquello que verdaderamente nos pertenece, lo auténtico e irrepetible; no tiene que ver con la materia ni con hechos o aficiones, sino con nuestra esencia.
A veces nos centramos en tener y acumular, en hacer y deshacer, y olvidamos ese gran tesoro que sólo nos pertenece a nosotros y que nos otorga nuestra identidad más pura: el SER. Metafóricamente hablando, la honestidad con uno mismo sería una especie de auto-abrazo que engloba esos tres elementos de la autoestima y el autoconcepto: tener-hacer-ser.
Nos pasamos la vida tratando de conocer y entender a los otros (algunos hasta creen pensar y sentir por los demás), y en medio de ese esfuerzo y desgaste olvidamos que los primeros y grandes desconocidos para nosotros probablemente seamos NOSOTROS mismos. Ser honestos consiste en conocernos y reconocernos, saber quienes somos (no necesitamos saber de dónde venimos ni a dónde vamos, ni tampoco qué hacemos aquí), qué queremos y qué sentimos. Identificar y potenciar nuestras cualidades positivas (nuestro valor añadido) y aceptar, o intentar cambiar si fuera posible, aquellas cualidades que no nos agraden tanto. Mostrarnos "como somos en realidad" nos convierte en seres coherentes y consecuentes con lo que decimos, pensamos, sentimos y hacemos. Esto se logra, precisamente, a través del conocimiento y aceptación de las propias virtudes y limitaciones.
¿Qué vida estás viviendo?, ¿la tuya propia?...
Hay quienes llevan una vida forzada o fingida, no permitiéndose ser quienes verdaderamente son, quizás por miedo, por cobardía, comodidad, simple ignorancia o determinadas dificultades que perciban insalvables. Esas personas son más bien personajes, porque al fin y al cabo se han dado la espalda a ellos mismos, se han negado la oportunidad de VIVIR y han tomado las riendas de una existencia (no vida) que se ajusta a un rol, a un papel, un guion determinado. Algunas personas deciden vivir por y para los demás y no por y para sí mismas.
La persona honesta se muestra tal y como es, no trata de aparentar. Esa transparencia le confiere un hermoso atractivo. La congruencia que mantiene respecto a los pensamientos, palabras, sentimientos y acciones, hace que se proyecten de manera real a los demás, sin dar lugar a la duda que se desliga de la contradicción.
Ser honestos: libertad de ser
Ser honesto es ser libre. Quien se permite sentir, pensar, actuar y ser de acuerdo a su verdadera esencia, no albergará conflictos internos, no sufrirá la tensión del pulso entre las pulsiones o deseos más íntimos y la falsa moral del auto-engaño. Cuando nos permitimos ser, respiramos y fluimos. Mentirnos es vivir encarcelados en lo más alto de la represión y por mucho que esperemos difícilmente acudirán a nuestro rescate.
Ser interiormente de una forma y exteriormente de otra, ocasiona daño y conflictos, a uno mismo y a los demás.
Tenemos toda una vida para conocernos y "abrazarnos". Y aunque muy probablemente nunca lleguemos al 100 % de ese auto-conocimiento (desvelado por completo ese misterio, el juego tal vez no tendría tanta gracia y encanto), merece la pena intentarlo.
"La conquista de sí mismo es la mayor de las victorias." (Platón)