- La meta
Imaginaros una amapola aspirando a ser la encina que existe justo a su lado. O la oruga que, mientras es oruga, ansía en convertirse en una preciosa y espectacular mariposa.
¿Cómo serían sus vidas?.
La oruga llegaría a convencerse que tendría que hacer lo posible para desarrollar alas, para así poder volar. Y no para, a cada instante, de mirarse las patas. Intentando comprobar si algunas han empezado a crecer como las de las mariposas.
La amapola, por su parte, se concentra en extender muchísimo sus raíces para poder hacerse fuerte y grande como el roble. Y también mira constantemente el diámetro de su frágil tallo para ver si ha aumentado.
Comprendámoslas: Han generado ilusiones, unas metas a alcanzar. Sería loable, sin duda. Aspiran a alcanzar lo que ambas creen que sería su perfección.
Pero ¿llegarán a convertirse a lo que aspiran realmente?. Sin duda que no. La amapola, mientras que dure su vida, no será más que una preciosa amapola, pero nunca un roble. Y la oruga sí que se convertirá en una mariposa. Pero cuando acabe el ciclo que le toca cumplir como oruga. No antes.
¿Qué les podríamos decir?. Si ya empezamos a sentirnos un poco parte de la “Vida” en general, y hemos aceptado que no existe lo especial, al menos respecto a los demás, aunque sí lo único (y que tal vez sea esto lo especial, “eres especial porque eres único”),…… ¿Qué diríamos a la amapola o a la oruga si nos preguntaran confusas por sus inalcanzables anhelos?.
Lo más razonable supongo que sería hacerles ver que la Vida les ha elegido para ser lo que son y desarrollarse como lo que son. Simplemente. Nada más. Y nada menos.
Tendríamos facilidad para hacerle entender a la amapola que no es el tamaño y la fuerza del roble la meta a alcanzar. Cada uno tiene un camino, un sentido. El suyo es diferente. Ha de identificarse con él y concentrarse en desarrollarlo. Así, sólo así, podrá llegar a ser aquello para lo que ha sido creado: una preciosa amapola.
Y lo mismo o parecido le diríamos al gusano. Una completa y perfecta oruga, no ha de tener alas. Y ha de reptar con sus múltiples patas. Y sólo si se acepta como tal, se desarrollará completamente. Es todo lo que la Vida le pide. Nada más. Ni nada menos. No debe siquiera amar su vida de gusano “para ser” una mariposa.
Si nos hicieran caso, muy posiblemente podríamos captar su felicidad. Es su esencia y harían bien en seguirla. Alcanzarían la Iluminación. De hecho, ¿cuántos casos de suicidio, depresión, tristeza y ansiedad solemos ver en los animales y en las plantas?. ¿Y en el ser humano?.
Bueno. Ahora nos toca a nosotros ponernos en el papel de la oruga y de la amapola.
¿Te has parado a pensar que a lo que espiritualmente aspiras, que los objetivos que tienes fijados sobre ello, las fantásticas metas ansiadas, pueden no ser más que producto de tu imaginación, de tu mente,…. Algo realmente ficticio?.
¿Y si el verdadero Camino no fuera más que SER nosotros mismos?. ¿Y si la meta a alcanzar sólo fuera el sentirnos, dejando a un lado las ideas, los proyectos, las aspiraciones, los objetivos,….., los “hay que..”, los “debo de…”…… la mente en definitiva?.
No encuentro nada extraordinario en la vida de las cientos de hormigas que, cada día, evito pisar en mi camino. Tampoco en la de los mirlos que anidan en el árbol frente a mi casa, y que me ocupan mucho tiempo cada día, intentando saber algo de sus vidas y, a mi manera, hacerme cómplice con ellos.
Volverá a haber luna llena dentro de poco, algo que tiene imán para mí, me resulta como si hubiera una invisible conexión entre mi ser y el universo. Pero, realmente, tampoco percibo nada que podríamos llamar “espectacular”, o “especial”.
Cuando veo a la hormiga o al mirlo vivir como tal, una luna llena o un amanecer tras otro,…… siempre pienso que algo en mi “mente” debe estar a la fuerza equivocado.
No creo que vaya a alcanzar un estado de “éxtasis” iluminativo en ningún momento. Pero mucho menos, como “premio” a un proyecto vital cargado de “debo de…” o “tengo que…”, pues percibo que esto no es más que producto de la mente.
Y tiene que ser de la mente, porque siempre cuenta con el futuro. Si hago esto conseguiré (ya es futuro) aquello.
¿Y qué demuestra la vida?. Que dos segundos seguidos ya no son iguales. Que es un eterno presente, y que el futuro no existe como realidad.
Por tanto, y si jugamos a ser “lógicos”: si nuestra vida es el presente ¿no sería en el presente en el que se debería alcanzar la iluminación?.
A la oruga le diríamos que disfrute cada momento en SER oruga. Pero para nosotros nos diseñamos un premio extraordinario, pero para el futuro, como si fuera basado en el “mérito”. Y, tal vez, paradójicamente, debería ser algo de lo más normal, nada extraordinario, con luces y trompetas. No. Igual que para la hormiga y para el mirlo.
Si pudiéramos dejar la mente en blanco, a un lado, prescindir de ella, y simplemente sentirnos ¿no SERÍAMOS desde ese mismo momento nosotros mismos?. Y si fuéramos nosotros mismos en ese instante, ¿no habríamos alcanzado la iluminación?. O dicho de otro modo, ¿No sería la iluminación que llevamos dentro la que podría expresar su luz en nuestro espíritu?. Pero sin el objetivo de alcanzar nada. Meditar, pero sin objetivo. Fundirte con la naturaleza, pero no persiguiendo una meta. Simplemente dejarte llevar. O dejarte fluir. Si te fijas metas, tal vez sea tu mente que siga estando ahí, aprovechando la situación.
Muchos “debo de…” o “tengo que…”, no son más que oscuridad. Por más que los trabajemos, no conseguiremos suprimirlos. Es la luz la que elimina la oscuridad.
¿Crees que es posible estar en la Luz, hoy mismo, así, sin más?. ¿Que sería tan fácil como SENTIR el espíritu que llevas dentro, dejando la mente a un lado?. ¿Puedes sentir el amor y la alegría que llevas dentro, sin que resulte nada extraordinario?.
Pero….. ¿a que se lo dirías convencido a la amapola y a la oruga?.