FOBIAS: ORIGEN Y CÓMO TRATARLAS
El miedo, es una sensación que, como la mayoría de los aspectos en la psique del ser humano, tiene un origen como mecanismo de protección o como algo que beneficia el bienestar del hombre. El miedo cumple una función de protección, pues hace reaccionar al ser humano, ante situaciones que hacen peligrar su bienestar o inclusive su vida, poniéndolo alerta y listo para la huida. Si el ser humano no tuviera miedo, probablemente se hubiera extinguido hace varios miles de años. Sin embargo, cuando este miedo se da ante situaciones que realmente no atentan contra nuestro bienestar o nuestra vida y afectan muchas esferas de la existencia humana, entonces estamos hablando de una fobia. En Fobias: Origen y como tratarlas, veremos que es una fobia, como se origina una fobia en la vida del individuo y, por fin, que tipos de tratamientos existen para contrarrestar este padecimiento.
Como hemos dicho anteriormente, el miedo es una emoción totalmente natural. Lo podemos ver presente en todos los seres del reino animal, incluido el ser humano. El miedo, no es más que una sensación desagradable, altamente relacionada con la ansiedad y la angustia, que se presenta ante la percepción de una amenaza o situación peligrosa, que bien puede ser real o solamente intuida, y que se puede manifestar por situaciones actuales, futuras o inclusive, al hacer remembranzas de situaciones pasadas.
Podemos encontrar cuan esencial es esta emoción para nuestra supervivencia, si investigamos su proceso biológico. Si entendemos que el cerebro se ha clasificado en tres partes, denominadas reptiliano, límbico y neocortex, donde el primero se encarga de las reacciones básicas y los reflejos primitivos de estímulo-respuesta, el segundo se encarga de las emociones, motivaciones, recuerdos, en fin todas las funciones afectivas, y el último se encarga de los procesos superiores de cognición en el ser humano, podemos encontrar que el miedo, tiene su base en dos de estas tres divisiones, que corresponden a la primera y segunda denominación; es decir el cerebro reptiliano y el sistema límbico. Ante esto sería justo decir que, el miedo es pura reacción emocional, sin conciencia.
Si aparte entendemos que, la evolución fisiológica del cerebro se da justamente en este orden de abajo hacia arriba- es decir, cerebro reptiliano, sistema límbico y neocortex-, nos daremos cuenta que el miedo, nos ha acompañado desde el los inicios de nuestra evolución, como lo han estado los procesos de respiración, de descanso, de alimentación y otros procesos básicos para la supervivencia. Así pues, también es justo decir, que el miedo puede ser considerado un mecanismo de defensa, que nos ha ayudado en nuestra supervivencia y paso por esta tierra.
Esto último, lo podemos afirmar también, si miramos las reacciones que se dan en el organismo ante la sensación de miedo. Se incrementa el metabolismo celular- lo que permite que haya grandes cantidades de energía a disposición del cuerpo-, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y actividad cerebral. Todo esto indicio, de que el cuerpo está a punto de realizar un esfuerzo físico importante. La huida.
Podemos decir que el miedo es real, cuando la magnitud de la sensación está en concordancia, con la magnitud de la de la amenaza o situación peligrosa. Es decir, la reacción natural de huida, ante una persona que realiza disparos con un arma de fuego, clasifica dentro de los miedos reales.
Es aquí donde radica la diferencia entre el miedo y la fobia, si bien esta última deriva de la primera. Pero entonces, ¿qué es una fobia? De acuerdo con el Manual Diagnostico y Estadístico para las Enfermedades Mentales, DSM IV, “La característica esencial de la fobia específica, es un miedo intenso y persistente a objetos o situaciones claramente discernibles y circunscritos, que crean una respuesta inmediata de ansiedad, excesiva e irracional”.
El punto principal en esta definición, que marca la diferencia entre el miedo y fobia, se encuentra encerrada en las palabras excesiva e irracional. Lo irracional, se refiere o está relacionado, con la magnitud de peligrosidad de los objetos o situaciones que generan la fobia. A diferencia del ejemplo de los disparos, un miedo irracional se explicaría con la quifofobia o miedo a agacharse -no se requiere más explicación-. Lo excesivo, se explica con la magnitud de la reacción, donde el acto de agacharse, conlleva a una reacción de pánico y ansiedad que no es entendible o excusable, para terceras personas.
Una última característica, que es digna de mención, para la diferenciación de los términos miedo y fobia, es que este último crea “comportamiento de evitación, miedo o ansiedad de anticipación en relación con el estímulo fóbico”, de tal dimensión que “interfieren significativamente, con las actividades cotidianas del individuo, con sus relaciones laborales o sociales. También, la existencia de esta fobia provoca un malestar evidente”.
La aparición de las distintas fobias, parece estar bien localizado en la infancia, al menos en la mayoría de los casos, mas no está limitada a este rango de edad. Una fobia bien puede aparecer en una edad adulta. Por lo que, un criterio más confiable de aparición puede ser las situaciones u objetos que desencadenan la fobia. Los eventos traumáticos, son los responsables de la mayoría de las fobias. Por ejemplo, si alguien estuvo a punto de ahogarse en una masa de agua -mar, rio, lago, piscina, etc.-, puede fácilmente desarrollar hidrofobia o terror al agua. Una persona que ha sufrido un accidente automovilístico, puede desarrollar Tacofobia -miedo a la velocidad- o amaxofobia –miedo a montar coches o conducir-, y así sucede con otras fobias.
Pero no solo las vivencias traumáticas propias originan una fobia. El haber presenciado una situación peligrosa que afecta a un tercero, puede perfectamente desencadenar una fobia ante ese suceso, aunque las implicaciones del mismo, no le hayan afectado directamente. También puede ser, que la persona haya sido criada por padres excesivamente sobreprotectores, y ante las continuas y repetidas advertencias de peligro ante ciertos objetos o situaciones, la persona puede desarrollar una fobia, aunque nunca haya estado en contacto con el estímulo, el objeto o la situación.
Las fobias pueden iniciar como un miedo normal, pero que al volverse más intenso, se expande a situaciones en donde no existe peligro, o ante estímulos u objetos que no son peligrosos.
Existen un sin número de fobias. De hecho, algunos listados llegan casi a los 500 términos que hacen referencias a distintas fobias. Sin embrago, el DSM IV agrupa estas fobias en 5 subtipos:
Fobia de tipo animal: El miedo hace referencia a animales o insectos. Este subtipo suele iniciarse en la infancia.
Fobia de tipo ambiental: El miedo hace referencia a situaciones relacionadas con la naturaleza y los fenómenos atmosféricos como tormentas, precipicios o agua. Este subtipo suele iniciarse en la infancia.
Fobia de tipo sangre-inyecciones-daño: El miedo hace referencia a la visión de sangre o heridas, o a recibir inyecciones u otras intervenciones médicas de carácter invasivo. Este subtipo presenta una incidencia marcadamente familiar y suele caracterizarse por una intensa respuesta vasovagal. Es decir, la presión y el ritmo cardiaco aumenta y luego decrece rápidamente, desembocando en desmayos o mareos.
Fobia de tipo situacional: El miedo hace referencia a situaciones específicas como transportes públicos, túneles, puentes, ascensores, aviones, coche o recintos cerrados. El inicio de este trastorno sigue una distribución bimodal, con un pico de mayor incidencia en la segunda infancia y otro a mitad de la tercera década de la vida. Su incidencia en función del sexo, su patrón de incidencia familiar y su edad de inicio son similares a los del trastorno de angustia con agorafobia. Este tipo es el que con más frecuencia se presenta, de acuerdo al DSM IV.
Fobias de otros tipos: El miedo hace referencia a otro tipo de estímulos, entre los que se incluyen las situaciones que pueden conducir al atragantamiento, al vómito, a la adquisición de una enfermedad; fobia a los espacio (es decir, el individuo tiene miedo de caerse si no hay paredes u otros medios de sujeción), y el miedo que los niños tienen a los sonidos altos o a las personas disfrazadas.
Para las personas que no padecemos de ninguna de las distintas fobias, las reacciones que presentan las personas que si las padecen, ante objeto o situaciones como el ajo-aliumfobia-, a permanecer en salones grandes o auditorios -Cenofobia (no confundir con Xenofobia)- o a las computadoras –Ciberfobia-, nos parecen extrañas, imposibles y, porque no decirlo, hasta ridículas. Sin embargo para los fóbicos, estas reacciones son imposibles de controlar y los obligan en muchos casos –como en la agorafobia o el miedo a los lugares abiertos y públicos- a aislarse del mundo exterior, para evitar toparse con esos estímulos que les causan terror.
Sin embargo, a pesar de lo que se crea, las fobias son uno de los padecimientos psicológicos que mejor reaccionan a la psicoterapia. De hecho, todas las corrientes psicológicas tienen sus propias técnicas para ayudar a controlar, y en algunos casos, hasta curar las fobias.
Ahora, si bien es cierto existen distintas técnicas para combatir las fobias, las más efectivas comparten algunas nociones básicas como son: La exposición gradual al estímulo, objeto o situación que produce la fobia y manejo o control total de la ansiedad.
En Fobias: Origen y como tratarlas, te expondremos la que tal vez es la terapia más conocida para el tratamiento de fobias en general. La desensibilización sistemática. Ciertamente, esta es una técnica extensa por lo cual sólo te explicaremos las bases de dicha técnica.
Ya hemos mencionado, que las técnicas contra fobias que producen los resultados más óptimos, son aquellas que exponen al individuo al estímulo que le causa fobia y que lo entrenan para manejar o controlar la ansiedad. Esta técnica, de origen conductista posee ambos factores.
La idea de esta técnica, es como su nombre lo dice, la desensibilización. Es como cuando entramos a un lugar cargado de un aroma particular; de inicio nos golpea. Pero después de un tiempo el cuerpo, o nuestra nariz, se acostumbran a él, se desensibilizan. Lo mismo sucede con el miedo irracional que causa la fobia. Pero, de hecho, va más allá de la desensibilización, puesto que se intenta cambiar la forma en que reaccionamos ante el estímulo. Es decir, en vez de entrar en pánico al ver o sentir el estímulo, debemos entrar en un estado de relajación. Esto solo se logra a través de la repetición sistemática de los ejercicios que veremos a continuación:
Primer paso: Este paso, consiste en enseñar y entrenar al paciente a entrar en un estado de relajación profunda, sin pérdida de la consciencia, como lo sería cuando estamos dormidos. Por supuesto, esto conlleva un tiempo considerable. Existen muchas técnicas capaces de inducir un estado profundo de relajación. En este caso, podríamos ocupar la técnica de relajación muscular progresiva. La idea de esta técnica de relajación, es mostrar al paciente la diferencia entre la sensación de tensión y relajación de los músculos. Al centrarse en esto, el paciente no solo logra la relajación muscular a través del proceso de tensión-relajación, sino que al poner toda su atención en esto, logra paz y relajación mental.
Segundo paso: En este paso se intentan jerarquizar, con ayuda del paciente, aquellos estímulos que le causan menor o mayor estado de ansiedad. Por supuesto, estos estímulos están relacionados con aquello que le causa fobia. Este paso es muy importante. Por ejemplo, ante el caso de un paciente que experimente un miedo extremo a salir de casa, se establece una jerarquía de mayor a menor, en que se incluya: 1) la presencia de gente en la calle; 2) las distintas distancias que pueden alejarle de la casa; 3) la hora del día en que sale; 4) si sale solo o acompañado; 5) si llueve o hace sol; 6) si le late el corazón muy deprisa.; 7) si experimenta pánico.
Tercer paso: En este paso se procede a la exposición gradual. Este paso solo se puede realizar, una vez que se haya realizado la jerarquización de la manera más minuciosa posible y el paciente este totalmente entrenado en la técnica de relajación. Aquí el terapeuta, guiándose por la jerarquización, empieza a mostrar al paciente, en un estado de relajación profunda, los estímulos de manera imaginaria, en orden de menor creación de ansiedad a mayor creación de ansiedad.
Cuarto paso: Mientras el terapeuta le va presentando escenas imaginarias, relacionadas a los estímulos que le causan ansiedad al paciente, es de esperarse que el mismo, empiece a desencadenar las reacciones que se presentan en la fobia. Aquí el terapeuta, por medio de las técnicas de relajación, buscará mantener la mayor cantidad de tiempo la relajación, a pesar de la exposición imaginaria al estímulo fóbico. Este proceso imaginativo debe darse por varias sesiones, hasta que la ansiedad generada por la exposición imaginaria al estímulo fóbico, sea mínima o inexistente.
Quinto paso: En este caso se debe pasar a la exposición real del estímulo fóbico, siguiendo el mismo proceso que se utilizó, con la exposición imaginaria. Al igual que el paso anterior, se debe de repetir este ejercicio hasta que la ansiedad provocada sea mínima o nula.
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