(ARQUETIPOS: Imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo.)
Se acepta sin dudar que de nacimiento incorporamos todos los arquetipos posibles, o, cuanto menos, que estos forman parte del inconsciente colectivo que a todos nos afecta.
Por tanto, todos podemos utilizar cada una de esas posibilidades arquetípicas en algún momento.
Por eso somos distintos –sin dejar de ser los mismos- cuando tenemos en brazos un bebé, que cuando estamos enzarzados en una discusión, que cuando nos involucramos plenamente en una relación sexual, que cuando recibimos la noticia de la muerte de un ser querido, o que cuando nos cuentan un chiste.
Podemos actuar como un padre severo cuando hace falta, o como una madre amorosa, como un niño sumiso o como un niño rebelde, como un juez impecable, como un santo…
Todos los personajes con los que actuamos son arquetipos, siguen el modelo de ideas preconcebidas de lo que ha de ser cada uno de ellos, y los interpretamos sin haberlos ensayado.
Ahora se diría que son genéticos.
Hay uno de ellos que me llama especialmente la atención: La Madre Interna.
Todos sabemos ser “madres”.
Aunque no nos hayan preparado expresamente para ello –incluso aunque seamos hombres-, cuando es necesario aplicamos la capacidad de cuidar, de alimentar, de comprender, de ser tierno, de proteger, de tener paciencia para enseñar… y todas las cualidades que se le suponen a una buena madre.
En cambio, cuando se trata de ser nuestra propia madre… nos perdemos.
La generosidad, el amor, o la paciencia que podemos dedicar a los otros no la empleamos para con nosotros.
Con nosotros somos –generalmente- severos, rigurosos, demasiado exigentes, poco comprensivos, duros, secos, e incluso distantes.
No brota con naturalidad la Madre Interna; no nos acogemos sin crítica, no nos perdonamos fácilmente; nos exigimos más que exigimos a los otros…
Y… a fin de cuentas…
¿Quién ha permanecido en todo momento con Uno Mismo más que Uno Mismo?
¿Quién va a seguir estando con Uno Mismo hasta el fin de la vida? (y quizás más allá también)
¿Quién es el perjudicado con esa falta de cuidado?
¿Y quién se vería beneficiado de una relación mejor?
Todos somos capaces de cuidar, como ya hemos podido comprobar a lo largo de nuestra vida.
AHORA ES TIEMPO DE CUIDARTE.
Aunque alguien se atreva a calificarlo como egoísmo –sí, seamos absoluta y sanamente egoístas-, aunque alguien diga que el amor que tiene es para dárselo al prójimo –equivocándose porque al prójimo hay que amarle solamente en la misma cantidad que uno sea capaz de amarse a sí mismo-, aunque uno se sienta extraño prestándose atención y cuidándose –como realmente debería ser-, hay que hacerlo.
Hay que ser amable con Uno Mismo, tierno, tolerante, sensible, salvador, natural, cuidadoso, justo, comunicativo, amante, paciente, sincero, dulce, comprensivo, protector, compasivo, flexible, benigno, cariñoso, piadoso, delicado, vigilante, imparcial, equitativo, defensor, acompañante, abierto, expansivo, leal, recto, sencillo, puro, incorruptible, íntegro, honorable, mecenas, cariñoso, cuidadoso, maternal, materno…
Por cierto… ¿Eres así contigo mismo?
¿Crees que debieras serlo?
¿Y vas a hacer algo para serlo?