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 LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR EN EL TRABAJO PERSONAL - 3ª parte



Octubre 29, 2012, 05:38:27 am
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LA TRANSFORMACIÓN INTERIOR EN EL TRABAJO PERSONAL - 3ª parte
« en: Octubre 29, 2012, 05:38:27 am »

Esta situación condicionaba a que el proceso de pensamiento antes descrito concernía a muy pocas personas por aquel entonces. No obstante paso a paso, a partir del siglo XV en Italia y mas adelante durante los siglos XVII y XVIII en Francia e Inglaterra y un poco después desde Alemania y hasta el siglo XIX se van sentando lenta pero imparablemente las bases inamovibles del materialismo, que en la segunda mitad del siglo XIX y naturalmente desde Europa  van a ser impuestas mediante la expansión de un Racionalismo empírico materialista.  Naturalmente esta labor la llevarán a cabo especialistas en cada una de las materias  que se van a ir reforzando en esos siglos: Ciencias Matemáticas, Filosofías Positivistas, Ciencias Económicas, Ciencias Sociológicas, Antropología, Arqueología, Ciencias Históricas, “Psicología Científica”. Todo conocimiento debía de tener un marchamo de científico para ser considerado “auténtico”. Tal es así, que en el siglo XIX la iglesia renuncia a la permanente confrontación que hasta ese momento había tenido con los estamentos científicos y paradójicamente es en ese momento cuando la Iglesia Católica establece la “Infalibilidad del Papa” para alguna de sus manifestaciones en cuanto a doctrina  se refiere. Oficialmente la Fe es separada del Conocimiento. Esto es universalmente aceptado, lo que quiere decir que las personas ilustradas que en aquel entonces tenían opiniones basadas en el intelecto acogen con entusiasmo esa libertad y se felicitan por liberarse del yugo de la Iglesia mantenido durante  diecisiete siglos.

Al margen de estos acontecimientos del siglo XIX la inmensa mayoría de los seres humanos siguen viviendo y alimentando sus almas con el contenido de sus tradiciones, costumbres locales, religiones de sus pueblos ya sean de oriente o de occidente. Al igual que sus padres y sus abuelos  viven con formas, criterios y doctrinas y hasta el  folklore local establecido, normalmente hace muchos siglos. Esta situación se mantiene hasta el siglo XX y entonces ¿Que ocurre?

Nos encontramos con todos los elementos necesarios  para que se extienda de manera acelerada la mayor y más rápida transformación de todos los tiempos  sucedida en la humanidad. No debemos olvidar que todavía a principios del siglo XX  la mayor parte de los seres humanos vivían en un completo analfabetismo. Durante la primera parte del siglo  se expande el proceso de  alfabetización  y enseñanza primaria, estando hasta ese momento unido a las prácticas religiosas que imperan en cada lugar de Europa, América, etc., en que se van desarrollando. A la par que ese proceso se va extendiendo con una rapidez vertiginosa, llegando hasta las capas sociales mas bajas que nunca antes habían participado en esos procesos educativos, se va arraigando  de manera universal el amplísimo respeto al pensamiento científico, a tal punto que va a sustituir en determinados ámbitos sociales con buen nivel intelectual al respeto por la religión. Antes se decía: “Doctores tiene la Iglesia”; lo que daba a entender que si los expertos en materias trascendentes afirmaban tal o cual cosa que uno no podía comprender, eso no era razón para no creer en sus afirmaciones porque al fin y al cabo, aquello era una cuestión de Fe y uno no era quién para discutirlo.  Ahora la situación cambia en el qué pero no en el como. Si los científicos afirman algo y aunque yo no lo entienda tengo que creerlo pues confío en la investigación científica y en quienes la desarrollan: “Doctores tiene la Ciencia”.

El materialismo a partir del siglo XX no se justifica, se da por hecho y aceptado universalmente, sin ninguna discusión respecto al conocimiento.  Antes el hombre tenía que creer en lo que no veía, ni comprendía porque se lo decían e imponían los sacerdotes. Ahora las cosas han cambiado, son diferentes. El hombre tiene que creer en lo que no ve, ni comprende porque se lo dicen e imponen los científicos. A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado la transformación del proceso educativo al tiempo que se expande por los cinco continentes a una velocidad increíble va produciendo de “forma natural” la disminución de la actividad religiosa de forma muy acentuada lo cual se incrementa en todas las latitudes a ritmo acelerado hasta nuestros días.

Todos los procesos descritos generan una situación muy particular en el alma humana. Es el resultado de un proceso evolutivo muy complejo que llega a modelar el alma  del ser humano del presente. ¿En que situación nos encontramos en este momento? Lo que se modifica completamente es nuestra consciencia. En la actualidad no se trata del comportamiento de unas pocas personas, como en el siglo XV, sino de toda la humanidad. Podríamos decir que cualquier persona que sepa leer y escribir participa de este proceso, pero eso hoy ya no es necesario. Solo se necesita una capacidad: ver televisión.

Desde los primeros procesos de encarnación hasta hoy se han desarrollado  dos procesos paralelos, simultáneos y opuestos  que caracterizan la evolución humana. Por un lado el incremento en la nitidez de los sentidos fisiológicos: Vista, oído, olfato, etc.; se ha ido desarrollando hasta nuestra época  acompañados de un lento incremento de nuestra capacidad de pensar. Al mismo tiempo la resonancia del mundo espiritual en esa vida perceptiva se ha ido apagando, también lenta pero imparablemente. Al principio la visión, la audición, hasta el gusto en el hombre iban acompañados de una especie de inspiración instintiva  que le enseñaba  a orientarse en los entornos que se desenvolviese fueran materiales o inmateriales, de forma muy parecida a la que utiliza un bebé de pocos días para reconocer a su madre. Ese instinto clarividente  poco a poco va apagándose, lo que se va a conocer como el ocaso de los dioses. En otra etapa comienza la utilización del pensamiento filosófico pero todavía unido a una leve resonancia espiritual  que se manifiesta en el alma del pensador. Más adelante los últimos rescoldos de la clarividencia  instintiva se convierten en atávicos, fuera de tiempo. Se crean las bases epistemológicas del materialismo: racionalismo empírico, positivismo, materialismo dialéctico, etc. se inserta en los procesos educativos. Se expande por todo el mundo. En el siglo XXI la clarividencia y sus ecos se han apagado. La información que nos llegaba del mundo espiritual calla, solo hay silencio. Se valora  más que nunca la contemplación y observación dentro del ámbito sensorial, la materia, la utilización del pensar dentro de un ámbito de su competencia, la materia. El poder de las religiones se apaga, pues ya no se puede aceptar creer en aquello que no puede conocerse, ya que lo que puede conocerse es: la materia. El contenido del alma, el conjunto de las representaciones  humanas están formadas o condicionadas  por los procesos educativos, que no lo olvidemos   se acaban de inaugurar a lo largo del siglo XX, y que como, cuerpo de conocimiento académico en su conjunto  han sido elaborados en base a la observación de la materia.

Esta situación, aunque no lo parezca tiene su parte positiva. Mientras el hombre estaba siendo “ayudado” en sus percepciones por los mundos superiores era dependiente y su forma de actuar relativamente pasiva ante una presión , la espiritual, que no podía negar, ni cuestionar y le obligaba de alguna manera a relacionarla permanentemente con sus propios actos. Una forma de moralidad impuesta  en épocas antiguas por el propio mundo espiritual y más adelante impuesta por las personas que se atribuyen la representación de esos mundos. Tenía que llegar una época en la que el hombre pudiera desembarazarse de todas las presiones, tanto las internas, psicológicas-anímicas, como las externas eclesiásticas-culturales. Esta es la situación en la actualidad, pues lo más importante es que en esta época existe en el hombre la necesidad de acoger fuerzas morales autónomas  y esa necesidad humana no puede ser cubierta con formas culturales o religiosas  que provengan del pasado. Personas o instituciones  que oferten métodos antiguos, obsoletos, evidentemente no van a ser útiles. La cuestión es que el hombre en este momento tiene unas capacidades que no utiliza pero debe de aprender, primero a conocerlas y mas adelante, aceptarlas y movilizarlas. Para que esto se produzca, en primer lugar debe sentir como todas las formas  culturales y religiosas que ha  conocido le resultan insuficientes, ya no le convencen, no le “nutren” y a partir de ese momento comenzar una búsqueda, por iniciativa propia, del  auténtico sentido de la vida, entendiendo que en este momento no se puede delegar la fe en personas o en comunidades sin que exista primero una comprensión personal basada en un conocimiento lo mas perfecto posible y con una actitud de identificación con la realidad a través de la búsqueda de la verdad.

En resumen encontrar la sintonía con la realidad, cambiando la fe en lo desconocido, por la fe en la verdad comprendida a través del conocimiento. Lo primero es comprender que esto se puede hacer, lo segundo, comprender que si no lo hago la insatisfacción siempre andará rondándome.

Naturalmente, en un primer momento,  este proceso va a resultar doloroso, porque a nadie le resulta agradable desprenderse de lo que ya posee. En cualquier caso para que este proceso se desarrollase bien era necesario que la persona no sintiese ninguna presión, como se ha dicho, ni de tipo espiritual, ni de tipo cultural. En cuanto al espíritu podemos comprobar su silencio, pero no ocurre lo mismo a nivel cultural. Todo el proceso anteriormente descrito confluye, en la actualidad, en un silencio por parte del mundo espiritual y en la tierra un constante martilleo con la apología del materialismo, el cientifismo, el relativismo, el nihilismo y aún en esta época “postmoderna” la moralidad se considera una especie de atavismo trasnochado y de mal gusto que el pensador “avanzado” ha tenido la suerte de superar, porque… al fin y al cabo todo es relativo ¿o no? ¿Acaso existen absolutos? En el alma del hombre moderno cada vez hay menos condicionamientos religiosos o espirituales, pero sin embargo hay cantidades desmesuradas de contenidos anímicos  materialistas, anti-espirituales, los cuales van a suponer el estorbo más potente en un camino espiritual. Y esto exactamente es lo que se encuentra, sin saberlo, la persona que, ingenuamente, manifiesta su intención de introducirse en un camino espiritual. Comenzar un trabajo espiritual en este tiempo exige  que el individuo examine detenida y profundamente no solo el contenido de su alma, su consciencia. Es necesario estudiar si el contenido más abundante de las representaciones que viven en nuestra alma son de carácter materialista y asimismo examinar como utilizamos el pensamiento. Normalmente lo que tenemos y como lo empleamos suele ser el resultado de lo que nos han enseñado en etapas infantiles y si más adelante en nuestra vida eso no lo hemos revisado puede ocurrir que lo sigamos utilizando igual que entonces sin plantearnos que pueda ser ningún problema. Ya en la vida corriente va a ser un estorbo, pero considerando que el trabajo espiritual  en esta época tiene que operar sobre la consciencia, que es el elemento a transformar por excelencia y que habrá que realizarlo a través del conocimiento, los impedimentos que van a suponer a nuestro entendimiento todos los conceptos que vayan en contra del espíritu, en contra de la realidad completa, arraigados y esclerotizados en nuestra alma, son incalculables.

Por eso una de las cosas mas urgentes que hay que llevar a cabo hoy día es la limpieza de toda la contaminación  cultural y religiosa que hallamos podido recibir y los sedimentos que reconozcamos. Esos que nos obligan a rechazar lo nuevo. Esos que nos provocan miedo ante un cambio, ante lo distinto. Esos que nos tienen sometidos ante cualquier institución, ante cualquier representante del poder establecido, la autoridad externa. También esos que nos inducen a buscar todas nuestras satisfacciones exclusivamente en el mundo físico, ninguneando desde nuestro inconsciente la auténtica riqueza, poder y satisfacción que se experimenta en el encuentro con el mundo del espíritu.


–> VISTO EN: www.revistabiosofia.com
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