SER HUMANO ES UNA RESPONSABILIDAD
Observo que, muy a menudo, mucha gente se ampara en el hecho de ser humano para desembarazarse de la responsabilidad de sus irresponsabilidades.
A nuestra “Humanidad”, el hecho de ser humanos, le adjudicamos definiciones que, según el momento, llegan a tener interpretaciones opuestas.
Cuando nos interesa, para exculparnos, decimos que “somos humanos”. Eso se interpreta tal como nos interesa en ese momento: “somos imperfectos”, pero además también como “podemos hacer mal todo lo que queramos y la palabra mágica humanos nos exonera de cualquier responsabilidad”.
“A fin de cuentas, somos humanos”, decimos cuando no hemos estado a la altura de las expectativas.
Pero otras veces nos interesa que la “Humanidad” sea algo muy cercano a la divinidad –que lo es-, y entonces es “sensibilidad, compasión de las desgracias de nuestros semejantes”. Sale a relucir nuestra “humanidad” –el hecho de ser humanos- cuando nos comportamos de un modo que calificamos como “extraordinario”, cuando lo extraordinario debiera ser lo habitual, o sea, lo ordinario.
Ser humanos, en realidad, es un ejercicio en el que han de participar todas nuestras cualidades, nuestra calidad personal, las esencias espirituales y nobles, el alma.
Ser Humano, y estar en el Mundo, es bastante más que ocupar un espacio, dejar transcurrir los días, poner un poco de voluntad, y tratar de no ser malo. Es más que conseguir y acumular. Es más que la rendición y la frustración.
Es la intención de ser cada vez mejor, de ser útil, de respetar al prójimo y de comprenderle en todas sus circunstancias, de ser agradecido, de ser noble y practicar la generosidad, de manejarse con soltura en lo divino y en lo terrenal, de querer colaborar en la mejora de los humanos como especie o como Hijos de Dios.
Una gran responsabilidad que no debes eludir.