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 EL ESPÍRITU, EL ALMA Y EL YO - 1ª parte



Octubre 10, 2012, 05:41:23 am
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Desconectado Francisco de Sales

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EL ESPÍRITU, EL ALMA Y EL YO - 1ª parte
« en: Octubre 10, 2012, 05:41:23 am »
EL-ESPíRITU,-EL-ALMA-Y-EL-YO

(Miguel Ángel Quiñones)


Existe bastante confusión, en las diversas corrientes espirituales, cuando se estudian estos conceptos que normalmente se interpretan mal o con una tendencia a mezclarlos, por lo que pretendemos contribuir a su aclaración.  No están separados, no funcionan aisladamente en el ser humano, aunque si son complejos, y para su estudio se requiere analizarlos por separado.

El Espíritu

         Podríamos entenderlo como la esencia y el sentido implícito de cada ser y su relación con el Cosmos, el sentido que tiene cada parte en relación con el Todo al que pertenece. Esta parte esencial o espiritual, en el ser humano, la podemos designar como el Yo Superior, o Yo real, su parte que pertenece al mundo suprasensible y que permanece oculta en nuestra vida de sentimientos y pensamientos.

          El Espíritu, en si mismo, es eterno, lo cual no significa que no tenga ni principio ni fin, sino que está por encima de cualquier manifestación de espacio-tiempo. Nosotros, como humanos encarnados, somos seres espacio-temporales,  y si bien hemos surgido de una realidad espiritual, no podemos realmente relacionarnos conscientemente con nuestro propio Espíritu. No tenemos acceso al ámbito espiritual hasta que nos morimos, aunque estemos continuamente tratando y hablando de él. Paradójicamente podemos utilizar nuestro pensar, que es el auténtico instrumento de nuestro espíritu, en contra de la misma realidad espiritual a la que pertenecemos, en uso de nuestro libre albedrío, ignorándola o negándola; por ejemplo a través del materialismo.

        Nuestro Yo Superior, que permanece oculto, en si mismo no puede desenvolverse nunca al margen de las leyes espirituales que rigen el cosmos, del Bien, la Verdad y la Belleza o Armonía, conceptos que desarrollaremos posteriormente.

 

El Alma

         En el ser humano actual es el centro real (no lo es el Espíritu) de  toda nuestra vida anímica cuando estamos despiertos; estamos constantemente en contacto con ella, querámoslo o no, ha sido así desde hace mucho tiempo y lo seguirá siendo por milenios. El Alma es el centro de nuestra consciencia, característica que compartimos con los animales, en mayor grado según su nivel evolutivo, sobre todo con los animales superiores, que aunque tienen más desarrolladas sus percepciones sensoriales perciben el mundo exterior y lo convierten en mundo anímico propio, interior, al igual que lo hacemos nosotros, si bien en nuestro caso unido a las facultades del recuerdo y del pensamiento.

Captamos del exterior lo que nos llega mediante nuestras percepciones sensoriales y en nuestro interior lo convertimos, por medio de nuestro cerebro y sistema neuro-sensorial, en contenidos anímicos propios que todos poseemos y que están regidos por las leyes de simpatía-antipatía. Las cosas nos llegan y nos pueden dejar indiferentes, si no nos identificamos con ellas, o nos pueden producir atracción o rechazo, en distintos grados según nuestro interés. En primer lugar nos producen sensaciones y luego sentimientos. Todo ello es la forma en la que el contenido del mundo objetivo exterior se convierte en vivencia empírica personal, parte del contenido del alma, sensorial, de sentimiento y afectiva.

         En muchas ocasiones este proceso no termina ahí, sino que puedo tener necesidad de comprenderlo, no sólo de vivenciarlo, y entonces le aporto el pensar. Siempre tenemos la necesidad de buscar y poner un concepto a cada percepción, lo cual hacemos de forma inmediata. Ej.: ante un ruido (percepción) le añadimos: “tubo de escape” (concepto), etc., de forma rutinaria buscamos una explicación conceptual a cada percepción sensorial, casi siempre por repetición monótona de los conceptos ya conocidos.  El alma asocia conceptos que correspondan a cada percepción, correctos o no, pero que sean satisfactorios en ese momento. Es algo necesario, pero que no podemos considerar como procesos de pensamiento.

 

El mundo de los Pensamientos

 

         El pensamiento es la parte esencial, como actividad espiritual que se relaciona con nuestro cuerpo físico-material a través del cerebro y sistema neuro-sensorio. Es el pensamiento intelectual adaptado al mundo físico, que todas las personas normales compartimos para entendernos y comprender el mundo. En general sirve para que el conjunto de las percepciones sensoriales que percibo, sean escuchar un concierto, leer, hablar, etc. unidas a un pensamiento, den sentido y generen las representaciones que siempre se dan en, y forman parte del  Alma. Las que recordamos forman el conjunto consciente de toda nuestra vida, que por eso es “humana”.

Vemos pues que en el Alma es en donde se da todo el conjunto de vivencias; sensaciones, representaciones, sentimientos, pensamientos e impulsos volitivos, siendo la más fuerte la de los sentimientos, por ser consustanciales al Alma. La voluntad y el pensamiento, que también se manifiestan en el Alma, no son exactamente de su misma sustancia.  Ello hace que nos identifiquemos fuertemente con el escenario vital humano que comprende todo el mundo de los sentimientos, con lo que nos dicta el corazón, mucho más que con la comprensión a través del pensar reflexivo. Ello puede ser una trampa ya que, en principio, los sentimientos hoy en día no revelan al ser humano lo real y verdadero.

 

El Sentido y la Esencia de las cosas

 

         Las leyes que rigen el mundo físico material de las plantas, de las especies animales, de los ecosistemas, etc. están abiertas a la comprensión del hombre mediante su pensar a través de la ciencia natural, leyes físico-materiales que excluyen a la realidad trascendente o espiritual (por no ser “científica”) y que tiene sus propias leyes.  Y sin embargo la identificación con el espíritu en el mundo material discurre en paralelo a la comprensión de las leyes que rigen la realidad completa, ya sea en su manifestación espiritual, astral, etérica, o material.

        Pero la no capacidad de percibir algo no significa que ese algo no exista, premisa filosófica fundamental que nunca deberíamos olvidar.

        El pensamiento limitado por la cultura materialista limita el conocimiento humano a lo físico-material, pero el pensamiento en si mismo, no está limitado por nada… aunque nos lo quiera hacer creer el sistema pedagógico-cultural impuesto.

         Cuando leemos un libro sobre espiritualidad estamos dando cabida en el alma al pensar de otra persona: es un pensamiento que puede ser pensado por mi pensar y que se apoya en una percepción que no es físico-sensorial (el pensamiento es suprasensible o espiritual, no sensorial). Si pienso en el pensamiento de otro ser humano, mi pensamiento suprasensible percibe el pensamiento suprasensible de otro ser, y se convierte en órgano de percepción, al igual que lo es la vista o el oído, pero órgano de percepción suprasensible no material, sino supra-material.  Y sin embargo a esa actividad de pensar suprasensible, que  utilizamos cotidianamente, no le concedemos ningún valor; es una fuerza suprasensible que puedo, si la reconozco, controlar voluntariamente.

         Por el contrario, la fuerza de los sentimientos, sobre todo si son instintivos, no la podemos controlar voluntariamente; los sentimientos  se “producen en mí” sin que yo quiera, y a veces, a pesar de mí, agradables o dolorosos. Son procesos semi-conscientes.

 

Los impulsos de la voluntad son los más inconscientes que tenemos; pensemos, por ejemplo, en las fuerzas metabólicas que actúan en el corazón y los pulmones, o en los procesos digestivos: son fuertes, ayudan a vivir, pero no los controlamos.

         Vemos, por tanto, que todas las actuaciones que se dan en el alma humana (percepciones, sentimientos, pensamientos y voliciones) es lo que vivenciamos, es el centro de nuestra personalidad y el escenario en el que se desarrolla; no es la esencia. Para percibir esto cada uno puede mirar en su interior y observar la dinámica de lo que va ocurriendo. Todo el escenario en el que se desarrolla nuestra vida es en el del alma, en donde podemos sacralizarnos o endemoniarnos, según el camino que vayamos escogiendo.

          Hasta cierto punto, en el alma, todo está gobernado por las vivencias anímicas de placer y dolor; así es como se expresa la entidad del ser humano. La reacción en cada alma a las percepciones es completamente individual, lo que nos parece bien o mal, nos agrada o desagrada, lo que nos parece interesante o no. A ello se puede oponer el pensar lo más libre y desprejuiciado posible y hacer un trabajo de  elaboración  con cada percepción que reciba el alma, de reflexión individual que ya es espiritual. Si no hago este trabajo espiritual los sentimientos son los que van a dirigir los procesos de mi vida. Se trata de perder el automatismo que normalmente dirige nuestro pensar e intentar considerar cada situación como si fuera nueva y entonces la realidad se podrá manifestar como es y no como yo quiera interpretarla, y así poder actuar de forma libre con lo que considere lo más correcto; es lo que Steiner denomina fantasía moral en su tratado “Filosofía de la libertad” o de la Actividad espiritual.

 

Octubre 27, 2012, 02:04:03 pm
Respuesta #1

Desconectado Gato

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Re: EL ESPÍRITU, EL ALMA Y EL YO - 1ª parte
« Respuesta #1 en: Octubre 27, 2012, 02:04:03 pm »


El Espíritu, en si mismo, es eterno, lo cual no significa que no tenga ni principio ni fin, sino que está por encima de cualquier manifestación de espacio-tiempo. Nosotros, como humanos encarnados, somos seres espacio-temporales,  y si bien hemos surgido de una realidad espiritual, no podemos realmente relacionarnos conscientemente con nuestro propio Espíritu. No tenemos acceso al ámbito espiritual hasta que nos morimos, aunque estemos continuamente tratando y hablando de él. Paradójicamente podemos utilizar nuestro pensar, que es el auténtico instrumento de nuestro espíritu, en contra de la misma realidad espiritual a la que pertenecemos, en uso de nuestro libre albedrío, ignorándola o negándola; por ejemplo a través del materialismo.

        Nuestro Yo Superior, que permanece oculto, en si mismo no puede desenvolverse nunca al margen de las leyes espirituales que rigen el cosmos, del Bien, la Verdad y la Belleza o Armonía, conceptos que desarrollaremos posteriormente.

 



Esto es muy importante porque se está diciendo que en el mundo físico no hay espiritualidad,  tal vez podemos buscarla pero no es una característica activa desde nacimiento…   saludos

 

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