DEL VIEJO AMOR AL BUEN AMOR.
El psicólogo Joan Garriga, autor de El buen amor en la pareja, nos define las reglas de oro para vivir en pareja hoy.
Parece ser que el ser humano ha nacido para vivir acompañado. Ansiamos encontrarnos con el otro, y, en muchos casos también, con ese otro especial con quien vivir una vida especial. Pero el camino de la pareja (y del amor de pareja) tiene muchos baches. Y ése es el territorio que mejor conoce el psicólogo gestaltista, experto en constelaciones familiares, Joan Garriga, tras más de diez años trabajando con parejas y ayudándolas a conseguir una relación más sana y consciente.
Según Joan Garriga, las constelaciones familiares no son un manual de instrucciones acerca de qué hacer en la pareja, lo que hacen es sacar a la luz y mostrar los movimientos del corazón, con sus ataduras y extensiones, y procurar liberación al deshacer entuertos afectivos.
Nadie tiene el poder de hacernos infelices ni tampoco de hacernos felices, porque la felicidad es un estado interior que no depende más que del grado de armonía de cada uno con el latido de la vida.
LAS CINCO CONDICIONES PARA EL BIENESTAR DE LA PAREJA
No hay esquemas preestablecidos, pero sí condiciones que facilitan o dificultan la relación de pareja. Hay criterios que nos permiten reconocer si nos estamos relacionando con la persona adecuada o no, si estamos más cerca o más lejos de que el amor se logre. Arnaud Desjardins, discípulo del sabio hindú Swami Prajnanpad, nos habla de los cinco criterios que su maestro le enseñó para reconocer el valor profundo de una pareja. Cuando éstos se cumplen, la pareja vive en armonía y sus asuntos son alegres y serenos.
1) Que sea fácil, que fluya sin demasiado esfuerzo. Que las cosas sean cómodas, que no tengamos que malgastar grandes cantidades de energía en emociones ni se nos obligue a luchar contra éstas. Cuando esta condición se da, existe una comunión real, una comodidad que no es rutinaria, en la que no hay dramas ni tragedias, sólo bienestar. Todo se desenvuelve con naturalidad, y las cosas resultan fáciles y gráciles.
2) Que se trate de dos naturalezas no demasiado incompatibles, no demasiado diferentes. Que la comprensión del otro no esté más allá de nuestras capacidades.
3) Que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros, que se sientan como tales, acompañados, ya que el otro es también un amigo y la amistad no se desgasta con el curso de los años. Que puedan compartir sus peculiaridades, gustos, intereses, diferencias, complicidades. Que encuentren en la otra persona a alguien a quien entienden y que le entiende.
4) Tener fe y confianza plena en el otro. Que el otro nos inspire una completa confianza sobre la cual se pueda cimentar un amor duradero, susceptible de crecimiento. Que tengamos la convicción de que el otro no nos va a dañar.
5) El deseo espontáneo de que el otro esté bien, lo cual quiere decir, el deseo de que esté bien por encima de nuestros miedos o carencias. Se trata de encontrar la propia felicidad con la plenitud del otro.
LA PAREJA ¿PUEDE HACERNOS FELICES O DESDICHADOS?
Un ingrediente de la felicidad terrenal que seguramente podemos experimentar en esta vida viene a través de sentirnos conectados y de lograr unas relaciones ricas, fértiles, hermanadas, cooperativas y amorosas.
UNA BUENA NOTICIA: NADIE PUEDE HACERTE INFELIZ.
Ésa es la buena noticia: a pesar de los malos momentos, en realidad nadie tiene el poder de hacerte desgraciado/a, pues siempre queda en tus manos decidir cómo vas a vivir las cosas, el sentido que les darás, y la posibilidad de orientarlas en la dirección de lo positivo y útil.
No parece un buen negocio hacer depender nuestro bienestar de otro, dándole y a la vez cargándole con ese poder. La felicidad depende, pues, principalmente, de nuestra actitud y estado ante lo que nos toca vivir.
Conviene asumir también que la felicidad no significa placer ni éxito ni ausencia de dolor y de frustración. La felicidad es otra cosa: una sintonía con el aroma del ser esencial y con la fuerza de la vida, un sí incondicional a todas sus dimensiones, un vivir conforme a nuestras predisposiciones y un entablar vínculos ricos y significativos con los demás.
LA MALA... ¡NADIE PUEDE HACERTE FELIZ!
La pareja por sí misma no da la felicidad. A través de la pareja tendrás intimidad, sexualidad, ternura, vinculación, sentido de pertenencia, confrontación, crecimiento… Y, si lo sabes llevar bien, te acercarás a un tipo de gozo, pero la felicidad es otra cosa: es un estado. La pareja te puede dar felicidad, pero no tiene el poder de hacerte feliz, lo cual es un matiz muy importante.
La gran tarea consiste en aprender a amar, integrar y gozar lo real entre ambos, mientras nos despedimos con cariño de nuestras idealizaciones, quizá para descubrir, maravillados, que la entrega a lo real multiplica y refina nuestra alegría interior de una manera que ni siquiera podíamos atrevernos a soñar en nuestras mejores fantasías.
¿PARA QUÉ TENEMOS PAREJA?
Cuando somos niños experimentamos una gran felicidad al sentir que pertenecemos a nuestra familia, sin importar si su atmósfera es alegre o tensa. Vivimos esa pertenencia como una bendición en nuestro corazón. Después crecemos y, como adultos, seguimos perteneciendo a nuestra familia de origen, pero ya no experimentamos la dulce sensación de pertenecer a nuestros padres. Ahora necesitamos sentir esa pertenencia con otras personas, especialmente con la pareja. Al comprometernos en un camino de amor, como adultos, eligiendo a un compañero/a creamos el marco para un nuevo núcleo familiar, con hijos o sin ellos, y experimentamos de nuevo que formamos parte de algo. De ahí que esperemos de la pareja la tonificante sensación de pertenecerse, de saberse pertenecidos el uno al otro; la seguridad, en definitiva, de que estamos juntos en un camino, al menos mientras sea posible. Tenemos derecho a experimentar ese sentimiento de pertenencia, pero no a esperar que la pareja cumpla todas nuestras fantasías, que apacigüe todos nuestros temores, que cure todas nuestras viejas heridas.
Por mi experiencia como terapeuta, diría que la pareja se sostiene bien en tanto en cuanto nos provee de desarrollo y crecimiento, de motivación e impulso.
Existen diferentes formas de ser pareja y se trata de encontrar la propia fórmula, la que a cada uno le haga feliz.
HOMBRES Y MUJERES: DOS SISTEMAS
Soy consciente de que esto puede resultar polémico, pero es lo que me dice mi experiencia: muchas mujeres se sienten mejores, unas cuantas se sienten iguales y sólo algunas se sienten peores. Con los hombres pasa lo contrario: sólo unos pocos se sienten, en realidad, mejores que su pareja, muchos se sienten iguales y bastantes se sienten peores.
Yo creo que el hombre, a nivel íntimo, es consciente del poder de la mujer, del poder afectivo, del poder que le da la maternidad, de su intimidad emocional, de cómo se sabe mover a nivel comunicativo, relacional y vital. Es decir, en los asuntos esenciales. Quizá por ello el hombre ha dominado el poder económico o político, porque estaba asustado por su torpeza en los menesteres emocionales y analógicos. Hasta ahora se nos contaba que a la mujer sólo se le dejaba el poder de los sentimientos, pero resulta que son justamente los sentimientos los que mueven el mundo, incluso el mundo de los poderes económico y político.
Son muchas las mujeres que se quejan de no ser suficientemente comprendidas por sus hombres y lo proclaman como si fuera un derecho natural. Al mismo tiempo, cientos de hombres se retraen calladamente porque consideran que sus mujeres menosprecian algunos de sus intereses, deseos, costumbres y aficiones, y en el fondo piensan que hay algo que no va, que la mujer no se molesta en comprender que el hombre es como es. En resumen: más de lo mismo: incomprensión y frustración para todos.
Como se va poniendo de manifiesto, cuando se une una pareja no sólo se juntan dos personas, sino que se unen dos sistemas.
LAS CONSTELACIONES FAMILIARES
Se trata de un trabajo terapéutico desarrollado por el psicoterapeuta alemán Bert Hellinger que aborda los problemas de relación —o de cualquier otro tipo— con un enfoque sistémico, es decir, teniendo en cuenta todo el sistema familiar de la persona y toda su red de vínculos (o los de cada miembro de la pareja, cuando el trabajo es de a dos). Es una experiencia que remueve, que agita interiormente y nos hace contactar con las sutilezas y los movimientos profundos del alma. Y que asimismo revela los vínculos, las dinámicas y realidades que están actuando sobre la persona desde la sombra. Es una técnica que permite ver de forma rápida cómo cada uno estructura sus vínculos, y cómo estos vínculos nos permiten caminar con fuerza hacia la vida o nos lo impiden, cómo nos abren puertas o nos las cierran, cómo nos conducen hacia la dicha o hacia la desdicha, cómo nos sanan o nos enferman, cómo nos crean problemas o nos los resuelven. Y cómo nuestros vínculos amorosos con nuestros anteriores, especialmente con nuestros padres, sostienen nuestros vínculos amorosos con nuestros posteriores, en una suerte de geometría precisa de las relaciones humanas.
Las Constelaciones Familiares no son un manual de instrucciones acerca de qué hacer en la pareja ni una terapia comportamental, con protocolos específicos. Lo que hacen es sacar a la luz y mostrar los movimientos del corazón, con sus ataduras y extensiones, y procurar liberación al deshacer entuertos afectivos. Son una metodología privilegiada para mirar nuestra red de vínculos en un sentido amplio y observar las lealtades con asuntos pasados que nos proporcionan fuerza y prosperidad, que nos sostienen, o bien con asuntos que no fueron resueltos y que nos debilitan, y solucionarlos.
Una constelación no hace el trabajo, el trabajo lo hace cada persona con su receptividad, su atención a sí misma, su compromiso a tomarse en serio su vida. Y en realidad no hay otro trabajo que el proceso que la constelación desencadena. No existe otra cosa que el proceso de acompañarse a uno mismo, tener presentes los vínculos importantes y orientarse de la manera más sabia posible para que nadie tenga que sufrir o para que uno pueda estar mejor. No hay otra opción que responsabilizarse y hacer recaer en nuestra propia fuerza la gestión de nuestra vida y nuestros vínculos.
HIJOS DE MAMÁ E HIJAS DE PAPÁ
La madre y el padre, de una forma u otra, en mayor o menor medida, están siempre presentes en nuestro cuerpo, en nuestro corazón y en nuestra manera de plantarnos en la vida. También en nuestro movimiento hacia la pareja. Una frase muy conocida de Bert Hellinger es: “El mejor matrimonio, la mejor unión, se da cuando se casan la hija de la madre y el hijo del padre”.
Es muy importante sanar el vínculo con los padres (con la madre y el padre), porque es la forma de sanar nuestro vínculo con la vida y con nosotros mismos. Para el hijo o la hija, los padres representan simbólicamente la vida. Si estamos en paz con ellos, estamos en paz con la vida; cuando los tomamos a ellos, podemos tomar la vida en todas sus dimensiones.
Lo importante aquí es que se trata de un proceso que nos ayuda a acercarnos a la pareja, porque la pareja es también la vida. Así que, a la hora de ir hacia la pareja, nos ayudará haber tomado a nuestros padres, habernos puesto en sintonía con nuestros anteriores, haber dicho que sí a lo que fue y, de ese modo, haber liberado nuestros tortuosos estilos afectivos. Entonces, llenos de nuestros padres, estaremos conformes con la vida. Todos arrastramos heridas y dolores provocados por nuestros padres. Por eso es un reto tomarlos en su totalidad, porque eso significa tomar también las heridas y el dolor.