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 LA PRÁCTICA DIARIA DE LA MEDITACIÓN



Diciembre 01, 2012, 01:56:00 pm
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LA PRÁCTICA DIARIA DE LA MEDITACIÓN
« en: Diciembre 01, 2012, 01:56:00 pm »
La práctica diaria de la meditación
 

A lo largo de los siglos, Oriente ha desarrollado diferentes tipos de meditación, y aquellos que mejor se adaptan al estilo de vida y la mentalidad occidental se encuentran detallados en los capítulos siguientes. Pero todos comparten ciertas indicaciones sobre la postura, los mudras (los gestos que se realizan con las manos), la respiración, el espacio donde se medita, la regularidad de la práctica y la duración de los ejercicios de meditación.


No es recomendable iniciarse en la práctica diaria de la meditación sin conocer a fondo estas pautas, porque ellas no son limitaciones que se imponen a la práctica de la meditación, sino que son la forma de optimizar al máximo la intensidad y profundidad de ésta.


¿Hay que meditar todos los días?


La meditación es un estilo de vida. Es una forma de encarar la vida. No es algo que podemos hacer a veces sí y a veces no.
Pero tampoco es una obligación, ni una responsabilidad. No es un compromiso. Nadie ni nada nos obliga a meditar: nosotros elegimos recorrer este camino, y debemos encontrar dentro de nosotros mismos la fuerza para superar los obstáculos que se nos presenten.


Es decir que la constancia es imprescindible. La meditación resulta beneficiosa cuando es un hábito. Practicarla regularmente es la única forma de vencer al estrés y las tensiones. El mundo nos bombardea constantemente con problemas que pueden desequilibrarnos, y si queremos combatirlos, nuestro espíritu debe fortalecerse. Hay que pensar en la meditación como los obreros que van construyendo una poderosa muralla que defenderá a nuestro interior de las agresiones que provienen de afuera. Si la edificación de esta muralla avanza a paso sostenido, nos volvemos más fuertes cada día. La energía negativa embiste contra nosotros y trata de hacer huecos en esta muralla, para poder colarse en nuestro interior.
Ahora bien: si bajamos nuestra guardia, no habrá nadie que arregle el hueco. La energía negativa nos invadirá y, ya en nuestro interior, podrá expandirse por todo nuestro Ser. Todo lo que habíamos logrado hasta ese momento empezará a perderse. Y recuperar el terreno perdido será muy difícil.


La meditación debe ser diaria, porque nuestra alma necesita conectarse con el Universo todos lo días. Alcanzar la plenitud toma tiempo, trabajo y esfuerzo: no se logra con la primera serie de ejercicios. Cada día avanzamos un poco más, nos acercamos un poco más a la meta. Dejar pasar un día es igual a dar un paso hacia atrás, algo que además nos desanima muchísimo, y así nace en nosotros la tentación de no meditar tampoco al día siguiente, ni al otro, ni al otro. Se produce un efecto de "bola de nieve"; los problemas se van acumulando, la claridad se va perdiendo, el equilibrio se desmorona.
Pero meditar no es un peso. Quien recién se inicia en la práctica de la meditación probablemente se encuentre con varios obstáculos. Quizás no logre concentrarse bien las primeras veces, o no encuentre la forma de librar su mente de todo pensamiento, o se encuentre incómodo asumiendo la postura corporal indicada. Esto es porque nuestro cuerpo y nuestra mente no están acostumbrados al silencio. Lo que necesitamos hacer, entonces, es perseverar.
¿Cuáles son los motivos más comunes por los que nos vemos tentados a dejar pasar, al menos por un día, la práctica de la meditación? Básicamente, dos:


1)  impaciencia: nuestra mente y nuestro cuerpo están acostumbrados al movimiento. Así, los ejercicios de meditación pueden parecer al principio bastante aburridos, demasiado largos, sin beneficios claros. Las primeras sesiones son sin dudas las más difíciles de sortear, porque esperamos resultados inmediatos, una exigencia típica en nuestra vida moderna. Pero la meditación trabaja a otro ritmo. No hay que olvidar que, justamente, practicar meditación es una forma de aprender a ser más paciente.
2) Miedo: meditar es conocerse. Y no hay nada más atemorizante que mirar adentro nuestro. "¿Qué pasa si no me gusto?", se pregunta mucha gente. El miedo es muy paralizante: si le tememos a algo, tratamos de evitarlo. Meditar es enfrentarnos con este miedo primordial. La clave para superarlo es recordar en todo momento que gracias a la meditación podremos acceder a un estado de armonía donde sentiremos paz y estaremos en comunión con el Universo. Si mantenemos en mente este objetivo final obtendremos el valor necesario para continuar meditando cada nuevo día.


Con el paso del tiempo, la práctica nos ayudará a superar cualquier obstáculo que surja, porque veremos cómo nuestra vida se va modificando poco a poco gracias a la claridad que otorga la meditación.
Cuando la sensación de plenitud aparezca en nuestros corazones, veremos cuánto hace por nosotros la práctica diaria y regular de la meditación. Entonces, meditar ya no será una obligación. Será parte de nuestra rutina diaria, algo que hacemos porque sabemos que nos hace bien, y que ya no nos cuesta llevar a cabo.

 

La postura
Existe una clara relación entre la salud del cuerpo y el estado de ánimo. Los enfermos se sienten invadidos por una energía negativa que causa depresión, mal humor y aflicción. De manera similar, la energía mental y espiritual puede influenciar el cuerpo físico y ayudar a combatir las enfermedades y el malestar. La medicina occidental ha descubierto esto muy recientemente, pero es abundante la cantidad de estudios científicos que indican la relación entre el optimismo y la salud (y es por eso mismo que ante enfermedades serias, como el cáncer, los médicos recomiendan acompañar el tratamiento tradicional con uno psicológico o espiritual).

 

Las emociones que sentimos se expresan por medio de nuestra postura corporal. Cuando nos enojamos, los músculos del rostro se tensan, los puños se cierran, los hombros se elevan y la columna se encorva. Esta postura, a su vez, aumenta la furia. Es decir que la postura corporal y las emociones se retroalimentan: más nos enojamos, más asumimos la pose, más nos seguimos enojando.


Y por lo tanto, las emociones positivas también pueden potenciarse y hasta generarse adoptando ciertas posturas físicas. Después de todo, relajar el cuerpo es relajar la mente.


Alcanzar el estado de plenitud que busca la meditación requiere, entonces, de ciertas posturas corporales específicas. No son indispensables: un maestro avanzado puede meditar en cualquier posición. Pero los años de tradición han demostrado que ciertas posturas facilitan la meditación, ya que potencian la circulación de energía positiva y cósmica por todo nuestro cuerpo.
Ninguna de estas posturas es demasiado complicada.

 

La más conocida es sin dudas la postura del loto (durante la cual las piernas se cruzan y los pies se apoyan sobre los muslos), pero existen varias otras. Es muy útil practicarlas antes de empezar a realizar diariamente los ejercicios de meditación, no porque impliquen un gran esfuerzo físico, sino porque es imprescindible estar cómodo con ellas. También es buena idea probar varias de ellas hasta encontrar la que nos resulta más confortable.


Lo que todas tienen en común es que la espalda debe mantenerse perfectamente recta, porque así se facilita la circulación de la energía por todo el cuerpo y hacia la cabeza. La mirada se debe mantener fija y en un punto lejano, a la altura de los ojos. El mentón debe estar en todo momento paralelo a la línea del suelo.


Salvo cuando se indica, todas las posturas se realizan sentándose en el suelo, lo que puede parecer incómodo a primera vista. Pero han sido diseñadas, justamente, para resultar lo más cómodas posibles. Una vez que ya hemos avanzado en la práctica de la meditación, podremos realizar algunos cambios a las posturas indicadas. La experiencia nos enseñará a personalizarlas, modificando algunos detalles o la posición de algunas partes del cuerpo, haciendo que nos sintamos más cómodos. Mientras el cuerpo no sienta tensiones, si la espalda se mantiene derecha, los hombros nivelados y los brazos sueltos y ligeros, es posible meditar.


De todos modos, no es recomendable personalizar la postura desde el inicio, porque para poder modificar apropiadamente necesitamos contar con la claridad que nos brinda el equilibrio mente/ cuerpo/espíritu; cualquier cambio realizado en el estado espiritual anterior al encuentro con nuestro Ser interno estará guiado por los vicios corporales de la cultura occidental.


Existen básicamente cuatro posturas clásicas, que son muy recomendables porque al asumirlas se forma un triángulo con las rodillas y las nalgas, lo que da al cuerpo una base muy firme para sostenerse. Estas posturas también reducen al mínimo la circulación sanguínea en las piernas y aumentan el flujo hacia la cabeza, y además, hacen que sea bastante sencillo mantener bien erguida la columna.


Pero a algunas personas no les resulta sencillo asumir estas posturas, al menos no al principio y sin mucha práctica, por lo que se han desarrollado algunas posturas alternativas, que resultan muy buenas para quien se inicia en la práctica de la meditación, más que nada porque para algunas personas puede ser muy difícil sentarse en el suelo o acostumbrarse a mantener bien derecha la columna vertebral. Si sufrimos de algún problema en la zona lumbar, enfermedades en los huesos, dolores de espalda o reuma, lo mejor es meditar en alguna de estas posturas modernas.

 

 

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