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 CÓMO RECONOCER EL FIN DE UNA RELACIÓN



Noviembre 14, 2013, 10:01:05 am
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CÓMO RECONOCER EL FIN DE UNA RELACIÓN
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CÓMO RECONOCER EL FIN DE UNA RELACIÓN
Karina Galarza Vásquez


Reconocer si experimentamos sólo dificultades o si estamos ante el principio del fin de la relación es una tarea ardua para todas las parejas.

¿Cómo saber si llegó el momento de decir adiós?

Ante esta situación, mujeres y hombres quedan inmersos en mares de emociones, sentimientos y sensaciones encontradas, por lo que se les complica tranquilizarse para identificar en qué punto de la relación se encuentran.

“Aunque todas las parejas comparten infinidad de elementos, siempre existen ciertas diferencias, las cuales no son la fuente de conflicto, sino el manejo incorrecto de las mismas. Asimismo, es inútil pensar que las parejas no van a tener contrariedades, pues hay ciertas áreas problemáticas que prácticamente no cambian”, refiere Irmgard von Wobeser, especialista de la firma Von Wobeser Human Consulting.

Podría decirse que el momento en el que una relación deja de aportar ese conjunto de elementos que la propició, como afectividad, emoción, seguridad y disfrute sexual, entra en crisis.

“Entre los factores más importantes que debemos analizar se encuentran el vínculo, amor sexual e interés afectivo que tiene uno sobre otro, pues no es nada grata la convivencia entre dos personas que ya no se aman”, explica Cecilia Quero, psicoterapeuta con especialidad en parejas y sexología adscrita a la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (Amapsi).



ANÁLISIS DE LA CRISIS

No existe fórmula alguna que garantice el éxito de la vida en pareja. ¿Cuándo podemos decir que una relación está en crisis? “Cuando el sentimiento ya no es lo que en un momento me llevó a querer estar con la persona”, responde Cecilia Quero. Y agrega que hay una teoría propuesta por el Dr. Marco Eduardo Murueta —presidente de Amapsi—, la cual refiere que el amor es una experiencia que se construye a través de nueve elementos:

Reconocimiento. Consiste en expresar los aspectos que agradan de uno mismo y de la otra persona.

Convivencia. Se fundamenta en las vivencias conjuntas; por ejemplo, jugar, comer o beber; compartir eventos como fiestas, cine, teatro, música, viajes y lecturas, y reír juntos.

Generación de experiencias especiales agradables. Quien las propicia se integra (en forma simbólica) en la identidad de su contraparte; sobre todo, en la medida en que esas vivencias generadas son poco comunes. Incluyen imagen personal, detalles, sorpresas, regalos, risa, placeres físicos y fantasía, entre muchas otras.

Contacto físico agradable. Es clave para determinar los niveles de profundización amorosa. Abarca desde la mirada hasta las relaciones sexuales, entre muchas otras variantes.

Cooperación. Realizar actividades en las que cada quien colabora voluntariamente para lograr un resultado único, sin duda, es fuente de enamoramiento. Puede ser desde mover un mueble hasta juegos o trabajos en equipo.

Creatividad compartida. Generar en conjunto actividades interesantes o estéticas que antes no existían, como el decorado de la casa, obra artística o procreación de un hijo, son símbolos de identificación amorosa.

Éxito compartido. La sensación de haber alcanzado una meta importante mediante esfuerzos combinados produce alto grado de emoción satisfactoria.

Narrativa externa. Platicar las vivencias cotidianas, anécdotas o recuerdos, así como escuchar con atención lo que le ha ocurrido al otro, es fuente de comprensión e identificación progresiva, siempre y cuando lo narrado no sea agresivo para el que escucha.

Competencia externa. La cohesión de una pareja requiere que esta unidad se contraste con otras similares; en la medida en que esta comparación externa falta es más probable que afloren diferencias internas. Se sugiere competencia sana y positiva, es decir, en equipo por ser mejores en los aspectos que se consideren relevantes. No se trata de combatir por ser menos malos ni poner “zancadillas” a los demás.

“De acuerdo con el Dr. Murueta, dichos elementos constituyen la experiencia del amor. Si uno o varios de ellos están ausentes se genera distanciamiento, y ahí puede pasar todo, incluso una pareja alterna”, advierte Cecilia Quero. En este sentido, pensar que una relación está mal porque él o ella se involucró con otra persona es un error que va a impedir enfrentar la crisis y, al final, puede generar una separación porque siempre estarán presentes un culpable y una víctima. Quizá lo más sensato sería pensar que algo en la relación estaba mal desde antes.

“Uno de los problemas más fuertes en esta sociedad es privilegiar el vínculo amoroso sobre cualquier otro. A ello se suma que las personas esperan obtener todo de la relación y la perciben como su universo”, anota Irmgard von Wobeser. Asimismo, la especialista está convencida que nuestra biología no es monogámica: “tenemos sólo una pareja por elección, por lo que al estar en una relación que implica sacrificios y problemas es fácil sucumbir ante la tentación de tener otro lazo afectivo”.

LOS “CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS”

En México va en aumento el número de parejas separadas o que están en ese proceso. “Hay una estadística muy interesante, la cual refiere que a fines del siglo XIX los matrimonios duraban juntos 20 años y luego los separaba la muerte; no había divorcios y la gente lo resistía. En la actualidad, a la mayoría de los enlaces los separa el divorcio y son menos a quienes aparta la muerte”, subraya Irma Von Wobeser.

Y agrega que, según estudios recientes del investigador estadounidense John Gottman, hay cuatro patrones de interacción que rompen la relación y se asocian con alta probabilidad de terminar en divorcio. “Los denomina ‘los cuatro jinetes del Apocalipsis’: 1) ataque o crítica; 2) desprecio; 3) ignorar o retirar el habla y 4) rechazar cualquier queja de la pareja”.

Estos cuatro patrones, añade la especialista universitaria, se concatenan generando una espiral de secuencias de interacción que lleva a la pareja a la destrucción del matrimonio. El problema no radica en las diferencias o conflictos mismos, pues son comunes e inevitables en la mayoría de las relaciones. Para impedir el rompimiento, Gottman sugiere aceptar la responsabilidad en vez de defenderse ante la queja, pues las personas que desprecian devalúan a su pareja y no saben controlar su enojo sin menospreciarla.

Los estudios de Gottman también señalan que existen dos épocas delicadas durante el matrimonio. La primera incluye los primeros siete años, durante los cuales hay elevado número de divorcios después de una media de 5.2 años de unión. La siguiente es la que va de los 16 a 20 años, generándose muchos divorcios después de 16.4 años.



“VAMOS A DARNOS UN TIEMPO”

Si está consciente de que las cosas con su pareja no están funcionando como antes, en vista de preservar la relación ¿será momento de tomarse un descanso? Al respecto existe cierta controversia, pues para algunos sectores la separación momentánea podría permitir a la pareja despejarse de todas las telarañas y aclarar su mente. En tanto, hay quienes consideran a esta tregua el principio del fin.

Cecilia Quero comenta que es común que uno de los integrantes de la pareja proponga que se den un tiempo; sin embargo, desde su perspectiva y su experiencia terapéutica no siempre es lo más recomendable. “He tenido pacientes que llevan esperando 10 años, y en ese periodo sus ex parejas ya han tenido varias relaciones”.

Quienes piden la separación refieren: “Estoy confundido (a)” o “quiero poner en orden mis pensamientos”. “En la terapia les pregunto a ambos miembros de la pareja si aman a ‘x’ persona y si se aman uno al otro y de inmediato responden. Entonces, es obvio que quien pide la tregua no está muy confundido que digamos respecto a sus sentimientos”, indica Cecilia Quero. Y acentúa que estas separaciones le dan la oportunidad a quien la propone de buscar otra relación, mientras la contraparte no sabe qué hacer.

Cuando la pareja propone la separación temporal uno tiene la opción de aceptar o no. “Es totalmente respetable si alguien accede porque tampoco se trata de someterse a todo lo que nos dicen que tenemos que hacer. En ese tiempo es posible replantear la posición y tomar decisiones”, señala la psicoterapeuta.

De acuerdo con Irmgard von Wobeser, el “vamos a darnos un tiempo” tiene ciertos rasgos positivos, toda vez que permite apaciguar los ánimos y reflexionar. “Considero que los miembros de la pareja necesitan estar tranquilos para resolver sus conflictos, y esto a veces se da desde la distancia. Por supuesto, se trata de medida peligrosa porque no sabemos hacia dónde se dirigirá la pareja o a lo mejor se involucra con otra persona. Pero quizá es más riesgoso permanecer en una relación deteriorada donde a veces, desde mi experiencia clínica, llega un momento en que ya no es reparable”.

En cuanto al tiempo que debe durar la separación, la especialista de Von Wobeser Human Consulting considera que pueden ser seis meses o un año, pero reconoce que cada pareja debe hacer su negociación. “Creo que estar separado te da otra dimensión e incluso puedes ayudarte a decidir si lo mejor es el divorcio”.

Una mala racha será sólo crisis si es superada, pero se convertirá en separación definitiva si el amor acaba. No se separan dos personas, sino a veces una familia con hijos, todo un entramado de relaciones y amigos. Por tanto, si la pareja se encuentra con problemas es conveniente que acuda a un terapeuta que desbloquee la situación y habilite espacios para restituir el equilibrio y ayudarles a decidir lo que más les conviene.

http://www.saludymedicinas.com.mx/centros-de-salud/salud-mental/articulos/como-reconocer-el-fin-de-una-relacion.html#sthash.bpoUhqhr.dpuf



 

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