LA CONVERSACIÓN MÁS IMPORTANTE DEL DÍA
Seguramente, hoy te comunicarás con las personas de tu entorno. Muchas o pocas, las conversaciones serán variadas. ¿Y la que vas a tener contigo mismo? ¿Cómo será ésa?
¿Qué te dices a ti mismo? ¿Te escuchas? ¿Contestas con respeto? ¿A qué mensajes das más importancia?
Tú eres una de las personas con las que más “hablas”. Y esa charla te influye. Como resultado de la misma, unas veces sales de casa poniéndote el mundo por montera. Otras, con los ánimos por los suelos o con el mal genio dispuesto a saltar a la mínima provocación.
Las conversaciones contigo mismo no se quedan sólo dentro de ti. También afectan a tu actitud y a cómo te perciben los demás.
Y no. No voy a decirte que antes de salir de casa te mires al espejo diciéndote que eres un rayito de sol y que no hay nadie más guapo/a ni más chulo/a en el reino. Menos todavía, en esos días en los que estás tan de malas que no quieres ni que el sol te alumbre.
Eso sí. Puedes elegir entre tu repertorio conversacional bastante más que repetirte los defectos que tienes o los fallos garrafales que has cometido.
Puedes elegir algo más positivo: Hablarte con humor; no tomarte tan a la tremenda; celebrar los detallitos buenos que encuentres al paso… Esas cosas. Sé creativo.
Tampoco olvides prestar atención. Porque muchas veces a tu “yo interno” se le va la pinza. Y, sin que tú le des la palabra, comienza a contarte historias de lamentos, de fracasos, de nubarrones que se acercan… Como si hubiera apretado solito el botón del drama y no quitase el dedo del mismo.
Tú, pendiente. Invítale amablemente a que se relaje. Y, cuando ya esté en plan más receptivo, háblale de temas diferentes. Háblale de oportunidades, de posibilidades, de amor, de humor…
En resumen: Cuando puedas elegir (que es casi siempre) dite cosas que te eleven o, en todo caso, que no te hundan. Y, como en una conversación, escucha también lo bueno que tu “yo interno” tenga que decirte.
¿Qué tal la propuesta? (También me la aplico yo, digo…)