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 LAS MUJERES QUE AMAN DEMASIADO



Septiembre 20, 2013, 05:40:10 am
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Desconectado Francisco de Sales

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LAS MUJERES QUE AMAN DEMASIADO
« en: Septiembre 20, 2013, 05:40:10 am »
Resumen del libro "LAS MUJERES QUE AMAN DEMASIADO”, de Robin Norwood



Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado.


Cuando la mayoría de nuestras conversaciones giran en torno a él, estamos amando demasiado.

Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad físicas, sin duda estamos amando demasiado.

Nuestro deseo de amar, nuestra ansia de amor, se convierte en una adicción.

Somos adictas a relaciones intoxicadas de dolor, miedo y anhelo.

Amar demasiado no significa amar a demasiados hombres, ni enamorarse con demasiada frecuencia, sino obsesionarse con un hombre y llamar a esa obsesión "amor” permitiendo que ésta controle nuestras emociones y gran parte de nuestra conducta y nos sintamos incapaces de librarnos de ella. Significa medir nuestro amor por la profundidad de nuestro tormento.

Una mujer que ama demasiado necesita con desesperación controlar a sus hombres y sus relaciones debido a la poca seguridad que experimentó en la niñez. Pueden haber tenido un padre incapaz de expresar amor, calidez o aprobación, emocionalmente o físicamente distante, quizás adicto al trabajo o a alguna sustancia.

Al haber recibido poco afecto trata de compensar indirectamente esa necesidad insatisfecha proporcionando afecto, especialmente a hombres que parecen, de alguna manera, necesitados.

Una mujer que ama demasiado se ve atraída por personas que tienen problemas por resolver, o involucradas en situaciones que son caóticas, inciertas y emocionalmente dolorosas, y así evitan concentrarse en su responsabilidad para consigo misma.

Incluso es posible que tenga tendencia a episodios depresivos que intenta prevenir por medio de la excitación que le proporciona una relación inestable.

Al desarrollar relaciones caóticas pero estimulantes, que las distraen, están demasiado excitadas para hundirse en la depresión que está latente por debajo del nivel de la conciencia. Necesitan de las crisis para poder funcionar. Están a la espera de que una y otra vez, alguien que supuestamente está de su lado y la quiere, la lastime, la disguste o la ofenda.

Por otro lado, las mujeres que aman demasiado suelen ser muy serias y responsables, grandes emprendedoras, con éxito en muchas áreas de su vida, pero no obstante tienen muy poco amor propio. La realización de sus objetivos académicos y laborales no basta para equilibrar el fracaso personal que soportan en sus relaciones de pareja.

Sus herramientas de autoprotección son un mecanismo de defensa, la negación, y una poderosa motivación subconsciente, el control. La negación resulta útil para ignorar la información con la que no desean tratar.

El hecho de que una mujer pueda vivir durante años con un hombre que desaparezca horas enteras con creciente frecuencia, e incluso por las noches, sin preguntarle sobre sus actividades o su paradero durante esas ausencias, es una medida de su gran capacidad para la negación y del miedo intenso y subyacente que siente.

Las mujeres que aman demasiado dedican sus energías a cambiar la conducta o los sentimientos de la otra persona hacia ellas mediante manipulaciones desesperadas, crecen con la idea de tratar de arreglar las cosas, de controlarlas, para evitar conmociones, sorpresas, sentimientos. Y disimula sus esfuerzos por controlar a la gente y las situaciones bajo la apariencia de "ser útil”. Necesitan estar con gente a quien poder ayudar, a fin de sentirse seguras. Mientras a menudo son austeras consigo mismas, llegan a cualquier extremo para ayudarlo a él: le compran ropa, le proporcionan un lugar donde vivir para que se sienta seguro A las mujeres que aman demasiado les aterra profundamente la idea de que la abandonen. Desean ansiosamente que él pase su tiempo con ellas (el tiempo, la dedicación y los halagos que de niñas no tuvieron de su padre). Pervive en ellas un terror infantil a estar solas. Pueden llegar a extremos por ganar la atención de los hombres. No creen merecer la felicidad, creen que deben ganarse el derecho de disfrutar de la vida.

Las mujeres que aman demasiado a menudo se dicen que el hombre con el que están involucradas nunca ha sido realmente amado antes. Lo ven como un ser dañado y asumen la tarea de compensar todo lo que ha faltado en su vida desde mucho tiempo antes de que lo conocieran.

Cada encuentro sexual lleva toda nuestra lucha por cambiarlo.

Con cada beso y con cada caricia, tratamos de comunicarle lo especial que es y pensamos que una vez que esté convencido de nuestro amor, se transformará en su verdadero yo, y despertará a todo lo que queremos y necesitamos que sea.

Esperar que él cambie en realidad es más cómodo que cambiar nosotras y nuestra propia vida.

Cuando hacemos por otro lo que él mismo puede hacer, cuando planeamos el futuro o las actividades diarias de otros, cuando sugerimos, aconsejamos, recordamos, advertimos o tratamos de persuadir con halagos a un adulto, cuando no podemos soportar que esa persona enfrente las consecuencias de sus actos o por eso tratamos de cambiar sus actos o prevenir las consecuencias de los mismos: eso es controlar.

Nuestra esperanza es que si podemos controlar a esa persona, entonces podemos controlar nuestros sentimientos en los aspectos en que nuestra vida se une a la suya.

Y, por supuesto, cuanto más nos esforzamos por controlarlo, menos podemos hacerlo.

No sabemos aceptar a los demás tal como son, tal vez porque nunca nos hemos aceptado a nosotras mismas.

Si desarrollamos relaciones en las que nuestro rol es comprender, alentar y mejorar a nuestra pareja, se produce lo contrario al resultado esperado.

En lugar de un hombre agradecido unido a nosotras por su devoción y dependencia, una mujer así encuentra un hombre que es cada vez más rebelde, resentido y crítico con ella. Por su propia necesidad de mantener su autonomía y su respeto hacia sí mismo, él debe dejar de verla como la solución de sus problemas. Puede surgir una competencia continua: ¿quién controla a quién?

La clave radica en aprender a vivir una vida sana, satisfactoria y serena sin depender de otra persona para ser feliz.

La mujer que ama demasiado ha de aprender a quererse, a cuidarse, a confiar en sí misma, si no, no podrá experimentar el hecho de querer a un hombre, o de confiar en él, o de que él la ame, o confíe en ella.

Cuando en nuestro vacío vamos en busca del amor, sólo podemos encontrar más vacío.

A veces será necesario buscar distancia, tener tiempo para una sola, sin nadie en quien pensar y por quién preocuparse, ya que el tener otra persona cerca puede llevar a querer redirigir su vida en lugar de vivir la propia.

La aceptación es la antítesis de la negación y el control.

Es la voluntad de reconocer cuál es la realidad y dejarla tal como es, sin necesidad de modificarla. En eso radica una felicidad que surge no de la manipulación de la gente o de las condiciones externas, sino del desarrollo de la paz interior, aún frente a los desafíos y dificultades.

Hay que aprender a dejar que las cosas fluyan, en lugar de obligar a que las cosas sean como yo las quiero.

En el fondo nuestros esfuerzos de cambiar a alguien son egoístas ya que pensamos que a través de ese cambio seremos felices, y colocar la fuente de felicidad fuera de nosotros mismos, en las manos de otra persona, significa que evitamos nuestra capacidad y responsabilidad de modificar nuestra propia vida para bien.

En cambio, practicar la aceptación es lo que permite a otra persona cambiar si así lo desea. Sólo él puede elegir tomar medidas y correr riesgos para cambiar.

La tarea de la mujer en la pareja no es enderezar la vida del otro sino realzar la propia.

Ignoramos nuestra obligación de desarrollarnos mientras planeamos, maniobramos y manipulamos para cambiar a otro, y nos enfadamos, nos desalentamos nos deprimimos cuando nuestros esfuerzos fracasan.

El intentar cambiar a otra persona es frustrante y deprimente, pero el ejercer el poder que tenemos para cambiar nuestra propia vida es vivificante.

Cuando una mujer que ama demasiado se da por vencida en su cruzada de cambiar al hombre de su vida, entonces él queda solo para reflexionar en las consecuencias de su propio comportamiento.

Como ella ya no está frustrada ni infeliz, sino que cada vez se entusiasma más con la vida, se intensifica el contraste con la existencia de él.

Él puede elegir luchar para ser más accesible física y emocionalmente. O quizás no. Pero sea lo que fuere lo que él decida hacer, al aceptarle como es, la mujer queda en libertad para vivir su propia vida feliz.

Amar demasiado es una enfermedad pero se puede curar.

En primer lugar requiere reconocer que se es adicta al dolor y a la familiaridad de una relación insatisfactoria, saber que afecta a muchas mujeres y que tiene su origen en las relaciones perturbadas de la niñez.

La recuperación de la dependencia de las relaciones es tan difícil como recuperarse del alcoholismo, requiere dejar de hacer lo que parece proporcionarle alivio.

Es crucial que entienda que la recuperación debe empezar por ella misma, que ha de ser la primera prioridad de su vida, todos los esfuerzos que dedicaba a cambiarlo a él debe concentrarlos ahora a cambiarse a sí misma.

Se requiere voluntad de invertir tiempo y quizás dinero.

Hay que encontrar qué es lo que nos da paz y serenidad y dedicar tiempo diario a ello, eso nos traerá alivio y consuelo.

Nos ayudará también a abandonar la obstinación (creer que yo sola tengo todas las respuestas o hacer que las cosas sucedan como creo que deben suceder).

Significa deshacernos del miedo a las hipótesis y la desesperación y reemplazarlos con declaraciones y pensamientos positivos sobre nuestra vida, sustituir viejos sistemas de creencias. Liberarnos de la abrumadora responsabilidad de componerlo todo, de controlar a nuestro hombre y de evitar los desastres.

Nadie tiene porqué cambiar para que tú te sientas bien.

Si tratas de solucionar SUS problemas, él queda liberado de su propia responsabilidad y si fallas él te culpará a ti.

Despréndete, permítele a él ocuparse de las consecuencias de su conducta.

Quiérele, pero no lo cuides. Respétale.

La mayor parte de la locura y desesperación que experimentas provienen directamente de tus intentos de manejar y controlar lo que no puedes: él y su vida.

Puede que él se enfade si dejas de hacerlo ya que tendrá que responsabilizarse de su propia vida y en vez de luchar contigo tendrá que hacerlo consigo mismo.

Pero recuerda que todos los caminos que has probado y no han dado resultado te han rebajado más aún tu autoestima, y te hacen volver más ansiosa, más impotente, más furiosa.

Además él nunca cambiará ante tu presión.

Deja de necesitar ganar.

Deja de necesitar pelear, o de hacer que él te dé una buena razón o excusa por su comportamiento o abandono.

Deja de necesitar que él se arrepienta.

Deja de perseguirlo empeñada en encontrar un defecto, señalarlo y enderezar las cosas.

No busques castigar, exigir disculpas o retribución.

Mientras estés atrapada en ese rol, parecerá que otra persona está impidiéndote alcanzar tu meta de felicidad.

Sólo al ver nuestros problemas y fallas (y también nuestros aspectos buenos y éxitos) como nuestros, en lugar de verlos de alguna manera relacionados con él, podemos tomar las medidas necesarias para cambiar aquello que hay que cambiar.

Aprende a cuidarte mejor, y a preocuparte menos por los demás en sus interacciones.

Date tiempo, atención, regalos, autocomplacencia. Los proyectos y actividades que elijas te mantendrán ocupada para no concentrarte en lo que él hace o no hace.

Irónicamente, cuanto menos necesites una pareja, mejor pareja te vuelves.

Se puede recurrir a un terapeuta. Hay que tener un constante acceso a cierto apoyo, consuelo y comprensión, también puede ser bueno con grupos de autoayuda que hayan experimentado vivencias similares, puede ayudar en el proceso de autoaceptación. Buscar ayuda no requiere que estés dispuesta a poner fin a su relación actual o que lo hagas más adelante, sino que estar con él deje de ser El Problema, y abandonarlo deje de ser La Solución.

 

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