LA INSATISFACCIÓN
Bien entendida, la insatisfacción es una excelente motivadora, porque empuja a buscar algo más, a seguir adelante, a dejar atrás el conformismo, y a desear mejorar o progresar.
Pero la insatisfacción, además de ser un atractivo aliciente, tiene una cara desagradable y en esa versión es mejor evitarla.
Cuando hay un asunto que provoca insatisfacción conviene observarlo perfectamente, con toda la atención y toda la sinceridad, porque a veces no es el motivo real el que aparenta ser, sino que esconde el verdadero origen de la auténtica insatisfacción.
En su versión menos buena, puede conducir a un estado pesimista, desfavorable, perjudicial, y muy cercano a la depresión. Provoca un estado desapacible donde impera una tristeza inconsolable, un abatimiento con visos de perpetuarse para siempre, una rabia más o menos contenida por el sentimiento de impotencia, una necesidad de completitud, de perfeccionamiento, o de que se cumpla lo que estaba previsto. Los motivos y las sensaciones son variados. Lo que prima es una inquietud cercana a la rabia, difícil de consolar.
La observación atenta, y la sinceridad, nos harán ver que en más de una ocasión tenemos tendencia a confundir la insatisfacción con la infelicidad.
Podemos llamar infelicidad, equivocadamente, a la insatisfacción que nos produce el hecho de que no se realicen algunos de nuestros sueños o ilusiones.
La insatisfacción, dependiendo del grado de exigencia personal, puede ser el principio de un camino a la pseudo-depresión. Ya sabemos que hay que tener tolerancia a la frustración, entender que es algo que nos va a suceder una y otra vez y eso es “normal”, y aceptar que en la vida no es todo tan perfecto como uno desea.
En la mayoría de los casos, esa insatisfacción proviene de que no es sensato o posible lo que se desea, y la creación de esas altísimas e inalcanzables expectativas es lo que conduce a un resultado que se convierte en negativo.
Si uno se siente insatisfecho con “algo” –y no hablo de “algo” concreto porque es muy difícil generalizar en este asunto-, entre las cosas que tiene que revisar está la de medir la viabilidad de los propósitos o ideas, para verificar que están a su alcance, y, si es difícil, quedan dos caminos: amoldarlos a la realidad viable o dedicar un esfuerzo enorme, infatigable, obsesivo, a la consecución.
Es inmadura la actitud de desear a lo grande y esperar con los brazos cruzados que el destino se encargue de realizar los sueños. Por tanto, otra tarea a realizar es la de comprobar si se le está dedicando la atención y el esfuerzo necesario para realizar los propósitos que han llevado a la insatisfacción, ya que las cosas no se hacen solas.
También conviene valorar que el motivo de la insatisfacción sea algo que se puede llegar a realizar o puede tener solución. Si no es así, puede conducir a un descontento crónico del que uno va a ser, ineludiblemente, la víctima. Con un poco de sensatez uno comprueba que el único modo de abandonar ese desagradable estado es cambiando las expectativas alineándolas con la realidad.
En el caso de que la insatisfacción provenga de asuntos que dependen de otros, va a tener más complicada la solución, porque en la mayoría de los casos no pedimos lo que queremos sino que esperamos que los otros adivinen, y en los casos que sí pedimos tenemos que aceptar de antemano el hecho de que el otro no tiene la obligación de cumplir nuestros deseos. No podemos dejar la consecución de nuestros objetivos en manos ajenas. No podemos cargarles de esa responsabilidad y no debemos ser tan insensatos como para dejar al cargo de otros nuestra estabilidad emocional.
¿POR QUÉ NO ESTOY SATISFECHO CON/EN MI VIDA?
Tal vez porque la insatisfacción venga de pedir a la vida algo que no puede dar, o quizás porque no se debe pedir o exigir nada a la vida, y así todo lo que llegue será bien venido.
En cualquier caso, conviene estar muy atento a este asunto, investigarlo en profundidad, desmenuzarlo, porque la tendencia habitual de las personas es la de centrarse en algo que no se ha logrado o no se ha cumplido y olvidarse del resto, las cosas que sí están o van bien, o restarles valor e importancia a éstas actuando así de un modo injusto.
“Todo me va mal”, se dice a veces. Y no es “todo”, es solamente una cosa, o son dos cosas, pero no “todo”.
Cualquier cosa que vaya “mal”, conlleva el reto y la oportunidad de modificarla, de hacerla a nuestro gusto, de convertirla en su opuesto.
La insatisfacción no debiera de pasar de lo que es: una señal de alarma de que algo no funciona como uno quisiera. Es simplemente un toque de atención, un aviso, una advertencia, y no el inicio inevitable del camino hacia la frustración.
Por tanto, uno debiera ser capaz de ver el lado correcto de la insatisfacción, agradecerle su presencia, pero deshacerse de ella inmediatamente para poder centrarse en lo realmente importante: resolver.
Resolver. Es tu vida. Y tu responsabilidad.
Te dejo con tus reflexiones…