LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Escrito por: David en Espiritualidad
“La única forma que hay, la única que está en nuestra mano para que la educación de los hijos sea lo mejor posible es que nosotros funcionemos del mejor modo posible. No consiste en que adopte tal consigna en la educación, sea la técnica paternalista, la técnica de la comprensión, o de la disciplina, ni la de mitad y mitad. No consiste en eso, consiste en que yo funcione bien, nada hay que pueda sustituir a la calidad funcional de los educadores; sólo cuando el educador funciona bien puede educar bastante bien. Si el educador se enfada, si la madre no funciona bien, por títulos y cargos que puedan tener en este campo educacional, será imposible, no lo hará bien.
A la hora de actuar cada uno actúa de acuerdo con su naturaleza, con su modo de funcionar, no de acuerdo con las consignas que haya recibido; las consignas las aplicará dos horas al día, pero cuando viva espontáneamente lo hará de acuerdo con su propio estilo y entonces todas las deformaciones personales que existan surgirán y se proyectarán en la educación.
La única forma que hay de ayudar a los hijos a vivir bien es aprender uno mismo a vivir bien y esto quiere decir vivir centrado, consciente, con plenitud, con sinceridad, con espontaneidad, con una mente amplia, no llenos de preocupaciones, no como quien lleva una contabilidad complicadísima de una empresa, la educación ha de ser algo espontáneo, algo natural, somos nosotros los que complicamos todo más de la cuenta; el hijo se educa en la medida que está junto a nosotros, no cuando le estamos diciendo lo que ha de hacer y lo que no ha de hacer, es cuando nos ve actuar, cuando ve como hablamos con nuestros familiares, con la esposa, con un vecino, con cualquiera. Sólo si hay una formación interior seré consecuente.
Mi conducta respecto a las prohibiciones, por ejemplo, la política de castigo y de disciplina, punto difícil en la educación, entonces saldrá con naturalidad, con espontaneidad, en un momento dado se verá clarísimo que hay que poner una limitación, castigo, una orden, de modo inexorable, no porque yo esté enfadado, no porque a mí nadie debe faltarme el respeto, sino simplemente porque el niño necesita aprender a adaptarse, a obedecer. En otros momentos me saldrá de modo espontáneo que es mejor tomarlo a broma y ver que las cosas en esta ocasión es mejor solucionarlas por las buenas, sin necesidad de dramatizar.
En esto no hay reglas fijas, depende de las circunstancias, de la naturaleza, de la situación y del niño, y depende sobre todo de la naturaleza del padre y de la madre.
Cada cual tiene un modo personal diferente y todos son buenos si funcionan bien, si salen de dentro, si son producto de una personalidad formada y equilibrada.
Por lo tanto la mejor preparación para educar a los hijos es educarse a sí mismo, formarse, funcionar bien, aprender a tener más seguridad y más serenidad. Todo cuanto vaya a favor de esto irá también inevitablemente a favor de nuestros hijos.”
(Plenitud en la vida cotidiana – Antonio Blay)
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