¿Cuándo meditar?
Ya establecimos la importancia de meditar todos los días. Pero, ¿en qué momento del día?
Lo más recomendable es temprano por la mañana, inmediatamente después de despertarnos y antes de desayunar. Meditar es energizarse y por lo tanto lo ideal es hacerlo antes de enfrentar una nueva jornada.
¿Por qué tan temprano? ¿Por qué en ayunas? Porque el organismo humano se purifica durante la noche. Si logramos conciliar un sueno profundo y reparador, el cuerpo, la mente y el espíritu se relajan, recargan energías y se deshacen de las toxinas que produjo el organismo durante el día. Pero el estrés empieza a atacarnos desde muy temprano, en el mismo momento en que, ya vestidos, desayunando, empezamos a planear nuestro día.
La meditación es mucho más profunda y beneficiosa cuando se realiza en el único momento del día en que estamos realmente purificados y libres de energía negativa, y además nos ayuda a ponernos una armadura que evitará que los factores externos turben nuestro equilibrio interior.
En este punto es importante, una vez más, la constancia. El horario en que se practica la meditación debe ser el mismo todos los días. Meditar es, al fin y al cabo, como ir al gimnasio. La mente nos pondrá muchas barreras en nuestro camino hacia el auto-descubrimiento, se distraerá, seguirá generando ideas aún cuando busquemos librarnos de ellas, se dejará seducir por un ruido para romper nuestra concentración. La regularidad es una forma de sortear estos obstáculos: cuando se asigna una cantidad de tiempo específico a la meditación, la mente cede un poco y se relaja, porque sabe (aunque más no sea inconscientemente) que el resto del día estará activa. Además, temprano por la mañana, la mente aún no se ha despertado del todo y puede entregarse a la meditación con menor resistencia.
En cuanto a la duración de cada sesión, ésta debe ser igual cada jornada. Puede ir aumentándose poco a poco conforme nos vamos volviendo meditadores expertos. Generalmente, se inicia con una rutina de no más de 10 ó 15 minutos, que se irá prolongando casi por sí misma: al aumentar nuestra capacidad de concentración, cada ejercicio se alarga inconscientemente. De todos modos, se recomienda no exceder los 45 minutos de práctica diaria.
Los maestros orientales, por supuesto, pueden meditar por horas sin parar, pero lo que nosotros buscamos es energetizar nuestro cuerpo y preparar nuestra mente para estar activos todo el día, y los maestros, muy por el contrario, buscan entregarse a la serenidad y la inmovilidad eternamente, como forma de entrar en comunión con el Universo.
Quienes meditan temprano por la mañana hablan constantemente de los beneficios de este horario. El día se empieza con otro ritmo, sintiendo el cuerpo relajado y lleno de vigor, y la mente clara y despejada.
Es verdad que no resultará fácil al principio acostumbrarse a meditar tan temprano. Algunas personas afirman que no tienen tiempo para meditar durante la mañana, porque se despiertan y no tienen más de media hora para desayunar, prepararse, vestirse y salir para el trabajo. Y tienen razón: en esa rutina no hay tiempo para meditar. La solución es muy sencilla: deben levantarse más temprano. Lo que puede parecer aún más difícil, y sin dudas lo será las primeras veces. Pero después de algunos días, al ir notando los beneficios, se vuelve más sencillo hacerlo.
¿Dónde meditar?
La meditación requiere de silencio, calma y paz. Podemos alcanzar este estado en cualquier lugar, pero si el ambiente tiene un nivel de hostilidad alto, se requerirá mucho más esfuerzo de nuestra parte para concentrarnos. Especialmente al principio, cuando no estamos acostumbrados a suspender el pensamiento y entregarnos a la energía cósmica.
Por eso, es muy bueno preparar un lugar especialmente para meditar. Puede ser una habitación en la casa o tan sólo un rincón, pero es importante que reúna las siguientes características:
Debe ser limpio y ordenado. Un ambiente desordenado señala una personalidad caótica, que tiene problemas para organizarse, o que no se preocupa por el orden. La meditación nos enseña a alejarnos de lo material para acercarnos a los espiritual, y por lo tanto los pocos objetos que se encuentren en la habitación deben estar ordenados y limpios.
El aire y la luz del sol deben invadir el lugar. Es importante que la habitación cuente con una ventana o ventanal amplio, que deje entrar la luz del sol. Y también es necesario abrir la ventana (incluso en invierno) para que el aire viciado salga y el lugar se renueve con aire puro y fresco. La iluminación artificial debe ser evitada tanto como sea posible, y cuando sea inevitable, es importante asegurarnos que sea blanca y no amarillenta.
La decoración debe ser escasa. La meditación es muy disciplinada y fomenta la austeridad. Cuadros llamativos, muebles grandes y aparatosos, alfombras muy mullidas son cosas muy agradables y bonitas, pero no para el cuarto de meditación. Lo mejor es que esté pintando de blanco y tenga una manta o un almohadón donde sentarse para meditar, además de un pequeño altar para colocar velas aromáticas o sahumerios. Se puede decorar el lugar con flores o plantas, pero es importante que estén muy sanas, y que las hojas o flores que se les caigan se retiren para no ensuciar el lugar. Si hay una ventana, lo más preferible es que pueda verse el cielo o un paisaje verde; si la ventana da a la calle o deja ver un edificio, es mejor colocar unas cortinas discretas y finas que dejen pasar la luz del sol.
No debe haber mucho ruido. Es importante que a la habitación no lleguen ruidos de la calle ni de otras partes de la casa. Muchas personas instalan su sala de meditación en las terrazas, en cuartos, en el patio o jardín, o incluso en los sótanos (siempre que tengan ventanas, que los bañe la luz del sol y que sean muy aireados), porque de este modo se alejan del ajetreo propio de todo hogar.
Puede contar con un equipo de música. La música puede ayudarnos a alcanzar un estado meditativo más profundo. Se recomienda utilizar música clásica o los CD con sonidos naturales (que traen, por ejemplo, ruidos de olas rompiendo en la playa, pájaros cantando o el viento meciendo las hojas de los árboles). En este caso es muy importante personalizar y elegir la música que más hable a nuestros corazones, poco importa su origen o género siempre que nos ayude a relajarnos. Sin embargo, es importante recordar que la música instrumental es mejor; cuando se trata de canciones con letra, tendemos a distraernos más.
Ayuda tener sahumerios y aceites esencia/es. Se pueden utilizar velas aromáticas, inciensos, sahumerios y aceites para hornillos. Existe una gran variedad de aromas para elegir; lo mejor es utilizar los más suaves, como por ejemplo:
• Almendra
• Damasco
• Durazno
• Eucalipto
• Jazmín
•Lavanda
• Lila
• Pasionaria
• Pera
• Rosa
•Ruda
Cuando no contamos con una habitación extra para dedicar a la meditación y consagramos un rincón de la casa a esta práctica, es importante seguir estos mismos consejos, y que se apliquen no sólo a la zona donde meditaremos, sino a toda la habitación. Mucha gente elige meditar en su dormitorio, otra prefiere hacerlo en la sala de estar; lo único que importa es que se mantenga el lugar limpio, ordenado, bien aireado e iluminado con luz natural.
Un último detalle que debe tomarse en cuenta a la hora de meditar es nuestra vestimenta. La ropa que usemos debe ser, ante todo, holgada: las prendas ajustadas no permiten al abdomen relajarse y expandirse, haciendo más difícil la respiración profunda. Además, debe ser ropa que nos quede cómoda y nos permita mover las piernas y brazos con facilidad. Y se prefieren las prendas de materiales naturales, como la seda, el algodón o el lino, en vez de lycra, poliés-ter u otro material artificial. También es muy recomendable meditar descalzados.
Antes de la meditación
Meditar temprano por la mañana y en un lugar especialmente diseñado y aislado del ajetreado mundo exterior sin dudas aumenta nuestra capacidad de concentración. La postura, la respiración y los mudras ayudan también a perdernos en nuestro interior, pero de todos modos es difícil ingresar sin preámbulos en el estado meditativo. Para relajar el cuerpo y la mente antes de cada sesión es bueno realizar el siguiente ejercicio, que relaja la mente y el cuerpo y nos prepara para empezar a meditar.
Ejercicio de relajación
1) Colocamos una vela (que puede ser aromática o no) a la altura de los ojos, y la encendemos.
2) Asumimos la postura del sastre y el mudra de la contemplación.
3) Nos concentramos en la llama de la vela, tratando de limpiar la mente y de dirigir toda nuestra atención hacia ella.
4) Sin cerrar los ojos ni alejar la vista de la llama, visualizamos que su luz ingresa a nuestro cuerpo con cada inhalación.
5) Visualizamos que con cada exhalación dejamos escapar todas las tensiones, físicas y emocionales, de nuestro cuerpo.
6) Cerramos los ojos y llevamos la atención a nuestra pierna derecha. Vemos cómo una llama, similar a la de la vela, se enciende allí.
7) Hacemos lo mismo con la pierna izquierda, luego con el brazo derecho, luego con el izquierdo y después en el pecho, en la zona de la pelvis y, finalmente, en la cabeza.
8 ) Visualizamos todo nuestro cuerpo, como si nos estuviéramos viendo desde arriba. Vemos cada llama, y observamos cómo de a poco van creciendo hasta cubrirnos por completo con su luz.
9) Visualizamos cómo la luz empieza a exceder nuestro cuerpo, como una llama que crece y cubre no sólo nuestro cuerpo físico sino el aire que rodea nuestro cuerpo, hasta formar un halo alrededor nuestro.
10) Abrimos los ojos poco a poco y deshacemos el mudra y la postura corporal lentamente, hasta quedarse parados de pie.
http://www.oraciones.com.es/tecnicas-de-meditacion/antes-de-la-meditacion.html