EL PODER CURATIVO DE LA ENFERMEDAD
(Lola Feliú)
“Las enfermedades, o DESARMONÍAS, no son más que una forma de expresión que tiene nuestro Ser para decirnos que algo no está bien en nuestra vida, que algo no estamos haciendo correcto, que estamos rompiendo alguna regla de la naturaleza…
Debemos comprender que todos los recursos para sanar los llevamos dentro. Y que de la misma forma que el Ser es capaz de enfermar, también lo es de sanar…
Los Lamas budistas avanzados de hace 2500 años decían:
“Sólo que haya una célula sana en el cuerpo se puede regenerar todo éste”…
Aprender el arte de vivir es algo que está al alcance de todo el mundo”
¿ENFERMEDAD? ¡NOO!… SIMPLEMENTE DESARMONÍA
Después de la milagrosa y rápida recuperación de una enfermedad que los médicos consideran incurable e irreversible -Fibromialgia- tuve claro que lo que más quería hacer en esta vida era compartir los conocimientos que, no solo me habían permitido salir del estado de postración en el que mi enfermedad me había dejado sino, que me había permitido renacer como una nueva persona mucho más sana, completa y feliz.
En una sociedad en la que abunda un gran número de enfermedades que la medicina no ha encontrado soluciones para curarlas, algunas de ellas con un fuerte estigma en su nombre como el Cáncer, otras inmovilizantes como Esclerosis Múltiple o Artrosis, y muchas otras devastadoramente limitantes sin dejar su huella en el cuerpo físico, como Depresión, Estrés, Síndrome de Fatiga Crónica y Fibromialgia, entre otros, sin olvidar todos los tipos de Alergias que afectan a personas de todas las edades, y solo por nombrar algunas.
Me atrevería a afirmar que la ciencia médica ha avanzado muy poco con respecto a solucionar la gran variedad de enfermedades que sufren muchas personas de nuestro mundo, y que han acabado denominando en muchos casos como “enfermedades crónicas” como una pobre excusa a las limitaciones que el sistema de salud ofrece hoy día a la sociedad.
Desgraciadamente los médicos tienen poco tiempo, libertad y autonomía para interactuar con los pacientes a un nivel más efectivo y lo único que pueden hacer es intentar acallar los gritos del cuerpo recetando un gran número de medicamentos que acaban generando en sí mismos nuevas enfermedades y anomalías.
Ellos se han acabado convirtiendo inconscientemente en marionetas e instrumentos de las grandes compañías farmacéuticas que no podían haber soñado con un mundo más perfecto: una sociedad crónicamente enferma. Y en la que cualquier intento de desviarse del camino protocolario prefijado por dichas multinacionales les puede y de hecho les lleva al ostracismo y a la pérdida de su licencia para la práctica de su ejercicio.
La verdadera sanación del Ser pasa por comprender que lo que llamamos enfermedad son solo los síntomas – los “efectos de”-, y solamente si somos capaces de llegar a la verdadera causa que ha provocado esta enfermedad, y sanarla de raíz, podremos deshacernos de ella sin importar lo grave o avanzada que esté, o lo aguda o crónica que ésta sea.
Debemos comprender que las enfermedades no nos caen del cielo por arte de magia, o por “Pito pito colorito, donde vas tú tan bonito… pim pom fuera!”. Las enfermedades, o desarmonías, no son más que una forma de expresión que tiene nuestro Ser para decirnos que algo no está bien en nuestra vida, que algo no estamos haciendo correcto… que estamos rompiendo alguna regla de la naturaleza.
¿Y cómo nos puede hablar de todo esto el Ser si no es a través de nuestro cuerpo? Sí, algunos diréis que el Ser también puede hablarnos de otras maneras. Yo lo sé, y quizá tú también lo sepas, aunque muchas personas no lo han descubierto todavía. Sí, de hecho el Ser nos habla de otras muchas maneras, pero nadie parece escuchar ese lenguaje; por lo cual, éste decide hablar más alto.
Y como todavía no le escuchamos, habla más alto y más alto. Hasta que al final, para vencer nuestra crónica sordera, se decide a gritar. Y ese grito es lo que llamamos enfermedad.
Cuanto más seria es nuestra enfermedad, mas fuerte ha sido nuestra sordera. Por suerte, con el tiempo he ido aprendiendo su lenguaje tan claramente que a veces solo le hace falta susurrarme para saber lo que me quiere decir, para saber lo que estoy haciendo incorrectamente.
El desconocimiento del Ser es tan grande en nuestro mundo actual que en realidad vamos por la vida como zombis, como muertos vivientes, sin comprender nada sobre nosotros, sobre la vida, y sobre el poder que habita en nuestro interior.
Nos identificamos con nuestro cuerpo, e incluso con nuestra mente, sin darnos cuenta que el Ser es algo mucho más completo y complejo. Lo podríamos comparar como una entidad familiar compuesta de 5 hijos: el hijo físico, el hijo mental, el hijo emocional, el hijo energético y el hijo espiritual.
Si no alimentamos a uno de ellos, y consecuentemente éste se debilita, toda la unidad familiar se resiente. Y hoy día, una gran mayoría de gente no es que deje de alimentar a uno solo de esos cuerpos, es que no da alimento prácticamente a ninguno, con lo que el Ser sufre mucho, el Ser enferma… la Sociedad enferma.
En un mundo donde la información está muy manipulada y la publicidad nos bombardea por todos lados para obtener beneficios económicos, es muy difícil desarrollar criterios de juicio que nos permita saber lo que es cierto, lo que es sano, lo que nos refuerza, lo que nos da poder.
¡No interesa!
¡No interesa que la gente esté sana y consecuentemente tenga poder! Sobre todo si entendemos que el mundo está gobernado solamente por un puñado de personas, que son propietarios de la mayor parte de los recursos naturales y de las industrias punteras de nuestra economía internacional actual, como derivados de petróleo, industria química, industria farmacéutica, industria alimentaria, comunicación y armamento.
Se han asegurado que la población se haya hecho dependiente de las cinco primeras, y los gobiernos de la última. A esos pocos hombres de poder, para poder continuar manteniendo este mismo status, les conviene mantener a la gente ignorante, confusa, debilitada, enferma y con miedo; con miedo a fracasar en la vida, con miedo a perder el trabajo, con miedo a no estar a la altura…
El objetivo estaba bien cumplido: la mayor parte de la población, si no toda, se medica continuamente, por una razón u otra. La gente no se ha dado cuenta que ha entrado en un ciclo en el que debe continuar medicándose para paliar los efectos secundarios de los propios medicamentos, si es que no se ha hecho dependiente de alguno de ellos.
Todo ello sin hablar también de la dependencia a la institución médica, que nos ha quitado todo el poder y libertad, de decisión y elección.
Toda la responsabilidad sobre nuestra salud, se la hemos entregado incondicionalmente a los “super especialistas”, que sin conocernos, y sin apenas tiempo ni explicaciones, nos dan en pocos minutos un veredicto y una larga lista de medicamentos que pueden condicionarnos hasta el resto de nuestras vidas; y además, sin derecho a reclamación.
En el sector de la alimentación el panorama no es mejor. Han conseguido que la mayor parte de la población esté encantada con la comida procesada y transgénicamente manipulada, y con la sustitución de agua natural por todo tipo de bebidas artificiales, sin importarles, o sin ser realmente conscientes, del perjuicio que todo ello comporta a su salud.
El remate final lo han conseguido con la telefonía móvil, que sin avisar a la población de los efectos que el uso prolongado comporta, y sin poner remedio para ello, permiten que poco a poco se vayan quemando las células del cerebro por las microondas que los teléfonos móviles emiten.
Los experimentos de cocer alimentos con móviles ya empiezan a ser conocidos por mucha gente gracias a los videos de YouTube: se puede convertir un huevo crudo en huevo duro al colocarlo durante una sola hora entre dos teléfonos móviles activos; y hacer palomitas de maíz en pocos minutos al colocar los granos de maíz crudos entre varios teléfonos móviles activos. Y hablamos mucho más de una hora al día por teléfono, y desde luego varios minutos seguidos cada vez.
El resultado está a la vista: una población pasiva, descontenta, desmotivada, deprimida, estresada, enferma… Pero quizá este puñado de hombres, bien pagados de sí mismos, ha supervalorado su poder.
Quizá han tirado demasiado de la cuerda y ésta está a punto de romperse. O han llenado demasiado el vaso, y éste empieza a rebasar. Lo que está bastante claro es que con la tecnología de Internet que permite acceso a una información no censurada ni manipulada, todo este montaje se les está escapando de las manos.
Y de hecho, la población empieza a darse cuenta de la insostenibilidad del sistema y de que éste empieza a desmoronarse por su propio peso. Es tiempo de despertar, de reaccionar, de crecer, de recuperar la confianza, y empezar a creer que la acción de cada individuo puede hacer, no sólo una pequeña diferencia, sino que puede llegar a cambiar el mundo.