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 LA ENFERMEDAD, UNA EXPERIENCIA VITAL



Enero 29, 2014, 06:23:58 am
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LA ENFERMEDAD, UNA EXPERIENCIA VITAL
« en: Enero 29, 2014, 06:23:58 am »
LA ENFERMEDAD, UNA EXPERIENCIA VITAL



Para el taoísmo no existe la culpabilidad ni el pecado como conceptos absolutos.

Si preguntamos a cualquier persona por algo que ha hecho o hizo mal, siempre encontraremos justificaciones más o menos aceptables, más o menos satisfactorias. Pero siempre hay razones y siempre hay justificación.

Entonces, ¿Dónde está el pecado? , ¿Dónde está la culpabilidad?

Es fácil entender que esta estigmatización no es más que una cuestión moral. Sin embargo, para el taoísmo, ajeno a esos conceptos de culpabilidad y pecado, todo se transforma en una cuestión personal. No hay culpabilidad, sino que hay una respuesta a cada uno de nuestros actos, hay una reacción a cada una de nuestras acciones.

Si nos comportamos inadecuadamente, entonces alguien o algo responderá frente a este comportamiento. Si nuestro vivir se aleja de lo natural y de lo adecuado y sano, entonces el organismo, la vitalidad, la energía que nos habita se resentirá y dejará de fluir en perfecto circuito. Y eso nos traerá la enfermedad, más grave cuanta mayor sea nuestra insistencia y permanencia en lo desnaturalizado.

Mientras que en el judaísmo es necesario un pago, una víctima propiciatoria, una ofrenda y un perdón; en el taoísmo no hay tal: la enfermedad es, como todo, una experiencia vital y llegar a esta experiencia, vivirla, extraer el conocimiento y la sabiduría, y seguir el camino valiéndote de lo aprendido, es lo deseable.

Hay algo evidente, los taoístas no desean la enfermedad, por mucha sabiduría que les pueda deparar, pero no rechazan ninguna posibilidad de aprender, aunque sea mediante el sufrimiento y el malestar.

Pero sigamos investigando:

¿Dónde está esa naturalidad que produce la salud?

¿En qué consiste esa naturalidad?

¿Cómo podemos alcanzar la salud y alejar la enfermedad?

Hay algo que se nos hace evidente, aunque solo sea por haberlo oído en estos últimos tiempos muchos millones de veces: la salud mental es el 99% de la salud total.

Por eso, lo primero y esencial para reinstaurar la naturalidad en nuestras vidas es apartar de nosotros las ideas recurrentes, los falsos optimismos y los negros pesimismos. No podemos vivir dándole vueltas a todo cuanto pasa por nuestra cabeza. Por eso, no hay nada mejor que la práctica de la respiración: sin prisa, sin pausa, con constancia y con confianza.

Respirar diaria y atentamente es la forma inigualable de poner las cosas en su sitio, de dar el valor que realmente tiene a cada pensamiento, imagen, emoción o sensación que pasan por nuestras vidas. Alejar nuestra vida de la emoción externa, exagerada, agitadora y conmovedora es la única forma de recuperar al menos el 80% de nuestra libertad.

No quiere esto decir que dejemos de sentir, de vivir, de percibir lo que la vida nos brinda, de aceptar que la alegría y la tristeza están presentes en nuestras vidas y forman parte de ellas.

Se trata únicamente de dejarlas estar, de no comprometerse con ellas, de no actuar bajo la influencia de estímulos que son infundados, que son aprendidos, que son impostados y repetidos hasta la saciedad, que son manipulados y que muchas veces nos vienen dados por nuestra educación, por nuestras circunstancias personales o por nuestras primeras experiencias vitales.

Ahora bien, nadie dice que sentarse a respirar sea la medicina milagrosa, el bálsamo de Fierabrás que en El Quijote pretendía curar todas las dolencias de su vida de aventuras.

Respirar requiere tiempo, requiere –como ya he dicho- constancia y confianza. Los efectos se notan al poco tiempo, al muy poco tiempo, pero eso no quiere decir que a los pocos días poseamos lo que los grandes maestros han tardado años de práctica en conseguir. Hay que repetir y repetir y repetir y aceptar que, pese a nuestro entusiasmo, podemos caer en las garras de esos sentimientos, pensamientos y emociones banales y traidores. Que podemos volver a caer en el barro, en el lodo. Que podemos volver a sufrir indescriptiblemente por tonterías y estupideces: por palabras de otros, por conjeturas nuestras, por prejuicios, por… etc.

Pero seguir, practicar y confiar hacen que recuperemos ese 80% de libertad y desde ahí nos situamos a muy buena distancia de la salud natural.

La medicina ayurveda considera que la enfermedad es un ataque contra la sabiduría, ya que atentamos contra nuestros intereses más elementales y vitales.

Por eso, necesitamos recuperar la calma mental y emocional, pero necesitamos también adecuar nuestra dieta, los alimentos que nos hacen bien y que nos hacen mal, no los que necesariamente nos gustan o nos disgustan. Ajustar nuestra dieta, seleccionar nuestros alimentos para que tengan olor, color y sabor, dedicarle un tiempo a esta selección y, sobre todo, al proceso de la comida, hará que nuestras ingestas sean más comedidas, que nuestro disfrute sea mucho mayor, que el aprovechamiento de las virtudes de nuestros alimentos sean multiplicadas hasta el infinito.

Pero lo que es más importante, con esta delicadeza, aprenderemos a percibir nuestro cuerpo, a escuchar lo que el cuerpo nos pide, lo que nuestra vida necesita de lo básico para sostenerse, pero haremos de esta necesidad vital el arte de vivir nuestra vida naturalmente.

Finalmente no sería posible alejar la enfermedad y recuperar el equilibrio vital y natural sin la práctica de un ejercicio, de una actividad física, de algo que nos ponga en movimiento.

Ciertamente el taichí –con sus suaves movimientos y su atención minimalista-, el chikung –con su precisión orgánica y su fuerza respiratoria-, el yoga –con su atenta distensión y sus estiramientos y técnicas-, la marcha, el paseo, cualquier deporte no competitivo… cualquiera de estas actividades nos pondrá en el sendero de la naturalidad y de la salud.

Dice también la medicina ayurveda que los esfuerzos físicos resultantes de estas actividades deben estar siempre a un nivel medio de cansancio, o lo que es lo mismo, no debemos abusar de nuestro cuerpo superando la actividad hasta el agotamiento. El cuidado y la atención siempre nos indicarán que un cincuenta por ciento de esfuerzo es mil veces mejor que el 70%, el 80 % o la extenuación.

Para el taoísmo la palabra mágica, la palabra clave que abre todas las puertas es la palabra SEGUIR.

Necesitamos atención y calma para percibir lo que nuestro organismo necesita, para discernir lo que nos dará más calma y más paz, lo que nos alimentará y lo que nos hará estar más físicamente equilibrados.

Es seguir la naturaleza, lo natural, los ritmos con que el cosmos adorna la vida; los ritmos que los años, las estaciones, las semanas y los días proponen a cada criatura y a nosotros entre ellas. De la atención y de la fidelidad a ese seguimiento alcanzaremos la salud y podremos hacer de nuestras vidas un verdadero regalo y ser merecedores de la paz y la felicidad por largo tiempo.
 

Publicado por Andrés Guerrero Serrano
( Lecciones del Taoísmo)

 

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