Algunas Recomendaciones Para Favorecer la Autoestima
Tienen ante sí un montón de posibilidades que nosotros como padres podemos ayudar a potenciar
Empecemos por aceptar a nuestros hijos tal y como son. Tienen unas cualidades y unos defectos, como todo ser humano. Y sobre todo tienen ante sí un montón de posibilidades que nosotros como padres podemos ayudar a potenciar.
El tener hermanos con mejor rendimiento académico y establecer comparaciones o recibir bromas inadecuadas de los iguales pueden ser también factores que contribuyan a menoscabar la autoestima.
La aceptación implica que no hay comparaciones. Toda comparación es odiosa, entonces, ¿para qué utilizarla? Nuestros hijos son seres únicos e irrepetibles y posiblemente habrá niños que vayan mejor en lectura, en escritura o en cálculo, que sean más o menos simpáticos, pero eso no les convierte en seres más valiosos. A nuestros hijos no les beneficia en absoluto que les comparemos continuamente con los demás. Lo normal es que su autoestima no mejore. Es cierto que se nos pueden escapar comentarios sin ninguna mala intención, pero utilizarlos con demasiada frecuencia sólo conduce a impedir el desarrollo emocional del niño.
Hagamos cumplidos realistas. Estamos educando a nuestros hijos y cuando hacen algo que no es adecuado, hay que hacérselo ver. En otras palabras, no hay que felicitarles por todo. Nuestros hijos tienen que confiar en nosotros, y si nosotros no les corregimos, si consideramos que todo lo hacen bien y exageramos los elogios, perderán ese efecto positivo que les ayuda a crecer. Por tanto ojo con los refuerzos no hay que aplicarlos sin ton ni son. Lo que está bien está bien pero lo que está mal hay que corregirlo, de buenas maneras pero corregirlo.
Para ayudar a modificar un comportamiento es muy importante que se registre aquello que queremos modificar o potenciar. Las correcciones deben hacerse siempre en positivo, animándoles, confiando en sus éxitos y en sus capacidades para lograrlo. Pero nunca resaltando sus dificultades o incapacidades.
Elogiemos de forma correcta: concreta y creíble y no de forma general y sarcástica. No insistamos en las descalificaciones continuas. Hay que tender especialmente a realzar de forma muy expresiva y manifiesta las conductas positivas que tengan, por mínimas que sean, e ignorar, que no quiere decir consentir, las conductas negativas.
Tenemos que subrayar aquello que hacen bien, valorar sus cualidades, valorar su esfuerzo.
Enseñemos a nuestros hijos a valorar a los demás. El niño muy pronto entiende que todos tienen diferentes habilidades que aportar y con ello aprenderá a valorar también a los demás. A su vez, también recibe refuerzo sobre sus propias habilidades y con ello incrementará su autoestima. Fomentar estos sentimientos agradables, garantizará la cooperación con otros lo que aportará incremento de autoestima y seguridad en aquellas cosas que es capaz de realizar y compartir.
Demostremos a nuestros hijos que tenemos interés por lo que son y por lo que hacen, no por lo que nos gustaría que fueran o hicieran. Eso les permitirá aprender a valorar su vida. Nuestros hijos necesitan saber que son valiosos y nosotros somos quienes mejor podemos proporcionarles este sentimiento.
Debo evitar comentarios del tipo: "...Pepa, siempre igual", "hay que ver como es esta niña", "no tienes arreglo", o cualquier otro comentario descalificador.
Debemos exigirles hasta donde ellos puedan llegar, pero respetando su ritmo y sin pedirles mucho más de lo que sean capaces de hacer en función de su edad. Pero tampoco caigamos en el extremo contrario: protegerles demasiado no les ayudará a descubrir sus potencialidades ni su autonomía personal de ahí que lo más importante sea potenciar el que realicen las cosas por ellos mismos a pesar de los errores que puedan cometer.
Seamos cariñosos y demostrémosles que los queremos. Desde el verdadero cariño se dicen muy bien todas las cosas. Demostremos y manifestemos el cariño de forma real. No olvidemos el contacto físico porque es muy importante. Los niños que reciben manifestaciones físicas y emocionales del cariño son niños con mayor autoestima y con mayor seguridad en sí mismos.
Inflarles a besos: Para todos nosotros el sentirnos queridos, amados y protegidos es el mejor premio y el mejor regalo que nos pueden dar, muy por encima de cualquier regalo material por muy valioso que éste pueda ser.
Hagamos notar a nuestros hijos, no sólo con gestos, sino también con palabras, lo bien que nos sentimos con ellos, lo importantes que son para nosotros.
Eliminemos de nuestro vocabulario expresiones como "no puedo" o "es imposible" deben cambiarse por otras más positivas como "podré si lo intento", "lo intentaré", "con un poco de esfuerzo lo conseguiré", "si quiero puedo". para no cerrar la mente a posibilidades más optimistas y más positivas. Por ello, enseñemos a nuestros hijos e emitir automensajes positivos y claros que les ayuden no sólo a ir hacia el objetivo sino a conseguirlo.
Para modificar las cogniciones erróneas podemos registrar las veces que se niegan a hacer las cosas porque se sienten incapaces y lo expresan con comentarios del tipo: "no puedo", "no sé hacerlo", "no me va a salir bien", "por qué no me ayudas tú".
Hay una cosa muy importante que podemos transmitir a nuestros hijos y es que si luchan y se esfuerzan por avanzar, por aprender, por formarse, por seguir adelante pasito a pasito sin quedarse atrás, claro que pueden no conseguir el objetivo; pero desde luego si no luchan lo que sí está bien claro es que ya lo tienen perdido de antemano y lo mismo ocurre con nuestra vida familiar, si luchamos por ella nunca lo tendremos todo perdido, siempre tendremos un objetivo por el que luchar y conseguir.
Debo enseñarle a dirigirse a sí mismo comentarios positivos, cada vez que haga algo bien: "¡Muy bien!, yo solo lo he conseguido", "cada día me sale un poquito mejor..."
La historia ha demostrado que los más notables científicos superaron enormes obstáculos antes de lograr el éxito: Lo lograron porque se obligaron a no rendirse después de sus derrotas y a pesar de ellas siguieron luchando por lograr sus objetivos.
A mayor esfuerzo mayor logro y a mayor logro mayor autoestima. La autoestima alta se apoya en unos cimientos muy sólidos y si éstos son fuertes no hay nada que la destruya.
También debo ayudarles a encajar los fracasos, entrenándoles para hacerse observaciones del tipo: "me salió mal pero lo volveré a intentar", "el error fue debido a...", "la próxima vez tendré en cuenta..."
Siempre que se pueda, hay que devolverle una nueva visión de sí mismo.
Vamos a poner el ejemplo del niño al que se tacha de "desordenado". En este caso se trataría de darle mensajes del tipo: "Qué bien has ordenado tu mesa, cada cosa en su sitio" "hoy ha quedado tu ropa perfecta", "me encanta cómo has dejado el pantalón", "qué ordenada llevas la mochila, yo era incapaz de llevarla tan bien como tú" "me encanta cómo me has limpiado la mesa" "lo haces mejor que yo".
Esta estrategia es parecida a cuando ignoramos la conducta incorrecta e intentamos "pillar" al niño portándose bien para prestarle atención.
Darle la oportunidad de mostrar el comportamiento contrario y/o correcto.
"Me acaban de llamar para que salga rápidamente y no me da tiempo a recoger la habitación. ¿Te importaría hacer la cama y guardar la ropa sucia en la lavadora? Gracias qué haría sin ti" "Si no fuera por ti no sé qué haría". Le estamos dando el mensaje: "tú puedes y yo confío en que lo hagas, estamos dando por hecho que lo va a realizar" Y Además le damos la oportunidad de agradecer el favor premiándole por su buena conducta, mediante refuerzo verbal.
Alabar la conducta de nuestros hijos cuando alguien está presente.
A los niños les encanta repetir aquello que saben que nos gusta, sobre todo cuando son pequeños. Si aprendemos a detectar lo que hacen bien y se lo valoramos tenderán a repetirlo y si además lo comentamos con algún familiar o amigo cuando ellos están presentes el éxito estará asegurado. "Hoy ha recogido su habitación y la ha dejado mejor que yo" "Hoy ha hecho un trabajo con una presentación que ni yo en mis mejores tiempos lo haría tan bien" "Me encanta, cómo lees, cuando tú lees me entero de todo, me entero mucho mejor que cuando leo yo" "Cuando te vemos estudiando nos sentimos tan orgullosos"...
Al comprobar el niño cómo valoramos ese comportamiento, que hasta lo comentamos con otras personas, se motivará a continuar en esa línea e incluso lo extenderá y generalizará a otras situaciones.
Mostrarles la conducta adecuada.
"Voy a organizar estos cajones porque están un poco desordenados, ayúdame porque me encantó cómo dejaste el otro día los tuyos y a mí nunca me han quedado tan bien como a ti. Esta vez utilizamos la estrategia de pedir su ayuda a la vez que alabamos lo realizado por ellos anteriormente".
Nos ponemos en su piel, expresando la dificultad que supone el hacer algo que nos exige un esfuerzo, y además les ofrecemos una alternativa y es que ellos pueden ayudarnos a conseguirlo. Las cosas dichas de una forma positiva dan muchos mejores resultados.
Recordarles experiencias pasadas en las que mostraron el comportamiento correcto.
"El día que tuve que salir y tú me ordenaste la habitación me la dejaste tan bien que hacía mucho que no la había visto así ¿Te acuerdas? "Recuerdo que yo no tuve que hacer nada".
Se intenta insistir para mantener el comportamiento adecuado, ofreciéndole mensajes parecidos a los dados en la anterior ocasión, pero mostrando el impacto que nos produjo y valorando su actuación.
Mostrarles nuestra desaprobación y decirles cómo actuar cuando se comporten inadecuadamente.
"No me gusta cómo ha quedado tu habitación con todos los juguetes desparramados. Cuando los hayas recogido ya puedes encender la televisión o hacer cualquier otra cosa que le guste".
"No me gusta cómo tienes ordenados los cajones, todo está mezclado y arrugado vamos a intentar dejar bien el primer cajón y verás la diferencia" "Vamos a organizar el frigorífico, si me ayudas enseguida lo hacemos". El objetivo final es que sea capaz de ordenar las cosas sin recordárselo. De momento, viene bien ayudarle con instrucciones previas.
Autora: Dª Ana Mª Bastida de Miguel
Licenciada en Psicología - Máster en Psicología Clínica
Psicóloga especialista en psicoterapia por la EFPA
Postgrado en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud
Miembro del SEPCyS
Miembro de la SEPD
Colegiada R-00478 / PAM-008