EL CANSANCIO DEL ALMA
El peor cansancio que podemos sufrir es el del alma.
Mientras el cuerpo está cansado estamos dispuestos a reparar el desfallecimiento con un descanso reparador y sabemos que el equilibrio corporal se restablece, tarde o temprano.
Sin embargo, cuando lo que se ha cansado es la ilusión, los sueños, las ganas de amar e incluso las de ser amado…no hay nada que pueda sacarnos de la profunda sima donde todo ha perdido el interés.
Si supiésemos mantener a salvo nuestra pequeña porción de entusiasmo podríamos recurrir a nuestra despensa particular y sacar un pedazo.
A veces con poco basta.
Otras es necesario emplear toda la orza para rescatarnos del desastre.
Lo que sí es seguro es que la solución, como el problema está en nosotros.
A nadie le pueden sacar de su escondite si no quiere ser visto.
A nadie le pueden inyectar pasión si su corazón está vacío.
A nadie impelerle a la acción si su movilidad es inexistente.
Es difícil reaccionar cuando uno está abajo porque la fuerza que nos acompaña cuando el ánima sonríe no aparece cuando necesitamos un abrazo.
Pero de cualquier forma aunque lo que nos rodee nos sea propicio y todos nos quieran ayudar, la mejor ayuda está en la propia sabia.
En libar el néctar del espíritu puro que nos constituye; en ponernos en relación con el centro mismo del corazón para pedirle ayuda.
Existen otras fuerzas que nos acompañan, invisibles tal vez, pero no intangibles. Podemos verlas con los ojos de la intuición que advierte en otro plano sensorial e identificar las señales que nos indican el camino.
Cuando a pesar de todo uno se ve incapaz de remontar su propia cárcel, cuando realmente las fuerzas no nos asisten y el corazón se resiste a seguir el ritmo habitual…entonces no tenemos más remedio que acudir a los que se han ido y nos protegen desde el otro lado de la orilla.
No hay más remedio que entonar un cántico de ayuda alertándoles de nuestra necesidad; el resto está hecho porque su respuesta es siempre un cabo resistente al que asirnos.
Remontar se convierte así en un camino que debemos construir nosotros mismos…poco a poco, no importa el tiempo.
Solamente importa lo que día a día ganemos a la tristeza y el pedazo de sonrisa que iremos dibujando en nuestro rostro para regalárnosla al mirarnos al espejo.
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