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 LA LIBERTAD DE EQUIVOCARSE



Septiembre 03, 2012, 06:55:49 am
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LA LIBERTAD DE EQUIVOCARSE
« en: Septiembre 03, 2012, 06:55:49 am »
LA LIBERTAD DE EQUIVOCARSE

 “El conocimiento descansa no sólo sobre la verdad sino también sobre el error.”
Lo dijo el notable psiquiatra Carl Jung. Y qué necesario que lo dijera.
Por dos razones, por lo menos.

La necesidad de aprender a no paralizarse. Hay quienes “solucionan” su miedo al error de un modo económico: simplemente no haciendo. Pero lo “económico” de ese método resulta sumamente caro. Permítanme recordar un pensamiento de Albert Camus (áspero y certero): “Quien anhela y no obra, engendra peste”. Sí, sé que es una palabra fuerte. Mas esta frase, tan rigurosa, más de una vez ha venido a mí para despabilarme.
Dormirse en la resignación cuando nuestro anhelo es posible, sólo por temor al error... es muy peligroso.
 Gesta dentro nuestro dolor, enojo hacia sí mismo, y a veces hasta síntomas físicos.
El encono hacia sí puede manifestarse de muchas maneras, y lo que está sucediendo en este caso es que... no estamos siendo leales con quienes somos. Como toda deslealtad, lo que acontece es una gran rigidez para consigo mismo, que tendremos que afrontar. Una buena manera de afrontarla es revaluar lo que anhelábamos hacer y desechamos por miedo al error... darle una nueva posibilidad... y si ya “se ha perdido el tren”, darse una nueva posibilidad a sí mismo, remplazando aquel proyecto por otro que hoy sea viable.

Perdonarse, y otorgarse una nueva ocasión de seguir adelante. Pues no hacer debido al miedo al error... ¡es un tremendo error! Nos garantiza una vida insignificante y pequeña...
¿Por qué tememos tanto equivocarnos?
Curiosamente ese miedo nace de la parte más primitiva del cerebro: aquella que compartimos con el resto de los mamíferos. El temor central es el de ser rechazados por la manada (esto es, ser “ridículos”: que se rían de nosotros); instintivamente, para el animal que somos hay una memoria ancestral de que “ser rechazados por la manada” podría significar la soledad total, la invalidez más vulnerable, y con ello la muerte.
Sí: ¡irracionalmente equivalemos el miedo a equivocarnos con el miedo a morir!
Por eso tiene tanto poder.
Sin embargo, nuestro cerebro es mucho más amplio que su parte primitiva.
Desde otra zona interna (psicológica y neurológica), más madura y evolucionada, podemos brindarnos la libertad de equivocarnos si es necesario, y con ello la de no darnos por vencido, se ría quien se ría. ¡Eso es ser valiente!
El escritor Morris West alguna vez dijo: “La libertad más difícil de conservar es la de equivocarse.”
Asumir el error como tal, sin disfrazarlo: Entre el correo personal del escritor Arthur Miller se encontró una carta de Céline, quien le decía (y otra vez suena fuerte): "Sepa usted estar equivocado. El mundo está lleno de gente que tiene razón. Es por eso que da asco."
Cuando una persona se equivoca y no se justifica para validar lo que hizo, no disfraza la verdad para que creamos otra cosa, sino simplemente se hace cargo, irradia una respetabilidad innegable. Si cada uno de nosotros asumiera su equivocación... ¡qué distinto que sería el mundo!
Nos daríamos la oportunidad de reparar cualquier daño cometido (y ya el solo reconocimiento es reparador). Pero además, al registrar el error como tal, nos permitiríamos aprender (¡cosa que la justificación jamás posibilita!). Pondríamos a jugar el error a nuestro favor.
¿Por qué nos cuesta hacernos cargo del error como tal? Básicamente el temor que se le mueve a quien esto le sucede es el de tener que modificar su autoimagen: proyectando la responsabilidad en el otro ilusoriamente se “libera” de “lo imperfecto”, y se ve a sí mismo “en lo correcto”, o a veces hasta como víctima de ser “acusado de error”. ¡Qué problema tan serio vivir de esa manera!
Quien asume el error flexibiliza la imagen de sí, se vuelve más humano y más hábil para ejercer la compasión, aceptando la falibilidad del otro porque ve que él mismo es capaz de equivocarse.
Permite que no sea su Ego quien dirija su vida, cuidando esa autoimagen de “perfectito”, sino, en cambio, que algo más esencial le ayude a cultivar una planta que hace falta en cualquiera de nuestros jardines: la modestia.
Permítanme volver al querido Jung: “De este modo, lo último que quisiera decir a cada uno de ustedes, amigos míos, es lo siguiente: realicen su vida de la mejor manera que puedan, incluso si está fundada en el error, pues la vida debe ser consumida, y a menudo se alcanza la verdad a través del error.”
Hacernos cargo, no paralizarnos: allí está la interpelación que la posibilidad de equivocarnos ejerce sobre nuestra identidad. Reciclarnos tantas veces como sea necesario. ¡Porque de eso se trata vivir!
Para verter suavidad y otro tipo de Belleza, los dejo con el poeta Hamlet Lima Quintana para que nos lo diga a su modo:

"Que cada uno cumpla con su propio destino,
reconozca sus pozos,
riegue sus propias plantas
y levante su casa.

Pero si sobre el final cae en la cuenta
de que ha errado el camino,
entonces que junte coraje,
desande lo andado
y reconstruya su vida..."


Virginia Gawel
http://www.vivisophia.com


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