Aries, tauro y géminis.
Cada una de estas tres representaciones se conserva casi igual que cuando los egipcios y los babilonios trazaron sus primeras versiones del zodíaco. En el famoso zodíaco del templo de la ciudad egipcia de Dandara, Aries estaba representado con la figura de un carnero. Perduraba con esta forma en el zodíaco medieval, por ejemplo en el encantador zodíaco de la puerta norte de la fachada occidental de la catedral de Chartres, en Francia; sin embargo, el símbolo de Aries es muy distinto en la actualidad.
Tauro se representaba como un toro, en los primeros zodíacos de Egipto y Babilonia. La corpulencia física del toro y su potencia sexual conectaban espontáneamente con las cualidades del segundo signo zodiacal, que es tradicionalmente el signo de la pesadez y la lentitud y el de la actividad sexual.
Géminis, al principio, se representaba con la imagen de dos muchachos o hombres. En los zodíacos romanos, influidos por la astrología griega y egipcia, se identificaban con los hijos mellizos de Leda: Cástor, que era mortal, y Pólux, que era inmortal. Sin embargo en la Alta Edad media se les representaba, cada vez con más frecuencia, como seres de sexos opuestos, como en el zodíaco del siglo XIII que adorna el pavimento de San Miniato al Monte, en Florencia (Italia). Este cambio en el simbolismo refleja unos cambios en las relaciones hombre-mujer, y estos comienzos de la emancipación de las mujeres quedaban también expresados en las novelas de caballerías de aquella época. Las imágenes zodiacales representaban, bajo su aspecto material, todas estas evoluciones del plano espiritual.
Inevitablemente este simbolismo de hombre y mujer en el nuevo Géminis fue llevado a sus extremos de carnalidad, y en los siglos XV-XVI Géminis aparece frecuentemente representado en forma de una pareja de enamorados, a veces incluso en contacto sexual.
Tras estas representaciones externas de los signos del zodíaco existen abundantes significados esotéricos y secretos empleados a menudo por alquimistas, artistas, poetas y arquitectos. En la tradición esotérica Aries representa la llama del espíritu. Tauro simboliza la fecundidad y lo terreno, la encarnación y el crecimiento. Géminis, la expresión y la comunicación.
Sin el conocimiento del simbolismo astrológico, resultaría muy difícil comprender el significado de numerosos textos y dibujos alquímicos. Uno de estos dibujos alquímicos, el Espejo de la verdad, obra del siglo XVII, sirve de ejemplo: en él un hombre sujeta una antorcha con la mano derecha, y las llamas, que están quemando un templo, brotan de un símbolo similar al de Aries.
Para comprender esta imagen es necesario saber que, en la tradición esotérica, Aries es el signo del espíritu y que tiene dos formas de actuación sobre el mundo: puede ser creador o destructor. El templo es aquí un símbolo del espíritu, y las llamas representan el aspecto destructor de Aries.
Con la otra mano, el hombre sujeta una representación del mundo coronada por una cruz. Por encima, una flecha procedente de un carnero celeste -la representación de Aries- señala hacia la cruz, para mostrar que el camino idóneo para las inclinaciones de Aries es el de una afinidad beneficiosa con la tierra, que se encuentra debajo. El espíritu intenta constantemente fructificar y enriquecer la tierra.
Un ejemplo más complejo del empleo de Aries como símbolo del espíritu puede observarse en La divina comedia de Dante, del siglo XIV. En el poema Dante se describe a sí mismo en su viaje a través del infierno, el purgatorio y el cielo. El purgatorio es una montaña a la que se accede por varias entradas. En la cornisa, Dante ve las imágenes esculpidas de los pecadores caídos a causa de su orgullo. Asocia el ascenso de la montaña con la penosa ascensión por las escalinatas hasta el templo de San Miniato al Monte, desde donde se contempla Florencia, ciudad natal del poeta. En ese momento aparece un ángel que aparta de su frente el pecado del orgullo.
La correcta interpretación de esta parte del poema requiere la comprensión de la naturaleza de Aries. Según los astrólogos medievales, el primer signo del zodíaco dominaba sobre la ciudad de Florencia, y también sobre la cabeza humana. De esta forma, la sola mención de Florencia y de la frente evoca el signo de Aries. Y, lo que es más importante, el pecado característico del vehemente Aries es el del orgullo.
Aries rige los principios de las cosas, incluso las que se hallan en el dominio de lo espiritual. Constituye por ello una excelente asociación para el inicio de la penosa ascensión al Monte del Purgatorio, donde las almas de los muertos se espiritualizan mediante la expiación de sus más oscuros elementos.
Aries es un signo de fuego, lleno de una exuberante energía espiritual. Tauro es el signo de la sólida tierra, relacionado con la fecundación de los lugares en los que se puede desarrollar el crecimiento. Aries y Tauro actúan asociados; el signo del fuego provoca chispas de energía que vitalizan el indolente elemento tierra. Pero no pueden completarse mutuamente: de la conjunción del luminoso Aries con la oscuridad de Tauro, nace un tercer elemento, que es Géminis. Géminis es el primero de los signos zodiacales "humanos". Es también el primer signo que pertenece por entero a la Tierra, mientras que hay algo ultraterreno en Aries y en Tauro.
Esta idea queda expresada en uno de los más espléndidos zodíacos del mundo occidental, que se halla en uno de los pórticos de la abadía de Vézelay, en Francia. Las imágenes de Aries y Tauro reciben aquí un tratamiento especial: hay una ruptura total con la tradición, ya que cada uno se representa como medio animal, medio pez. Esta curiosa desviación de las normas medievales tal vez indique que ambos signos quedan desligados del mundo tangible, y constituyen arquetipos de las formas platónicas: están vinculados al mundo de las ideas, fuerzas espirituales que intentan encontrar una expresión tangible, aunque no puedan integrarse en el mundo material. Resulta significativo que, por contraste, la pareja de Géminis de Vézelay se abraza, permaneciendo en la Tierra sobre un fondo de estrellas.
Un bonito ejemplo del simbolismo asociado a tauro ha sido descubierto en el pueblecito de Gropina, cerca de Arezzo, en la Toscana (Italia). El púlpito presenta unos cuantos símbolos extraordinarios. En el atril hay grabadas tres imágenes: un águila encima de un ser humano, que a su vez se encuentra sobre un león. Son el símbolo de tres de los cuatro evangelistas: el águila, el de san Juan; la figura humana que lleva un libro, el de san Mateo; y el león, el de san Marcos.
El símbolo del cuarto evangelista, san Lucas, es el Toro. Si queremos averiguar el porqué de su ausencia en el atril de Gropina, hemos de penetrar en las enseñanzas esotéricas relacionadas con la visión cristiana de la ciencia zodiacal.
Tauro está asociado a la garganta, en especial a la laringe y al habla. De hecho, el los círculos astrológicos todavía se afirma que una persona con influencia de Tauro ha de tener una hermosa voz. A causa de esta antigua asociación, la primera simbología cristiana adoptó a Tauro como uno de los símbolos de Cristo, el Verbo o Logos. La asociación era doble: el Log os taba enlazado con el habla, regida por Tauro; y el sacrificio de la crucifixión enlazaba con la idea del toro sacrificado, uno de los ritos habituales en los tiempos de Grecia y Roma.
Al aplicar esto al atril de Gropina, observamos que el cuarto símbolo aparece cuando el sacerdote asciende al púlpito, expresando la palabra de Dios y simbolizando a Cristo.
Las asociaciones "secretas" de Tauro rebasan el terreno del arte religioso. El símbolo actual de Tauro no es el mismo que el empleado en la época medieval; parece proceder de una casi perdida tradición astrológica griega que posiblemente fue recogida e introducida en occidente por los pensadores de Chartres, que en los siglos XIII y XIV propagaron por Europa algunas enseñanzas secretas. Cuando en el siglo XVI el ocultista alemán Agripa interpretó este símbolo, insistió en que se basaba en el dibujo de la cabeza de un toro; pero puede interpretarse, con igual razón, como una representación de la Tierra coronada por una media luna: ésta acoge las fuerzas espirituales que fluyen hacia el interior de la Tierra a raíz del sacrificio del Logos.
Según este razonamiento, el relativamente moderno símbolo de Aries adquiere sentido cuando se sitúa sobre el símbolo de Tauro, ya que representa la idea de las fuerzas espirituales encauzadas en el receptáculo en forma de media luna de Tauro. Cada vez que hablamos, reunimos las ideas de nuestro entendimiento espiritual y las vertemos en la laringe, donde nacen las palabras. Esta asociación de Aries y Tauro denota el descenso del espíritu (Aries) hacia el seno de la Tierra (Tauro).
El significado oculto del símbolo de Géminis puede en consecuencia concebirse como el complemento del proceso. Cuando el espíritu encuentra la palabra, la comunicación se hace posible. Lo que ha sido formulado en Aries y Tauro se expresa en Géminis, que rige el terreno de la comunicación.
El símbolo de Géminis parece proceder de la antigua Grecia. Consiste en dos líneas verticales apoyadas sobre una línea horizontal. Podría representar a dos personas que permanecen en estrecho contacto; una de ellas toma una idea del dominio espiritual y la expresa de determinada manera para comunicarle la verdad a la otra, simbolizada por la línea horizontal superior.
Si observáramos la imagen de un hombre y una mujer en la escultura de la catedral de Amiens, veríamos que; no están simplemente cogidos de la mano: se están comunicando, quizás incluso conversando. La representación de Géminis en la parte superior de las paredes del baptisterio de la catedral de Parma, en el norte de Italia, está formada por dos hombres, siguiendo la antigua tradición. Cada uno de ellos toca la cabeza del otro, al tiempo que agarra la rama de un árbol. Esto constituye con toda certeza un intento de simbolizar la continuidad de la cabeza (el pensamiento, representado por Aries) en la Tierra (los árboles).