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 ¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?



Enero 26, 2011, 06:05:15 am
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Desconectado Irene Zambrano

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¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?
« en: Enero 26, 2011, 06:05:15 am »
¿QUÉ HAY DE TU MADRE EN TI?

La relación madre-hija es el vínculo más profundo que existe. Tanto si está reforzada por el amor o debilitada por el dolor, la unión está presente en tu vida. Comprueba hasta qué punto.

La relación madre-hija es de las más intensas que una mujer puede experimentar a lo largo de su vida. Es fuerte y es primaria; y, aunque a menudo sutil, tiene un poderoso efecto sobre nuestra forma de relacionarnos con nuestra pareja, hijos, amigos y sobre todo con nosotras mismas. Aunque es posible que tu madre haya dejado de formar parte de tu vida diaria, sabes que sigues llevándola contigo, para bien o para mal.
Como mujeres, no sólo estamos protegidas y sustentadas por las madres, como les ocurre a los niños; además, seguimos su modelo y consideramos nuestra feminidad en relación a la suya.
Es bastante habitual que, al criar a una hija, lo hagamos de forma contraria, o significativamente distinta, a como fuimos criadas por nuestra madre. Queremos compensar las áreas en las que nos sentimos heridas, desprotegidas o privadas de determinadas cosas.
Por eso, gran parte de nuestra manera de educar niñas es reactiva e inconsciente: nos limitamos a alejarnos de cualquier cosa que nos recuerde la manera de actuar de mamá. Esto crea a menudo un fenómeno curioso: los modelos se repiten en generaciones alternas.

DE NIÑA ABANDONADA A MAMÁ RESENTIDA

Así, la niña que se ha sentido abandonada o desatendida y decide ser una madre entregada a sus hijos, volverá a sentirse abandonada cuando a éstos les toque irse del hogar familiar.
E igual de doloroso resulta educar a las hijas tal y como nos educaron a nosotras, con la esperanza de recrear la magia de nuestra infancia o esperando ganar la aprobación de nuestra madre por criar “correctamente” a nuestros hijos. Cualquier relación que tengamos con las hijas que siga vinculada a nuestro pasado, sin ser conscientes de ello, puede condicionarnos, herirnos y limitarnos.

LOS PERMISOS QUE TE AYUDAN A CRECER

Los permisos, en cambio, son mensajes positivos que alaban a los hijos por pensar y comportarse de una determinada manera: “Cometer errores no es malo…”, “Puedes vestir como quieras…”, “Has resuelto bien este problema…”. Cada permiso que se da otorga una visión expansiva, en lugar de limitadora. Por lo tanto, aprueban al pequeño por ser como es, no como los demás esperan que sea. El mensaje final es: “Eres correcta. Saldrás adelante en este mundo”. El peor entorno para crecer es aquel que hace creer los mensajes negativos y limitadores y omite los expansivos. El pensamiento resultante sería:”Soy mala y nunca conseguiré cambiar para adaptarme al mundo”.
Toda joven busca en su madre las claves de lo que significa ser mujer, y, si ésta no puede dárselas, se siente humillada por su feminidad.
Algunas mujeres no sólo temen ser como sus madres; de hecho, temen convertirse en ellas. Esta “matrofobia” está tan arraigada en nuestra cultura que, con frecuencia, las madres se sienten rechazadas, al ver que sus hijas actúan en reacción a ellas. Así, por ejemplo:
?   Las hijas de mujeres con carácter irritable o emocional intentan controlar sus propios enfados y sentimientos, para no ser vistas como castrantes o destructivas. Esta represión de la cólera les impide con frecuencia aceptar o reconocer lo que les molesta.
?   Las hijas de madres supersticiosas o muy religiosas descartan los aspectos misteriosos y mágicos de lo femenino, en aras de una lógica fría y analítica.
?   Las hijas cuyas madres han sido un modelo positivo, divertido, enriquecedor y de apoyo son a veces las que más difícil lo tienen. Si la hija la ve como una deidad o es dolorosamente consciente de su dependencia de ella, tal vez tenga que repudiarla para encontrar su propia identidad.

EN BUSCA DE TU VERDADERO YO

Para evitar que los mensajes que recibimos nos condicionen de forma negativa, es importante que cada cual llegue a conocer su auténtica personalidad, libre de todas las exigencias de su educación. A este conjunto de rasgos inherentes y personalísimos, Julie Firman y Dorothy Firman, autoras de Hijas y madres: una relación que puede funcionar (Gaia), lo denominan “unicidad”.

¿QUIERES SABER CÓMO HACERLO?

Lee estas preguntas y apunta todas las respuestas que te vienen a la cabeza. Dedica tiempo a pensar en lo que has descubierto y en su significado. ¿Hay cosas que quieras cambiar?, ¿Hay aspectos de tu persona que consideras heredados del pasado y que ya no te sirven?

Lee con atención:
?   ¿Quién era mi héroe o mi heroína cuando era pequeña?
?   ¿Qué quería ser de mayor?
?   ¿Cuáles eran mis actividades favoritas?
?   ¿Cuál era la valoración hacia mi persona que más positiva consideraba de pequeña?
?   Como adulta, ¿a quién admiro?, ¿cómo es esa persona?

Anota una lista de cualidades que consideres que te definen: aceptación, creatividad, belleza, humor, generosidad, amistad…
Reflexiona y trata de identificarte con ellas.


5 FORMAS DE PELEARSE CON MAMÁ

Son cinco prototipos de relación difícil, aunque son muchas las maneras en que madres e hijas se pierden a sí mismas en la relación de la una con la otra. Cada uno de ellos es una historia de culpabilidad, resentimiento y dependencia, de heridas sin curar, es la historia de una relación que no es libre, y por ello no puede ser plena, presente y abierta.
A partir de estos cinco tipos hay muchas y complejas variaciones, tantas como mujeres. La escritora Maureen Murdock dice en su libro Ser mujer, un viaje heroico (Gaia): “La relación madre-hija y la separación de la madre es tan compleja que, en la mayor parte de la literatura sobre mujeres y en los cuentos de hadas, la madre está ausente o muerta, o aparece como una malvada”.

1.   UNIDAS PARA SIEMPRE
Madre e hija expresan una dependencia que no resulta sana, y lo hacen con su grito de guerra:” ¡Estamos tan unidas!”. Sus relaciones con los demás sufren porque lo primordial es siempre su unión. Se sienten orgullosas de su intimidad (a diferencia de las amigas, que siempre discuten). Utilizan su codependencia para evitar la edad adulta, la intimidad con los demás, el miedo a perderse mutuamente. Siempre en crisis, se turnan para que su esfuerzo parezca razonable.

2.   COMO EL PERRO Y EL GATO
Se ven o se llaman con frecuencia, incluso a diario. Se consideran muy conectadas, pero siempre acaban con recriminaciones: “Sólo con que fueras… las cosas serían…”.
Ambas representan su papel: una el de madre adulta, la otra el de la hija niña. Se repiten modelos de la adolescencia y hay resentimiento por ambas partes: por no comprenderse en realidad. Bajo esta incómoda relación se encuentra una dependencia encubierta basada en la incapacidad de licenciarse de sus roles.

3.   FRÍA Y DISTANTE
Madre e hija parecen ser autónomas y adultas. Sólo se ven y se hablan cuando la ocasión familiar lo requiere (navidades, cumpleaños). Puede ser que estén muy ocupadas por su trabajo, o que vivan muy alejadas, o que sus estilos de vida sean muy distintos. Una o ambas pueden jugar y actuar como si les fuera muy bien así. Pero debajo hay un rencor que duele desde el pasado, un anhelo por reconectar y un sentido de culpabilidad en la fría distancia impuesta por una o por las dos.

4.   ¡SOMOS COMO AMIGAS!
La hija y la madre parecen estar muy unidas y tenerse mucho cariño, pero han creado una relación atípica porque comparten cosas equivocadas. Al pretender actuar como “adultas” la una con la otra, omiten sus diferencias y necesidades. Aunque compartirán a un mismo nivel, ambas encontrarán la manera de salirse con la suya y herir o rechazar a la otra. Se trata de una relación en la que no gana nadie, basada en la dependencia oculta de una hacia la otra o de ambas.

5.   DEJA QUE TE AYUDE
Este tipo de relación la establece habitualmente la madre para permanecer cerca de la hija y expiar sus culpas. Pero le ofrece cosas que la hija no necesita. Ella casi siempre acepta, así sigue siendo pequeña. Si rechaza la ayuda, se siente culpable. El dolor y el sentido de culpa de la madre al saber que ha herido a su hija la motiva para intentar solucionarlo, a menudo con los mismos métodos que utilizaba cuando era niña. La culpa de la hija y el miedo a la independencia las une.

(Desconozco su procedencia)


 

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