¡Lo más triste no es despedirse, sino no saber hacia a dónde ir...!
¡Y lo más triste no es despedir al que parte, sino no saber dónde y para qué te quedas!
Si toda la vida es un camino, y toda la vida es una búsqueda, acéptalo, aunque te duela, toda la vida es una despedida.
¡Y sólo aprendiste a vivir, cuando aprendiste a despedirte!
Y no habrás aprendido a caminar en libertad, buscando lo no alcanzado, mientras no te hayas despedido de lo andado y lo logrado.
La libertad y la valentía que no tienes para despedirte de todo lo dejado y lo perdido, son la libertad y la fuerza que te faltan para seguir andando.
Despídete, de los padres que ya no necesitas, y cuida de ti mismo haciéndote responsable de tu vida.
Despídete, de los hijos que ya no te necesitan, y déjalos ser libres.
Despídete, de lo bueno que viviste, sin apegarte al tiempo que pasó, por temor del presente y el futuro.
Despídete, del mal que cometiste, sin atarte con culpas y reproches; perdonándote a ti mismo.
Despídete, de las ofensas que te hirieron, sin esclavizarte en la prisión del rencor y la amargura.
Despídete, de los que, muriéndose, partieron, para que dejes de esperar su regreso, y camines tu camino en la esperanza, de encontrarte tú con ellos...
Despídete, deja correr el río de la vida, llevándose las aguas que estás viendo, para que tengan lugar ante tus ojos las aguas que no viste todavía, y ya están viniendo.
(Desconozco el autor)