EL SERMÓN DE BENARÉS
Buda
El sermón de Benarés. Con el alma purificada y dichosa, y tras un periodo de dudas, Buda decidió predicar la verdad alcanzada. Buda dirigió primero su enseñanzas a cinco antiguos compañeros de su etapa ascética. Famosísima y primera entre las alocuciones de Buda es la llamada "Predicación de Benarés"; en ella se encuentran expuestas la llamadas Cuatro Verdades Nobles, pilares doctrinales de lo que luego sería el Budismo. El sermón se reproduce con absoluta concordancia de detalles en varios lugares del canon pali (en el Sutra Pitaka) e incluso en textos budistas en sánscrito, lo que avala su autenticidad. Las palabras del maestro, fijadas en la memoria de quienes las habían oído, fueron transmitidas durante largo tiempo oralmente, pero con presumible fidelidad, conforme a la excepcional capacidad mnemotécnica de los hindúes. La transmisión oral mnemotécnica de los discursos de Buda favoreció un característico estilo retórico, para nosotros bastante hinchado y extravagante, con sus redundancias y repeticiones de palabras, de proposiciones y de fragmentos enteros, acumulados hasta lo inverosímil. Pero en medio de tanta lentitud y monotonía de exposición brillan como piedras preciosas sentencias memorables y sublimes afirmaciones inspiradas por una profunda comprensión de los problemas del hombre. Basten las palabras memorables (conservadas en el Dhammapada) que Buda debió pronunciar inmediatamente después de haber llegado a la iluminación: "El ciclo de muchos nacimientos he recorrido sin descanso buscando al constructor de la casa (es decir, el deseo, que es la causa del renacimiento). Tremendo es el renacimiento. Constructor de la casa, estás descubierto: ya no edificarás más casas. Tus vigas están astilladas y el techo de la casa, destruido. El corazón, ya libre, ha destruido todo anhelo". En la imagen, representación del sermón de Benarés, así llamado pese a que según la tradición tuvo lugar en el parque de las gacelas de la cercana ciudad de Sarnath (a ello se debe la presencia habitual de estos animales en la iconografía).
1. Los cinco bhikshus vieron aproximarse a su antiguo maestro y convinieron entre sí no saludarle ni dirigirse a él como a un maestro, sino nombrarle sencillamente por su nombre. «Porque –decían– ha roto su voto y ha fracasado en la santidad. Ya no es un bhikshu, sino Gotama, y Gotama no es sino un hombre que vive en la abundancia y que se entrega a los placeres mundanos.»
2. Pero cuando el Bienaventurado se aproximó, con dignidad, involuntariamente se levantaron de sus puestos a pesar de su propósito. Eso sí, le nombraron por su nombre y le llamaron «amigo».
3. Después de dispensar esa acogida al Bienaventurado, éste dijo: «No llaméis al Tathagata por su nombre ni le digáis «amigo», porque es el Buddha, el Santo. El Buddha ve a todos los seres con la misma bondad de corazón y por eso ellos le llaman, «Padre». Faltar al respeto a un padre, es malo; menospreciarle, un pecado.
4. El Tathagata no busca la salvación en las austeridades; pero eso no es una razón para que penséis que se entrega a los placeres mundanos y que vive en la abundancia. El Tathagata ha encontrado el sendero medio.
5. No es el abstenerse del pecado o de la carne, ir desnudo, raparse la cabeza o llevar el cabello trenzado, vestirse con un hábito burdo, cubrirse con polvo ni sacrificar a Agni lo que puede purificar a un hombre que no se ha librado de los errores (2).
6. Leer los Vedas, ofrendar a los sacerdotes o sacrificar a los dioses, mortificarse por el calor o el frío y hacer otras muchas penitencias semejantes, con el fin de obtener la inmortalidad, no purifican tampoco al que no se ha librado de los errores (3).
7. Es la ira, la embriaguez, la terquedad, la gazmoñería, el engaño, el elogio de sí mismo, la denigración del prójimo, la arrogancia y los malos designios lo que constituye la impureza y no, ciertamente, el comer carne (4).
8. Dejadme ¡oh bhikshus! que os enseñe el sendero medio, que se mantiene a igual distancia de los dos extremos. Por el sufrimiento, el devoto debilitado, crea en su espíritu la confusión y los pensares enfermizos. La mortificación no conduce a la ciencia, según el mundo, y mucho menos al triunfo sobre los sentidos.
9. El que llene su lámpara con agua no disipará las tinieblas, y el que trate de avivar un fuego con leña podrida no lo logrará.
10. Las mortificaciones son dolorosas, estériles, sin provecho. ¿Cómo podrá uno liberarse del «yo» llevando una vida miserable, si no se logra extinguir el fuego de la concupiscencia?
11. No importa cualquier mortificación, y es vana mientras el «yo» persiste, y continúa ambicionando los placeres del mundo o de los cielos. Pero aquel en quien el «yo» está extinto, está libre de la concupiscencia: no desea ningún placer mundanal ni celeste, y la satisfacción de sus necesidades no le manchará. Que coma y beba según las necesidades de su cuerpo.
12. El agua que rodea a la flor de loto no moja sus pétalos.
13. Toda suerte de sensualidad es, además, enervante. El hombre sensual es esclavo de sus pasiones, y la busca del placer el degradante y vulgar.
14. Pero el satisfacer las necesidades de la existencia no es un mal. Mantener nuestro cuerpo en salud es un deber, porque de otro modo no podríamos mantener la lámpara de la sabiduría y conservar nuestro espíritu fuerte y lúcido.
15. Este es ¡oh bhikshus! el sendero medio que se aparta por igual de los dos extremos.»
16. Y el Bienaventurado habló bondadosamente a sus discípulos, sintiendo compasión por sus errores y mostrándoles la inutilidad de sus esfuerzos; y el hielo de malquerer que congelaba su corazón, se fundió al suave calor de la persuasión del maestro.
17. Entonces el Bienaventurado puso en movimiento la Rueda de la más Excelente Ley, y comenzó a predicar a los cinco bhikshus, abriéndoles la puerta de la inmortalidad y mostrándoles la bondad del Nirvana.
18. Y cuando el Bienaventurado comenzó su sermón, se arrobaron estremecidos todos los mundos.
19. Los Devas abandonaron sus moradas celestes para oír la dulzura de la verdad; los santos que habían abandonado la vida se reunieron tumultuosamente alrededor del Gran Instructor para recibir las felices nuevas; hasta los animales de la tierra sintieron la bendición que emanaba de las palabras del Tathagata; y todas las criaturas, todos los seres dotados de sentimiento, dioses, hombres y bestias, al oír el mensaje de liberación, lo entendieron y comprendieron, cada uno según su propio lenguaje.
20. El Buddha, dijo:
21. «Los rayos de la rueda son las reglas de una conducta pura; la justicia es la uniformidad de su redondez; la sabiduría es su banda; la modestia y la reflexión son el cubo en el que se fija el eje inmutable de la verdad.
22, El que reconoce la existencia del dolor, su causa, su remedio y su extinción, ha penetrado las cuatro nobles verdades. Irá por el buen camino.
23. Las opiniones justas serán la antorcha que iluminará su camino; las miras justas su guía; las palabras justas, su albergue sobre el camino. Y marchará recto, porque su conducta es recta. Sus confortantes serán la recta manera de ganarse la vida; sus justos esfuerzos serán sus pasos; sus buenos pensamientos su respiración, y la paz irá tras él en las huellas de sus pies.»
24. Y el Bienaventurado expuso la instabilidad del «yo».
25. «Todo lo que ha tenido un comienzo se disolverá de nuevo. Todo cuidado de la personalidad es vano; el «yo» es como un espejismo, y todas las tribulaciones que le tocan son pasajeras. Se desvanecerán como la pesadilla cuando el soñador despierta.
26. El que se ha despertado se ha librado del temor; ha venido a ser Buddha; conoce la vanidad de todos los cuidados, de sus ambiciones y de sus penas.
27. Ocurre a veces que un hombre que viene de bañarse pisa una cuerda húmeda y la toma por una serpiente. El horror le hace presa y asustado de miedo, sufre anticipadamente en su espíritu todas las agonías causadas por una mordedura venenosa. ¿Qué alivio no sentirá ese hombre cuando vea que no hay tal serpiente? La causa de su terror descansa en su error, en su ignorancia, en su ilusión. En cuanto reconozca la cuerda, le volverá la tranquilidad a su espíritu; se sentirá aliviado, se sentirá alegre y feliz.
28. Tal es el estado de espíritu del que ha reconocido que no hay «yo»; que la causa de todas sus penas, sus cuidados y sus vanidades, es un espejismo, una sombra, un sueño.
29. Dichoso el que ha vencido todo egoísmo; dichoso el que ha obtenido la paz; dichoso el que ha encontrado la verdad.
30. La verdad es noble y dulce; tiene la facultad de librarnos del mal. No hay en el mundo otro salvador que la verdad.
31. Tened confianza en la verdad, aunque no seáis capaces de comprenderla, aunque supongáis que su dulzura es amarga, aunque retrocedáis ante ella el primer momento. Confiaros a la verdad.
32. Los errores extravían; las ilusiones engendran los males, embriagan como bebidas fermentadas; pero se desvanecen bien pronto y dejan al hombre enfermo y disgustado.
33. El «yo» es una fiebre; el «yo» es una visión pasajera, un sueño; pero la verdad es saludable, la verdad es sublime, la verdad es eterna. No hay inmortalidad sino en la verdad, porque únicamente la verdad permanece para siempre.»
34. Y una vez que la doctrina fue expuesta, el venerable Kondinya, el más viejo de los cinco bhikshus, discerniendo la verdad con el ojo de su espíritu, dijo: «En verdad, ¡oh Buddha, Nuestro Señor!, tú has encontrado la verdad.”
35. Y los Devas, los santos y todos los buenos espíritus de las generaciones muertas que habían oído el sermón del Tathagata, recibieron con gozo la doctrina, y exclamaron: «En verdad, el Bienaventurado ha removido la tierra; ha hecho girar la rueda de la verdad, sin que nadie en el universo, dios u hombre, pueda moverla en sentido contrario. El reino de la Verdad será predicado sobre la tierra; se extenderá, y la justicia, la buena voluntad y la paz, reinarán sobre la tierra.»
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