LA DEPRESIÓN
El término “depresión” es bastante claro acerca del estado de ánimo que designa, si pensamos que proviene del verbo “deprimir” (o bajar el volumen mediante la presión), que en este caso significa una baja o decaimiento del espíritu o de la voluntad. Son aquellos llamados “días negros” en los que, con o sin razón, caemos a veces, experimentando tristeza, falta de ánimo, inapetencia, insomnio y falta de concentración. Médicamente se habla de depresión cuando el trastorno anímico se prolonga por más de dos semanas y se repite con breves interrupciones.
Se consideran causas de depresión los factores hereditarios, el estrés en la vida privada y en el trabajo, el fracaso permanente, la falta de vínculos afectivos y la soledad. Primero se manifiestan humores negativos, la persona siente una sensación de vacío y melancolía que tiene como resultado una producción desequilibrada de hormonas de la glándula hipófisis, reduciéndose sensiblemente a causa de ello la actividad en todos los campos con resultado de apatía, desánimo, indiferencia frente al entorno. La musculatura se distiende, hay frecuentes dolores de cabeza, alteraciones visuales y mareos. El depresivo (a) se despierta en la noche y le es difícil conciliar el sueño. Se ha descubierto que el problema básico de algunos pacientes que se quejan de fuertes depresiones después de insignificantes tropiezos en su trabajo o en su hogar, es el narcisimo, término con que se designa el exagerado sentido de la propia importancia personal expresado como necesidad insaciable de ser siempre el centro de la atención de todos. La “vulnerabilidad narcisista”, como la llaman los psicólogos, hace a aquellas personas particularmente sensibles sobre la forma cómo son considerados por los demás. Dice el doctor Paul Ornstein, psiquiatra de la Universidad de Cincinnati: “El narcisismo se ve en el matrimonio, en la amistad, en el trabajo. Si tu pareja, tu amigo o tu jefe no te sonríen cuando les saludas, puede crearte un sentimiento de preocupación, de ansiedad. Han herido tu autoestima. La persona poseedora de fuerte personalidad, anula esa sensación, pero si eres vulnerable, entonces esos pequeños contratiempos son como grandes traumas que conducen poco a poco a la depresión”. Superficialmente los narcisistas parecen duros y muy seguros de sí mismos, con frecuencia tienen éxito en sus carreras y en sus relaciones con los demás, pero en lo más íntimo de su alma los sentimientos de incapacidad e inseguridad que a veces les acosan les están creando siempre la constante necesidad de engrandecer su personalidad. Si no consiguen la alabanza que buscan entonces pueden caer en una actitud airada o en otra depresiva.
La mujer sufre estados depresivos en mayor proporción que el hombre (aproximadamente 4 a 1) y por mayor número de causas. Y sólo por ser mujer.
La mayoría de las veces las causas son los sentimientos reiterativos de frustración y fracaso que se manifiestan desde la infancia (debido a la preeminencia siempre del hermano varón) hasta la edad adulta (con las presiones para que escoja un “buen marido”, atienda el hogar y cuide al marido y a los hijos).
Más tarde, durante la edad madura y la vejez, se agregan otras causas, siendo las más importantes y frecuentes la menopausia y el hecho de que los hijos dejan el hogar para formar nuevas familias. El problema del trabajo, donde la mayoría de las veces son discriminadas y retribuidas monetariamente en menor medida que el varón, también tiene una notable importancia al respecto.
Las estadísticas indican que en la mujer la depresión es más frecuente entre los 21 y los 44 años, es decir durante la plenitud de sus capacidades físicas. No deja de ser paradójico el hecho de que en la mujer el trabajo se convierta más en un factor agravante de la depresión que en un factor de alivio como en el hombre, considerando que además de trabajar, la mujer debe realizar las labores tradicionales del hogar y cuidado de los hijos. La suma de todas estas causas que aumentan el cansancio físico y la tensión nerviosa, explican el desplome psíquico de muchas mujeres.
Más tarde, en la vejez, siente el manto agobiante de la soledad, la sensación de desamparo, de sentirse ya no necesitada más por nadie, con demasiado tiempo libre que no sabe cómo llenar. En nuestra sociedad los motivos de desilusión de la mujer son más numerosos que en el hombre y ello la hace más propensa a la depresión.
La llamada “neurosis depresiva” es un trastorno neurótico en el que con mayor fuerza surgen sentimientos prolongados de abatimiento y una sensación de infelicidad constante en respuesta a situaciones externas adversas. Son comunes algunos síntomas somáticos como la fatiga, la ansiedad y la irritabilidad. El estrés que precipita este tipo de neurosis puede ser súbito, como una situación repentina de desamparo, rompimiento de algún tipo de relaciones, un contratiempo fuerte en la carrera profesional o presiones psicológicas sufridas durante largo tiempo y cuyos resultados explotan en la edad media de la vida.
La capacidad para resistir situaciones adversas varía según la personalidad, variaciones que son afectadas tanto por la genética como por la educación, por una historia familiar de cuadros depresivos y una personal inestabilidad laboral y marital.
La evolución de esta enfermedad depende de la situación que la provocó y de los recursos anímicos y espirituales del paciente.
Los que han sufrido una pérdida irremediable pueden tardar hasta dos años en recuperarse. A la mayoría de los enfermos se les puede ayudar estimulando su capacidad potencial para manejar las relaciones interpersonales y los problemas de la vida. En las depresiones corrientes las llamadas “terapias de comportamiento” intentan modificar las características personales inductoras de la depresión como la timidez, la inseguridad y la falta de confianza en si mismo.
A muchos pacientes les ayuda confiar sus penas a otra persona. También existen medicamentos que contribuyen al proceso curativo restableciendo el equilibrio hormonal perdido como reacción a las causas que motivaron la depresión. En lo que se refiere a los pacientes narcisistas éstos comúnmente llegan a la consulta con ciertas ideas fantasiosas de la forma cómo se pueden curar y si el terapeuta no responde a estas expectativas, el paciente puede abandonar la terapia antes de iniciada sintiendo que nunca va a conseguir lo que esperaba.
Estas fantasías respecto de su curación son las misma clase de fantasías que se forja en la vida cotidiana, como cuando se dice a sí mismo: “Si consiguiese trabajo, o si mi jefe, mi marido (o mi mujer) me tratasen de cierta manera, o algo parecido, entonces sí que se resolverían todos mis problemas”. Entre las fantasías curativas de estos pacientes están los hábitos derrotistas como el consumo de drogas, el alcohol, la promiscuidad sexual, etc.
Una de las formas más novedosas para curar las heridas causantes de la depresión es la meditación. El psiquiatra Mark Epstein asegura que ciertas experiencias de meditación ofrecen un correctivo natural al sentimiento de personalidad fragmentada propio de los depresivos debido a que la experiencia de plenitud espiritual que se obtiene en una meditación bien dirigida asegura al paciente de que puede encontrar un sentimiento de bienestar y gozo sin necesidad de nadie más para que ello ocurra, incluso ni de la propia persona, hecho especialmente importante en el caso de las personalidades narcisistas.
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