¿La espera nos paraliza?
Escrito por Jaquelina Pievaroli
En este artículo quisiera hacer una reflexión sobre la espera, una acción que puede ser más presente de lo que creemos en nuestra cotidianeidad.
Les propongo un momento de reflexión sobre qué hacemos con nosotros mismos en el tiempo de espera y qué efectos tiene cuando nos quedamos atrapados esperando aquello que no llega.
Podemos vivir diferentes momentos de nuestras vidas en donde nos podemos sentir paralizados. Quizás estamos conduciendo y hay un atasco; quedamos con alguien que no llega; esperamos que nuestra pareja cambie de conducta; queremos comprar algo y hay personas delante nuestro; esperamos el amor de nuestra vida; esperamos ser padres; esperamos que nos llamen para una entrevista de trabajo; esperamos, esperamos y esperamos.
En el tiempo que transcurre se experimentan muchas sensaciones:
Sentimos hastío y frustración de tanto esperar.
Rabia e impotencia por no poder dejar de hacerlo.
Nos llenamos de ilusiones, expectativas que cuanto más pasa el tiempo se van exagerando y lo que hace más probable que no se ajunten cuando llega aquello que tanto esperábamos.
Nos ponemos ansiosos e impacientes porque aquello que esperamos no llega.
Se genera una tensión sostenida, estamos en alerta pero sin acción. La espera generalmente nos deja en una posición pasiva, de no acción, esperando a que aquello venga hacia mí y sintiendo que no me puedo mover hacia ello.
Cuando todo éste cúmulo de sensaciones están muy presentes modifican nuestra relación con el presente.
Creamos una relación de dependencia con aquello que espero y con la espera misma, estamos totalmente pendientes la espera.
También tenemos que considerar que cambiamos la percepción del tiempo alargándolo.
Todo ésto nos descentra del presente que estamos viviendo o el valor de lo que vivimos se minimiza dando mayor prioridad e importancia a la espera.
Cuando nos quedamos atrapados por la espera nos perdemos en ella, perdemos vivir lo que sí nos está sucediendo, por aquello que deseamos y que no tenemos.
Mantenemos un espacio de pérdida más que de ganancia.
Luego, cuando tenemos el encuentro con aquello esperado, ya estará envuelto de una historia de emociones negativas.
Darnos cuenta de la relación que establecemos, si nos quedamos paralizados, o reaccionamos de forma impulsiva con acciones que nos perjudican, o gestionamos el tiempo de la espera para que no nos monopolice ni nos paralice.
La espera puede ser un barómetro de nuestra impulsividad o pasividad, tanto mejor gestionemos la espera más posibilidades de tener una actitud activa desde la decisión y no desde el impulso o la pasividad.
Cuando gestionamos el tiempo será un hecho neutro en el momento del encuentro con lo esperado y no un hecho negativo por habernos centrado y perdido en un tiempo alargado de espera.
Para poder gestionar el tiempo podemos realizar algunas acciones de forma consciente:
Quitarle todo mi interés: hacer que lo que nos rodea genere un cierto interés en nosotros, prestamos atención sobre lo que tenemos ahora y nos ocupamos de interaccionar con ello. Si estamos en un atasco y tenemos una radio, la encendemos y prestamos atención a lo que están diciendo o a la música que pasan; o si estamos en una fila y tenemos un teléfono aprovechamos para llamar a alguien que nos apetece hablar.
Ponerme un límite: establecemos un tiempo de duración para dicha espera hasta el punto que sabemos que no nos molesta, ni que no nos crea frustración. No dejar que el tiempo de espera sea ilimitado.
Darle un espacio mental: crear en una lista de prioridades y colocarlo en su posición dentro de la lista. Situarlo como una parte de nuestra vida presente y no su totalidad.
No quedarnos pasivos: si está en mis posibilidades me pongo en acción para que el tiempo de espera disminuya, o si lo que espero depende de otra persona tener información del tiempo que resta o negociar ese tiempo.
Conocimiento: es beneficioso tener el mayor conocimiento sobre el tiempo y el por qué se ha producido la espera porque cuanto más se sabe menos pensamos en la espera.
No crear mi realidad presente en base a aquello esperado: en el caso de la inseminación artificial es un ejemplo de cómo podemos condicionar nuestras vidas y nuestras decisiones a la llegada de un hijo que en el presente no existe. Crea tu realidad, en lo posible, con lo que tienes más que con lo que esperas.
Diversificar la espera: cuando estoy en búsqueda activa de trabajo no es lo mismo si envío un solo currículo y me quedo esperando su respuesta que si le envío a muchos. Dirigir la atención hacia varias direcciones y no hacia una sola, nos disminuirá la ansiedad.
Así una buena gestión del tiempo de espera nos ayuda a seguir con nuestra vida en el presente y cuando aquello que esperamos llega poder disfrutarlo sin los resabios de la frustración y el cansancio de una espera agobiante.
La cuestión no es dejar de esperar sino que gestionemos la espera siendo activos de nuestra realidad.
Un saludo para todos,
Psicologo en Barcelona
Psicoemo