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 LA PREPARACIÓN DEL MORIBUNDO



Enero 26, 2013, 06:16:37 am
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LA PREPARACIÓN DEL MORIBUNDO
« en: Enero 26, 2013, 06:16:37 am »
LA PREPARACIÓN DEL MORIBUNDO


Desgraciadamente son muchas las personas que no saben enfrentarse a los últimos momentos de su vida y suelen caer en la desesperación.

Sólo aquellas que han tenido la debida preparación, se comportan con serenidad y da muestras de positividad.

Algunas tienen la suerte de estar rodeados de personas cariñosas y compasivas que se esfuerzan en consolarles, pero otros no tienen esa oportunidad.

Debería preparase a los médicos y a las enfermeras para que sepan cómo tratar con misericordia a los moribundos de los hospitales.

Hay casos de verdadera entrega humana por parte de estos profesionales, pero también se dan casos de deshumanización.

La frialdad de una unidad de cuidados intensivos, por ejemplo, puede palearse en gran medida con el Amor.

Un gesto cariñoso puede valer más que mil palabras.

Dichoso el moribundo que escucha palabras de aliento mientras siente en su frente el calor de una mano amiga.

La persona que ha trabajado durante su vida para crecer espiritualmente, tiene fe y por lo tanto no duda en que su verdadera identidad es inmortal. Por lo tanto llega al óbito con paz interior.

Aunque la agonía sea lenta acompañada de sufrimiento físico, sabe soportarla con entereza, seguro como está de que pronto se liberará de todas las ataduras materiales.

Pero el que no es consciente de todo esto, puede necesitar de la ayuda de sus seres queridos para combatir el miedo y la tristeza.

No es fácil abandonar el mundo físico para el que está apegado a él.

Algunos enfermos se resisten a morir, agonizan durante días, aferrados a la vida que se les escapa.

Puede ser la desesperación al pensar que no volverán a ver a sus familiares y amigos o el saber que han dejado sin terminar muchas cosas.

¿Qué se puede hacer por estas personas?

Depende del estado en que se encuentren.

Si están conscientes, podemos hablarles para consolarles, pero con actitud positiva.

No deben vernos abatidos, destrozados, porque entonces su pena puede ser aún mayor y dificultar por lo tanto su fin.

Hay que hablarles de la muerte como algo natural, recordarles que todo ciclo de vida física tiene un final.

Si se trata de una persona que cree en Dios y por lo tanto en la vida después de la muerte, hay que decirles que tenga muy presente que la muerte es sólo la puerta para entrar en ella.

Si sabemos que está preocupado por la familia, en qué estado se quedan, etc., hay que decirle que no debe preocuparse por nada, que todo se arreglará, que todo está ya previsto.

Coge sus manos entre las tuyas y háblale dulcemente.

Y no olvides que es importante que te vea firme, seguro de lo que dices.

Puedes también ayudarle con la oración y la meditación.

Desconecta del exterior y profundiza en tu interior.

Después habla con su alma, visualízala como una luz brillante y siente que te escucha.

Ayúdale entonces a desprenderse del cuerpo físico con alegría.

Esto es muy recomendable hacerlo sobre todo con aquellos moribundos que se aferran a este mundo y prolongan inútilmente su agonía.

Luego, si quieres, puedes emplear también la oración, pidiendo con fe y con amor para que todo ocurra en paz, para que el alma se eleve al plano que le corresponda y pueda seguir su camino.

Pide también por todos los que se quedan, para que acepten positivamente la marcha del ser querido.

Para terminar este apartado, deseo contarte un pasaje en la vida de Buda que contiene una gran enseñanza sobre cómo tener una actitud positiva ante la muerte de un ser querido.

Por aquél entonces había una mujer llamada Kisagotami, a la que un día se le murió su único hijo. Incapaz de resignarse a lo inevitable, fue de un lado para el otro preguntando si había una medicina que pudiera devolverle la vida al fallecido.

Fue entonces cuando alguien le habló de Buda aconsejándole que fuera a verle, pues seguramente él si tenía esa medicina.

Cuando Kisagotami llegó donde estaba el Maestro, le preguntó si podría resucitar a su hijo.

Buda le dijo que conocía la medicina necesaria, pero para prepararla necesitaba que ella le trajese semillas de mostaza que procedieran de una casa donde no hubiese muerto nadie.

La mujer marchó al pueblo y fue de casa en casa en busca de las semillas.

Pero no encontró ni un solo hogar donde la muerte no hubiese hecho acto de presencia.

Así se dio cuenta de que su dolor era compartido por mucha gente, y comprendió lo que Buda había querido enseñarle.

Reconfortada, dio sepultura a su hijo y fue a ver otra vez al Maestro.

Buda le dijo al verla que todas las criaturas vivas han de morir por ley natural y que ella no era la única que había perdido a un hijo.

Nadie se libra de la pérdida de un ser querido, es algo inexorable.

Por eso hemos de prepararnos bien para afrontar con serenidad ese hecho.


Autor desconocido

 

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