Meditación Introspectiva
El diccionario define "introspección" como "la inspección del alma por sí misma". Es, básicamente, la contemplación de nuestro Ser, de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de nuestras reacciones. No es necesariamente el análisis de todo esto, la búsqueda de un trauma infantil que justifique toda nuestra conducta. Eso es "psicologismo barato". Es más bien reflexionar sobre uno mismo, sobre lo que somos, lo que queremos, lo que necesitamos.
La introspección es volcar nuestra atención a nuestros propios procesos mentales, al proceso de pensar. Es una forma de estar consciente de lo que sucede en nuestro interior. De que las cosas que pasan en nuestro interior no pasen sin ser vistas. La meditación introspectiva es, en cierta medida, la meditación para principiantes. Nos enseña a prestar atención a nuestros pensamientos, a volvernos conscientes del discurrir de la mente y así poder separar los pensamientos más válidos, más puros, más inspiradores.
Al mismo tiempo, nos ayuda a comprender que no somos nuestros pensamientos, sino que somos quien los piensa; que ellos nos hacen a nosotros tanto como nosotros los hacemos a ellos. Y de esta forma, aprendemos a separarnos de nuestros pensamientos, a separar nuestro Ser interior de nuestras ideas. El ser interior es mucho más que los productos de nuestra mente: es también la Llama Divina que arde en nuestro corazón, es lo inconsciente, lo heredado genéticamente, lo involuntario. Porque al separarnos de nuestros pensamientos, aprendemos a acallarlos. Y así, nos abrimos a la posibilidad de meditar con otras técnicas más complejas que nos piden que ya sepamos cómo aislarnos del discurrir de la mente.
También es posible realizar la meditación introspectiva sin buscar reemplazarla luego por otra técnica. Es sin dudas la técnica que más atención presta a nuestros pensamientos, y quizás por eso algunos autores afirmarían que no es una verdadera meditación, puesto que el objetivo de ésta es alejarnos de ellos. Pero esta técnica sólo se centra en nuestros pensamientos para enseñarnos que no debemos considerarlos nuestro Ser. Porque los pensamientos, las emociones y las sensaciones cambian constantemente. Y el vértigo, la velocidad con que cambian, nos seduce, nos hace concentrarnos en ellos, como si no existiera dentro de nuestro cuerpo nada más.
El hombre del siglo XXI está acostumbrado a seguir la cadena de ideas de su mente, de seguir paso a paso cómo sus pensamientos se desarrollan, evolucionan y se transforman en otros. Porque siempre estamos pensando en algo; no es extraño que mientras hacemos una cosa, pensemos en la otra. Y así, ninguna de las dos recibe nuestra total atención ni dedicación.
Nuestra atención vaga constantemente. Pero si aprendemos a observar conscientemente la forma en que nuestros pensamientos cambian, aprendemos mucho sobre nosotros mismos. Empezamos a comprender la naturaleza de nuestra mente, de nuestra personalidad.
¿Cuántas veces nos ha sorprendido una emoción inesperada? ¿Cuántas veces nos ha agobiado un sentimiento sin que sepamos cómo superarlo? Siguiendo el hilo de nuestras ideas, nos perdemos la oportunidad de observar cómo ese hilo se va tejiendo; pero conociendo el proceso, comprendemos mejor por qué sentimos lo que sentimos.
Dicho de otra manera: observando cómo pensamos quiénes somos, descubrimos que somos mucho más que las ideas que se nos ocurren. Que somos esas ideas pero también el Ser que las piensa.
Este concepto es complicado. Recurramos a un ejemplo para clarificarlo: supongamos que reflexionando sobre nuestra conducta para con los demás, nos damos cuenta de que somos egoístas. Entonces, somos capaces de darnos cuenta de que lo somos, y por lo tanto debemos tener, aunque sea, algún pequeño porcentaje de preocupación por las personas que nos rodean. Al igual que sucede con los locos (que no saben que están locos) quien es puramente egoísta, jamás se da cuenta de que lo es. Quien puede reconocer que a veces actúa en forma egoísta, es mucho más que eso.
Detrás de todo pensamiento existe una inteligencia, una sensibilidad que le dio origen. Y nosotros somos también esa inteligencia. Somos esa sensibilidad que nos permite darnos cuenta de que hemos sido egoístas. Somos la voluntad de cambiar nuestra forma de ser. Somos la conciencia moral que nos dice que está mal ser egoístas con los demás. En pocas palabras: somos el pensamiento y el pensador, no solamente el contenido de nuestras ideas.
Conciencia de uno mismo
"Tener conciencia de uno mismo" es saber que uno existe. Mejor dicho, saber que uno es un individuo, una persona única, diferente de todos los demás. Es igual a conocer nuestra personalidad, a saber quiénes somos. Ser consciente de nosotros mismos es la forma más objetiva de conocernos; es decir, no de sentir quiénes somos, sino de saber quiénes somos.
La introspección es la herramienta para lograr esto. Saber quiénes somos es obtener una claridad mental increíble y poderosa. Por supuesto, conocernos completamente es imposible; pero gracias a la meditación introspectiva podemos llegar a conocernos bastante. Y conocer la esencia de nuestro Ser es el objetivo de todo filósofo, de todo artista, y de toda persona que quiera evolucionar espiritualmente.
Los maestros espirituales, de hecho, son quienes se dedican a la introspección por horas y horas cada día. Durante este proceso pueden llegar a sufrir mucho; hasta que nos encontramos, podemos sentirnos muy perdidos. Pero el haberse sometido por tanto tiempo a la búsqueda de su Ser es, justamente, lo que los convierte en maestros. No porque hayan descubierto nada demasiado impresionante, sino porque recorrieron el camino para llegar hasta allí, alcanzan un nivel de conciencia superior. Son sabios porque saben cómo superar los obstáculos, no porque tengan todas las respuestas.
Al contrario de lo que podría pensarse, tener conciencia de uno mismo no es una forma de apartarse del mundo. Es una forma de entender el mundo. Hay una frase popular que dice: "pinta tu aldea y pintarás el mundo". Esto quiere decir que al describir lo más propio y específico de nuestra comunidad, estamos describiendo procesos, sentimientos, situaciones, que son comunes a todos los hombres.
Cuando vemos una película ambientada en, digamos, la Francia del siglo XVIII, ¿por qué nos emocionamos? No vivimos en ese siglo, sólo lo hemos conocido por medio de la literatura y el cine, no enfrentamos los mismos problemas que las personas de ese siglo, no tenemos su mismo estilo de vida. Pero nos emocionamos porque el alma del ser humano ha sido la misma desde el comienzo de los tiempos.
Demos un ejemplo más claro: la mejor manera de comprender el dolor de los demás es comprendiendo el dolor propio. Cuando muere el padre de un amigo, y nosotros mismos hemos perdido a nuestros padres, podemos comprender por lo que esa persona está pasando. Por supuesto, habrá diferencias, pero el sentimiento de orfandad es uno solo y universal.
De manera similar, si conocemos la felicidad interna podemos vivir la felicidad en el exterior. Si estamos contentos con lo que somos, podemos estar contentos con los demás. Muchas parejas no funcionan porque uno de los dos miembros (y en algunos casos, los dos) están inconformes con lo que son. Con su carrera, con las decisiones que han tomado, con los sueños a los que han renunciado. Viven preguntándose "qué hubiera pasado si yo...". Están inconformes con su vida. Y cualquier persona que trate de formar parte de ella, resultará igual de insatisfactorio, se encontrará con un alma que está fijada en el pasado y no presta atención al presente. Sólo cuando nos relacionamos desde el amor podemos vivir el amor.
Dijimos recién que la introspección es una forma de conocer el mundo. Y en forma análoga, viajar es una forma de introspección. La literatura moderna y el cine (una forma de arte que no nació hasta el siglo XX) han trabajado este tema muchísimas veces. Es casi un lugar común contar la historia de una persona que ante una crisis de identidad, se sube a un auto y sale a la ruta, decidido a encontrarse. El viaje de una ciudad a otra es una metáfora del viaje interno hacia nuestro Ser.
Este género, en el cine, se llama road movie (literalmente, "película de ruta") y un buen ejemplo de él es el film Cuando huye el día, del famoso director Ingmar Bergman. Es la historia de un eminente profesor de medicina llamado Isak Borg, que viaja en un auto, acompañado por su nuera y tres jóvenes que estaban haciendo dedo en la ruta, hacia su vieja Universidad, donde se realizará un acto en su honor y recibirá un premio por sus 50 años como médico. En el camino, se ve inundado por recuerdos de su infancia y su juventud, que lo llevan a cuestionar las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. Se da cuenta de que no es una persona cálida, de que se ha alejado de los demás, y de que ha perdido la alegría de vivir que tenía durante su juventud. Finalmente, su nuera le confiesa que está embarazada. A través del cariño que le profesan los tres jóvenes, y ante la perspectiva de un nieto que pronto nacerá, se da cuenta de que su vida no ha sido perfecta, pero que no ha sido inservible; gracias al amor de su familia, se da cuenta de que su vida ha valido la pena. Isak alcanza un nivel de satisfacción consigo mismo enorme. Pero eso sólo fue posible luego de que buceó en su interior y se encontró con su verdadero Ser. Cuando pudo aislar sus pensamientos, sus recuerdos, sus ideas, sus miedos, sus pesadillas, sus temores, separarse de ellos y ver su vida desde otra perspectiva, se encontró con una profunda sensación de plenitud.
Ver este tipo de películas es sin duda una actividad inspiradora para quien busca superarse a sí mismo. ¿Algunas otras de ellas? París, Texas, de Wim Wenders. Mi mundo privado, de Gus Van Sant. Lo opuesto del sexo, de Don Roos. Historias mínimas, de Carlos Sorín. Cleopatra, de Eduardo Mignogna. Sabiduría garantizada, de Doris Dórrie. Los secretos de Harry, de Woody Alien (que es una versión mas moderna de Cuando huye el día).
En estas películas, la distancia que los personajes ponen entre sí mismos y sus hogares representa simbólicamente la distancia que nosotros debemos poner entre nuestros pensamientos y nuestra conciencia, para no confundir lo que somos con lo que pensamos.
Sólo así podemos encontrarnos con nuestro Ser. Con el amor, la alegría, la plenitud que reside en nuestros corazones y espera que nosotros salgamos a buscarla.
Ejercido de meditación
1) Asumimos la postura corporal y el mudra elegidos.
2) Cerramos los ojos y nos concentramos en nuestra respiración, sin modificarla aún.
3) Vamos reduciendo nuestro ritmo respiratorio, lentamente, tanto como nos sea posible.
4) No pensamos en nada. Cuando surge una idea, la reconocemos corno tal. No nos dejamos arrastrar por ella, simplemente decimos con nuestra voz interior "estoy pensando" y observamos desde afuera esa idea.
5) Esperamos en silencio. Vemos cómo esa idea se disuelve lentamente hasta desaparecer.
6) No pensamos en nada. Cuando surja otra idea, repetimos el paso 3.
7) Continuamos meditando hasta que podamos pasar varios minutos sin pensar en nada.
8 ) Observamos el silencio por tanto tiempo como deseemos.
9) Cuando estemos listos para finalizar, volvemos a concentramos en nuestra respiración.
10) Vamos recuperando nuestro ritmo respiratorio normal.
11) Abrimos los ojos, lentamente. Esperamos unos minutos en silencio antes de incorporarnos.
Nota aclaratoria:
Es posible que en las primeras sesiones no logremos pasar varios minutos sin que surja alguna idea; en estos casos, cuando hayamos aislado unos diez pensamientos, podemos poner fin a la meditación.
Con el paso del tiempo, y con la práctica, cada vez será más fácil identificar y aislar los pensamientos. Pronto, seremos capaces de llegar a la suspensión de los pensamientos después de tan sólo algunas aislaciones iniciales. Debemos ser pacientes y esperar que llegue este momento sin desanimarnos ni abandonar la práctica de la meditación.
http://www.oraciones.com.es/tecnicas-de-meditacion/meditacion-introspectiva-1.html