VIVE CON OPTIMISMO
Vivir con optimismo no es otra cosa
que vivir con alegría, viendo en todo
el lado bueno de las cosas, esperando
siempre el bien, la alegría de vivir.
Claro que solamente el que tiene un ideal
en su vida es el que podrá canalizar
todas las cosas hacia ese cauce,
y al ver que todo contribuye a su fin,
todo lo vivirá con plenitud de sentido y,
en consecuencia, con plenitud de alegría.
Un espíritu que no es capaz de entusiasmarse,
de asombrarse, de dejarse llevar por una ilusión,
es un espíritu a todas luces mediocre.
En cambio, el que vive la gracia de Dios,
el que se halla entregado en plenitud al goce
de esa realidad sublime que es ser hijo de Dios
y sentirse amado por Dios, el que sabe y siente
que todas las cosas lo pueden llevar a Dios
y que en todas las cosas puede amar a Dios
y sentir el amor que Dios le tiene,
ése no puede menos de sentirse feliz
y de ver en todas las cosas el lado bueno,
el aspecto agradable, pues todo lo lleva
al bien y al amor.
No arrastres tus pensamientos por la tierra,
elévalos al azul de los cielos; no estreches
tus miras en los límites de los valles,
dilátalas por los espacios inmensos;
no vueles a ras de tierra, bebe
las oxigenadas explanadas de lo alto.
Y aun cuando debas experimentar que tus pies
se llenen de polvo, de ese polvo de la humana
miseria y debilidad, sacúdelo enseguida
y no te quedes a pensar: "que sucio estoy",
sino más bien anímate con el grito "puedo ser mejor".
No mires las batallas que has perdido;
piensa en todas las que te quedan por ganar.
Y para ello piensa en lo que te dice Jesús:
"Yo he vencido al mundo, ustedes también
podrán vencerlo conmigo".
En tu interior tienes una verdadera potencialidad
de bien: "Todo lo puedo en aquel que me conforta".
Quizá la mayoría de tus fracasos se deban
a tus complejos, a tus timideces, a tus miedos;
todo eso inhibe y con inhibiciones pocas cosas
se pueden llevar a feliz término.
Confía en Dios y que esa confianza
te haga confiar en ti mismo.
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