Escribir sobre nuestros pensamientos y emociones es una herramienta terapéutica de primer orden. Los psicólogos especializados en esta técnica indican que no sólo ayuda a superar las dificultades; también tiene efectos beneficiosos sobre la salud física y nos hace sentir mejor con nosotros mismos.
Un recurso fácil y efectivo que puede llevarse a cabo con dos objetos totalmente asequibles: lápiz y papel.
La palabra escrita está tan presente en nuestra vida que sus virtudes terapéuticas suelen pasarnos desapercibidas.
Todos los que tenemos la suerte de haber ido a la escuela sabemos leer. Si estás leyendo este artículo, seguramente sabes escribir. La escritura es parte de nuestra vida diaria. No me refiero a la alta literatura o a los concienzudos manuales de gramática, me refiero a la escritura cotidiana, la que llevamos a cabo cada día casi sin darnos cuenta.
Escribimos cartas o correos electrónicos, tomamos apuntes en las reuniones de trabajo o en la escuela, escribimos notitas de amor o recordatorios de cosas pendientes, la lista del supermercado… La escritura nos parece algo casi tan natural y sencillo como hablar y, por eso, a menudo olvidamos, e incluso desconocemos, el poder de la palabra escrita.
Hace muchos años, cuando era niña, me impresionó un anuncio que vi en el diario. Ocupaba una hoja del periódico y se trataba de un letrero con enormes letras mayúsculas que decía simplemente: “!IMBÉCIL!”, y debajo, en letras muy pequeñas, se leía: “La palabra escrita impacta, ¿verdad?”. Efectivamente me impactó y, a través de los años, he comprobado que la palabra escrita tiene una enorme fuerza, para bien y para mal. Hoy en día, existen numerosas investigaciones científicas que han demostrado que escribir puede ser una importante fuente de bienestar en nuestras vidas.
El psicólogo estadounidense James Pennebaker, especialista en los efectos terapéuticos de la escritura y profesor de la Universidad de Texas, lleva más de treinta años investigando. Originariamente, se especializó en el estudio de los traumas y ya entonces evidenció que quienes hablaban de sus experiencias traumáticas presentaban menos síntomas que quienes lo hacían. El doctor Pennebaker estudió, entonces, si el hecho de escribir también podría ser útil para sobrellevar los traumas.
En una de sus investigaciones pidió a los participantes que escribiesen quince minutos diarios durante cuatro días. Organizó cuatro grupos; al primero le pidió que escribiese tan solo sus pensamientos sobre una experiencia traumática; al segundo, que escribiese su sentimiento en torno a un trauma; un tercer grupo tenía que escribir sobre sus pensamientos y sentimientos con relación a una experiencia traumática; y el último –el grupo control-, sobre lo que veía por la ventana u otro tema superficial.
El doctor Pennebaker observó que las personas que escribían tanto de sus sentimientos como de sus pensamientos respecto a una experiencia traumática inicialmente se sentían más tristes pero, poco más después, mostraban una marcada reducción (casi el 50%) de los síntomas físicos negativos. Estos resultados le motivaron para explorar más la relación mente y cuerpo en la escritura. Para ello, realizó un estudio similar, en el que se tomaban muestras de sangre a los pacientes el día antes de empezar a escribir, al final del cuarto día de escritura, y quince días después.
Los resultados fueron sorprendentes. Quienes habían escrito sus pensamientos y emociones tenían un número significativamente mayor de linfocitos T en la sangre; es decir, sus sistemas inmunitarios funcionaban mejor que los de las personas que no habían escrito sobre sus emociones e ideas en torno al trauma. Estos niveles altos de linfocitos T se mantenían a lo largo de las seis semanas.
Existen otros estudios que evidencian que escribir puede ayudar a mejorar los síntomas de ciertas enfermedades. Por ejemplo, el llevado a cabo por el psicólogo Joshua M.Smythy su equipo de colaboradores de la Universidad Estatal de Dakota del Norte (EE.UU.) los investigadores observaron que pacientes con asma o artritis reumatoide que escribieron sobre episodios traumáticos de sus vidas mejoraron su salud cuatro meses después de realizar este ejercicio. Paralelamente, los pacientes que habían recibido los mismos cuidados médicos pero no habían escrito no mostraron mejoría alguna.
El doctor Pennebaker también ha estudiado los beneficios de escribir entre estudiantes universitarios y en determinadas situaciones laborales, y siempre ha observado que las personas que escriben, bien sea sobre una tarea o sobre sus experiencias difíciles, tienen un mejor desempeño que quienes no lo hacen. El autor destaca que, resumiendo, el ejercicio de escribir puede aportar los beneficios siguientes: aclara la mente, resuelve traumas que interfieren en nuestras vidas, ayuda a adquirir y retener información nueva y permite resolver problemas; además, la escritura libre facilita la escritura obligada, es decir, que si tenemos que escribir un documento formal de trabajo, no nos costará tanto si antes escribimos libremente sobre el tema que sea.
¿Te están dando ganas de intentarlo? El doctor James Pennebaker ofrece consejos prácticos para quienes quieran practicar la escritura terapéutica. Busca un lugar y un momento tranquilos, lo ideal sería al final del día, antes de acostarte. Hazte la proposición de escribir un cuarto de hora aproximadamente durante cuatro días consecutivos. Puedes escribir sobre el mismo tema o sobre cosas diferentes cada día. Escribe sin parar, no te preocupes por la ortografía.
Si no estás seguro de lo que vas a escribir, el doctor Pennebaker propone hacerlo sobre algo que te preocupa mucho, algún sueño, algo que afecta negativamente a tu vida, algo que has estado evitando largo tiempo… Déjate ir y explora tus sentimientos y pensamientos. El doctor Pennebaker señala que, aún sin ser traumáticas, casi todos nos hemos enfrentado a situaciones difíciles o dolorosas y, por tanto, todos podemos beneficiarnos de escribir.
Escribir no sólo ayuda a resolver dificultades, también puede ayudarnos a lograr nuestras metas y ser más felices. Laura King, profesora de la Universidad de Missouri (EE.UU.) ha observado que cuando las personas escriben sobre su “posible mejor yo” (describiendo un escenario en el que se sienten plenamente felices, haciendo lo que quieren hacer y siendo como desean ser) se eleva notablemente su estado de ánimo. Asimismo, si las personas escriben sobre sus metas, es mucho más probable que las logren.
Escribir este artículo me ha llenado de entusiasmo; espero haber despertado la curiosidad por explorar y utilizar este recurso fácil, barato y que tenemos en el punta de los dedos.
Estudios científicos demuestran que escribir sobre experiencias traumáticas ayuda a superarlas.
Texto: Margarita Tarragona. Doctora en psicología. Coordinadora del diplomado en psicología positiva de la Universidad Iberoamericana, en Ciudad de México.