Por extraño que parezca, es tendencia de muchos sabotearse la felicidad. Hay, incluso expertos consumados en fracasar y sufrir. Si usted es uno de esos, tome estas recomendaciones eficaces y arruínese la vida, como usted sabe hacerlo. A menos, claro está, que prefiera dedicarse a ser una persona feliz. Siga leyendo.
Después de observar a una gran cantidad de personas, estudiar sus estilos cognitivos, conocer sus métodos de decisión, de acción y los resultados negativos que suelen alcanzar, en contra de advertencias oportunas y ayudas bienintencionadas, he decidido apoyarlos solidariamente, en esa peculiar tarea que parecen haber emprendido: me refiero a la de convertirse en verdaderos infelices. Para ahorrarnos tiempo y llegarle al sufrimiento cuanto antes, veamos una lista de lo que debe pensarse, sentirse y hacerse para arruinarse la vida definitivamente y afectar, no faltaba más a toda persona posible en su entorno más cercano.
Lo primero que debe hacer quien elija alcanzar la infelicidad es decidirlo; asumir este objetivo de manera consciente responsable y voluntaria. Esto le evitará dudas y le permitirá encontrar mecanismos creativos que lo derrumben hasta el más abyecto subsuelo.
Un consejo importante es el referido al tiempo mental. Pase todo el tiempo que pueda viviendo en el pasado y en el futuro. Use la memoria y busque los recuerdos más desagradables que pueda encontrar. Asegúrese de creer que el pasado existe (aunque sabemos que no) y sobre todo cúlpese por lo que no haya hecho o logrado, o por aquello que hizo y que salió mal. Es muy conveniente culpar también a padres, maestros, amigos y parejas anteriores, de todas sus desgracias, pues cuando los vea o alguien se los nombre, sentirá rabia y elevará su malestar. ¡Bravo!
Para que nadie le diga excusas, moléstese seriamente con Dios y pregúntele reiteradamente y con gritos el porqué no le dio otros padres, otra cara, otro cuerpo o, sencillamente, una vida diferente y mejor. Si Dios es malo, qué queda para los demás. Si con esta estrategia no le va mal, utilice la técnica del futuro. Esto significa dejarse arrastrar por la idea de que le espera un futuro negativo irremediablemente. Esto realmente funciona para vivir asustado, no arriesgarse o para realizar acciones torpes gracias a la ansiedad y el pesimismo, estados muy recomendables si desea enfermarse.
Una estrategia que funciona de maravilla es la queja reiterada, especialmente si la despliega en voz alta, delante de muchos y por cualquier tontería. Si la queja no le hace suficientemente infeliz, no desmaye, insista, pera esta vez vaya un paso más allá e implemente la crítica. Critique cada vez que pueda a todos los que pueda; dedíquese a despotricar de personas, situaciones y cosas que no complazcan sus expectativas, y de ser posible hágalo con desconsideración y fiereza. No olvide buscar defectos en lo que parezca especial, diferente, bueno, adecuado, oportuno o bello. Eso no falla, y lo más probable es que la gente se aleje de usted y lo deje más solo que la una.
El conflicto es una recomendación obligada para quien desee ostentar por lo más alto el título de infeliz verdadero. Así que para ocupar los primeros lugares del ranking de los miserables, use toda su inteligencia y su voluntad para pelear con la gente. Llene su vida de confrontaciones inútiles pues esto la ayudará a ganar enemigos, perder energía y dañar su cuerpo. Eso sí, no haga las paces, no pida disculpas y nunca perdone. El rencor siempre le duele a quien lo alimenta y mantiene. Si quiere garantías, ataque a su propia familia: ignore a sus padres, maltrate a sus hijos y sea desconsiderado con los que viven con usted. Le doy mi palabra de que la pasará mal.
Si es ambicioso y tiene esa vocación que poseen muchos políticos de controlarlo todo, métase en la vida ajena y olvídese de la suya. Dedíquese a chismear y a calumniar a los demás. Cuando lo busquen para insultarlo o agredirlo, sabrá que sus métodos son “oro puro”. Si las personas no lo odian todavía, puede elegir aislarse, alejarse de todos y quedarse íngrimo y solo. Así se sentirá abandonado y sin apoyo y verá lo que es sufrir con ganas. Tenga confianza pues si lo hace tal como se le indica, el malestar llegará rápidamente.
Uno de los secretos del arte de convertirse en un verdadero infeliz, consiste en descuidar la salud. Como ésta es el centro de todo lo que hacemos y logramos, es conveniente que no haga ejercicio, descanse poco, no se divierta y coma en exceso. Esta receta nunca ha fallado para crear crisis. Podría, si ya ha perdido el autorrespeto y desea tocar fondo, usar y abusar de las drogas, para que su organismo falle drásticamente y le pase la factura. Esto téngalo por seguro, le traerá gastos, disgustos, autocompasión y pérdida de tiempo, y lo encaminará muy bien hacia los más altos grados de la infelicidad por la que tanto clama.
Además de la salud, dé prioridad a la destrucción de otras dos áreas: la pareja y el trabajo. En su relación de pareja, no muestre amor, niéguese a establecer y respetar acuerdos, descuide la vida sexual, permita que otros invadan su vínculo, sea deshonesto y agresivo. De esta forma, garantiza que lo detesten y lo manden al mismísimo infierno.
En cuanto a su trabajo, la llave que abre las puertas es faltarle el respeto al jefe, no cumplir con las tareas, llegar tarde e ignorar a los compañeros. Por este camino, coleccionará cartas de despidos, enemigos y frustraciones. Como podrá ver, toda una maravilla en razón de su meta final, si es que ha elegido usted este turbio camino.
Finalmente, abandone toda confianza en usted mismo y olvídese de Dios. Asuma que nada tiene sentido, que de nada vale vivir en este espantoso mundo y que la desesperanza es la clave que todos requerimos.
Un dato final: Si algún día se cansa de fracasar y sufrir, y no desea hacer lo mismo que la mayoría, bastará con que haga exactamente lo contrario de lo que aquí ha sido señalado, para que el hechizo de la infelicidad quede anulado y comience usted a sentirse alegre, armónico y productivo. La pregunta es si está usted preparado para ser feliz, si lo quiere, si lo ha decidido, y si ha logrado comprender que el sufrimiento no es un destino sino una elección personal. No es lo que sucede, sino cómo lo interpretamos, lo que nos hace felices o infelices.
(Msc. Renny Yagosesky)