Cuando das algo… ¿Quién lo da?, ¿Tú o tu ego?
Cuando haces un favor… ¿Quién lo hace?, ¿Tú o tu ego?
La caridad es un acto exquisito de generosidad desinteresada, en el que no cabe la intención oculta de pretender recuperarla de otro modo, en forma de indulgencia divina, de reconocimiento social, o de agradecimiento público.
La caridad ha de ser un acto secreto, espontáneo, libre de intereses, que no persiga otro objetivo que el de permitir expresarse a la capacidad humana de ser espléndido y ser solidario con quien necesita, y mostrar la compasión que forma parte de la naturaleza descondicionada, y el deseo innato y solidario de ayudar a quien pueda necesitarlo.
El riesgo de la generosidad comienza cuando no es uno, sino su ego, quien quiere practicarla.
Entonces pasa a ser un acto público en el que se da más importancia a la ostentación del hecho que al desprendimiento; lo que se pretende es demostrar la “generosidad” que en realidad sólo persigue aumentar artificialmente la propia Autoestima y ganarse unos puntos socialmente.
Se convierte así en una mentira, un escaparate para exhibirse, una inversión que espera verse multiplicada, una mala imitación de la generosidad, y un motivo del que sentirse más avergonzado que orgulloso.
La próxima vez que te veas en un acto de caridad, averigua primero de la mano de quién viene.