SEIS TIPOS DE PALABRAS A USAR CON MODERACIÓN
El lenguaje es un instrumento muy poderoso que usamos para comunicarnos con los demás. Y también sirve para explicar nuestra visión de la realidad a nosotros mismos.
Lo que ocurre es que a veces la realidad es tan compleja que cuesta encorsetarla en un puñado de símbolos visuales o acústicos.
Elegir las palabras adecuadas no es siempre fácil.
¿Qué problema hay con esto?
Que podemos cometer errores, como en cualquier otro asunto. Y, si no reparamos en ellos, quizás nos terminemos creyendo nuestra desacertada descripción de la realidad. Algo que, como vamos a ver, juega en nuestra contra…
1. SIEMPRE Y NUNCA
Cuidado con estas palabras extremas que cortan la realidad en dos: blanco y negro. Muy pocas veces la describen bien…
A mí me gusta usarlas para lograr intensidad cuando estoy escribiendo, pero soy consciente de que son palabras que están diseñadas para eso: para enganchar emocionalmente a quien las escucha o las lee.
¡Cómo se le desgaja a uno el corazón cuando le dicen: Siempre te amaré! Es, sin duda, mucho más emotivo que cuando te sueltan: Hoy, te amo. A ver qué pasa mañana…
Por eso precisamente hay que tener cuidado con este tipo de palabras: Porque son muy intensas. Y, lo mismo que nos hacen estallar de alegría, pueden sumirnos en la desolación o dejarnos estancados:
Nunca voy a ser feliz.
¿Siempre tiene que salirme todo mal?
No te perdonaré jamás.
Sí, pueden hacernos mucho daño (y a quienes se las dediquemos, también). De ahí que sea buena idea que prestemos atención a su uso.
2. ODIO
Ésta es otra palabra demasiado intensa: Odio a mi cuñada. ¡Qué exageración!
También es conveniente que la usemos con cuidado, porque concentra demasiada energía negativa.
Y, si realmente no sentimos ni la más mínima simpatía por lo que sea que acompañe a la palabra “odio”, no se merece ese dispendio de energía por nuestra parte.
Con mostrar indiferencia logramos un efecto más deseable y menos desgastante para nosotros, ¿no crees?
3. DEBERÍA / TENDRÍA QUE…
Esas palabras expresan muy buenas intenciones. Aunque son sólo eso: intenciones.
No tienen la fuerza necesaria para expresar la determinación en la decisión que hemos tomado. Los demás no terminan de creerse que vamos a hacer lo que decimos y nosotros, tampoco.
Mira la diferencia:
Debería estudiar más.
Voy a estudiar más.
Tendría que dejar de fumar.
Quiero dejar de fumar.
Si nos planteamos un objetivo en serio, nos conviene usar palabras que reflejen ese compromiso, incluso cuando nos hablamos a nosotros mismos.
4. GROSERÍAS
Las groserías, malas palabras (o como tú las llames) también las añadimos a la lista de la moderación.
Usadas ocasionalmente tienen hasta un efecto terapéutico, porque nos ayudan a descargar tensiones. Pero, si abusamos de ellas, pierden sus propiedades analgésicas en algún momento “cumbre” en el que necesitemos usarlas.
5. PERO
Esta palabra de uso frecuentísimo tiene pinta de ser inofensiva PERO no lo es.
En ocasiones la empleamos para expresar carencias, limitaciones, defectos y demás, dejando caer toda la atención sobre lo negativo: Quiero practicar todas las tardes, pero sé que no voy a poder.
Cuidado con el silencioso y abrumador poder desmotivador del PERO.
6. ETIQUETAS PERSONALES INDESEABLES
Que los demás nos pongan etiquetas para clasificarnos y situarnos en su esquema vital, se entiende. Lo que roza lo insensato es que nosotros mismos nos coloquemos etiquetas rígidas, que nos simplifiquen y nos limiten.
Me pongo la primera. No sé cuántas veces habré escrito a lo largo y ancho del blog que soy una persona perezosa, vaga con todas las letras.
Si no lo llego a decir, ¿tú te hubieras dado cuenta? Probablemente, no.
Pero, al decirlo, no sólo tú me asumes como vaga, sino que yo misma me creo más vaga cada día y, seguramente, más vaga de lo que soy en realidad.
Lo mismo pasa si tú dices que eres feo, torpe, poco atractivo… o cualquier otra cosa negativa.
Tú y yo estamos cometiendo el mismo error: Reforzamos una imagen negativa que tenemos de nosotros mismos; la extendemos y nos limitamos.
Al decir: “YO SOY esto o lo otro” nos quedamos atrapados en esas palabras. Luego, en la medida de lo posible, sería bueno evitar usar ese “YO SOY…” unido a cosas que no queremos ser, ¿no te parece?
Dejamos aquí estos ejemplos que ilustran lo importante que es prestar atención a lo que decimos. Con esto ya tenemos para ir practicando.
Por mi parte, haré el propósito de no repetir más veces: “Yo soy vaga…” (¡Uy!, Ésa fue la última.)
Autora desconocida