Bueno, veo que este apartado tiene toda la pinta de parecerse a una piscina, así que, sin dudarlo, me tiro a ella, jejeje....
Estoy completamente con el planteamiento inicial de Godly, recogido por María Laura.
Hace tiempo que descubrí que, cuando algo de los demás me sentaba mal, no me cebara con ellos, sino que debía mirar en mi interior y descubrir exactamente lo mismo que me disgustaba en los otros. Y que ahí es dónde se podría arreglar verdaderamente algo.
Y efectivamente puedo confirmar que fue una muy buena fuente de descubrimiento personal.
No negaré que me sigue sentando mal la injusticia, el abuso y otros valores morales y éticos que deberían suponerse en el homo sapiens, pero tampoco es menos cierto que muchas de las veces acabo sintiendo caridad y compasión por los casos que no tienen solución.
Estoy completamente de acuerdo con Godly, por tanto. Los demás pueden ayudarnos muchísimo con su conducta, con sus ideas, con su interacción. Ya no digamos si damos con gente a nuestro alrededor que encima viven como piensan, aunque ésto, desgraciadamente, no es lo más abudante.
Del mismo modo creo que si has adquirido una buena fluidez entre tu mente y tu corazón, si sabes interpretar fácilmente tus sentimientos, si vives en la sinceridad contigo mismo, tanto para lo bueno como para lo malo, y, a la vez intentas vivir del modo que piensas, descubres cosas en tí que no deberían estar ya, o que deberían ser de otro modo. Y desde ahí mismo, podemos "intentar" comprender mucho más a los demás, y lo más importante, saberlos perdonar. Pero sólo si los hemos comprendido.
Así, partiendo de que aunque cada uno es completamente único, a la vez (otra nueva paradoja de la vida), todos nos parecemos muchísimo. Y entendiendo cosas tuyas, también puedes entender a los demás más fácilmente, justamente desde ti mismo.
Por tanto, creo en el aprendizaje multidireccional. Así como no hay buen maestro que en su cometido no acabe aprendiendo algo. Y ésto hace al alumno, a su vez, maestro de su maestro.
De lo que comenta María Laura, también estoy de acuerdo, aunque la segunda frase ("Y por eso (cuando) aprendemos de ellos, aprendemos de nosotros.") no la veo, en todos los casos, tan fácilmente efecto de la primera ("En los otros y en nuestras relaciones con los otros, nos reflejamos nosotros mismos."), que planteas como su causa.
Pienso como tú, María Laura, cuando se aprende de los demás, aprendemos de nosotros. Todos nos parecemos, podría decirse que tenemos o contamos con los mismos elementos, tal vez que con proporciones diferentes.
Respecto a que en nuestras relaciones con los otros, nos reflejamos nosotros mismos, pues también coincido. Aunque tal vez nos reflejamos según el patrón o la idea que de nosotros mismos tenemos, influyendo sin duda en ello el grado o tipo de relación que nos una con los demás.
Quiero decir que si yo pienso de mi mismo que soy sincero, por poner un ejemplo, intentaré revalidad en mis interacciones que realmente lo soy, para que haya una coherencia entre cómo yo me defino a mi mismo y cómo me relaciono. Podríamos poner muchos ejemplos: ser brillante, ingenioso, inteligente, cariñoso, fuerte, etcétera.
Hasta aquí se entiende. Pero precisamente sobre esa base es el modo en que, a mi modesto entender, hemos elaborado nuestro ego: sobre la idea que tenemos de nosotros mismos.
Así, sólo tenemos que comprobar su existencia cuando recibimos una palabra de adulación o una palabra de crítica sobre algún concepto que creemos que nos define. Y examinar qué experimentamos en nuestro interior: un ladrillo que eleva más nuestra columna hacia el cielo del valor o don "creído", o una amenaza a la escalada sin fin del citado valor o don.
Sobre lo que comenta Francisco, yo no me definiría por una mejor forma de expresarse que otras. Quién tenga buena confianza en sí mismo, una mente ágil y haya practicado, por ejemplo, dar conferencias, le resultará mucho más fácil la expresión hablada que la escrita. Pero hay tímidos, mentes más lentas, con menos capacidad de improvisación,...... que con un buen rato delante de un papel, o la ausencia de un prójimo "dominante" (en el buen sentido de la palabra), son capaces de sacar a relucir exactamente todo lo que sienten.
Cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El intercambio de palabras no sólo lleva un contenido conceptual y verbal, sino muchas otras ricas cosas, que se engloban en lo que en psicología se llama la "comunicación no verbal": desde el timbre de voz, la mirada, los gestos, la postura corporal, la desviación de la mirada, la distancia entre interlocutores,...... todo éso aporta una información extraordinaria que, en muchos casos, es mucho más válida y nos dice más del otro que el contenido real de sus palabras.
Pero es más espontánea, sin mucha capacidad de reflexión. Y ésta a veces es necesaria para saber qué pensamos realmente, y no darle crédito a lo primero que nos viene a la cabeza.
La escrita, más o menos, y a mi entender, sería como ver la hablada en un espejo, para entendernos, jejeje......
Bueno, hasta aquí mi pequeño granito de arena del desierto, jejeje...... comprendo perfectamente que cada uno es un mundo, independientemente de que todos los mundos seamos bastante parecidos, o más de lo que puede suponerse.
Un saludo.