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 PARA LAS MUJERES QUE SE OLVIDAN DE SÍ MISMAS.



Marzo 16, 2011, 03:58:49 pm
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Desconectado antonio pina

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PARA LAS MUJERES QUE SE OLVIDAN DE SÍ MISMAS.
« en: Marzo 16, 2011, 03:58:49 pm »

CUIDAR DE UNO MISMO

Isabel nos revela sus pensamientos más íntimos y nos cuenta cómo llegó a la comprensión, de que el amor a los demás sólo se sostiene, si es sobre las bases del amor a uno mismo.

¿Y quién cuida de ti, mamá? Me preguntó mi hijo pequeño cuando le acostaba.
Hace tiempo que siento que vivo como por inercia. Trabajo en el bufete y a veces me quedo hasta tarde. En casa, siento que la relación con mi marido ha cambiado. Empiezo a ver en él mis propias carencias y echo de menos su atención del principio. Por otro lado, las responsabilidades me agobian. Estoy cansada y me gustaría pensar en mí, pero me siento culpable por este pensamiento. Me siento egoísta.
Hoy he buscado entre mis recuerdos y me he comparado con mi madre. Me educaron como a ella, para cumplir con mis obligaciones y dedicarme a mi familia. ¿Cómo lo hacía ella?, pensé. Entonces, me asaltó la gran pregunta, ¿había sido feliz? Decidí llamarla para preguntárselo.
_ Sí, he sido feliz _ me dijo con seguridad, aunque un poco sorprendida por mi pregunta.
_ ¿Pero cómo? _ le pregunté _ Vivías por y para nosotros, dejaste atrás todo lo que te pertenecía sólo a ti, ¿cómo pudiste ser feliz?
Mi madre guardó silencio, como si fuera a confesarme un secreto. Después, contestó dulcemente _ Porque siempre reservaba un poco de tiempo al día para mí misma.
Ahora la sorprendida era yo.
_ ¿Y qué hacías en ese tiempo, mamá?
_ Cualquier cosa que deseaba. Iba a la peluquería, leía un libro, llamaba a una amiga por teléfono, salía a pasear con tu padre…Además pensaba en todo lo que había logrado con mi voluntad y con mi esfuerzo y me prodigaba en elogios hacia mí misma.
No recordaba a mi madre haciendo ninguna de esas cosas. Se lo dije y exclamó _ Es posible que tú no te dieras cuenta.
Tampoco la recordaba quejándose de ninguna de sus obligaciones. Al contrario, mi recuerdo era el de una mujer siempre con una sonrisa en los labios. Después, como si hubiera adivinado lo que me estaba ocurriendo, me dijo _ Mira hija, tener una familia no significa dejar de existir. Yo os quiero con todo mi corazón y mi mayor anhelo entonces era cuidaros, pero también necesitaba cuidar de mí _ Tras un breve silencio, continuó _ Si no me hubiera querido a mí misma, nunca habría podido quererte como lo hice.
Tras hablar con ella, me sorprende que se trate de algo tan sencillo, pero cuando intento recordar algún momento que me haya dedicado a mí misma en los últimos meses, no encuentro ninguno. He dejado de cuidarme para cuidar de mi familia y de mi trabajo. Quizá, he equivocado las prioridades. Ellos son muy importantes en mi vida, pero ¿y yo?, ¿Cómo he podido olvidarme tan fácilmente de mí? Si como dice mi madre, tener una familia no significa que yo ya no exista, está claro que estoy equivocando mi actitud, porque desde hace mucho tiempo ya, no me paro ni un segundo a pensar en mí. Y si no soy capaz de cuidarme y de quererme, no puedo pretender saber querer y cuidar a los demás.
No quiero volver a nombrar culpables como he hecho hasta ahora. Por una vez quiero pensar sólo desde mi interior, en hacer la parte que me corresponde, sin ocuparme si los demás hacen la suya o no. Sin juzgarles.
Pienso en lo que me gustaría recuperar en mi vida y que creo, me ayudaría a sentirme mucho mejor. Son cosas sencillas que considero importantes. ¿Hace cuanto que no salgo con una amiga a tomar un café y charlar? Me gustaría pasear por las tardes ahora que empieza la primavera y aprovechar los fines de semana para jugar con mi hijo en el parque. Ahora puedo responder a su pregunta. Nadie cuida de mí, ni yo misma.
Comprendo la importancia de dedicarme un tiempo cada día, para hacer todo lo que no he hecho por mí en estos años. Quiero colmarme de regalos, que no tienen por qué ser materiales. Pueden ser momentos para pasarlos realizando cosas que me llenen, que me satisfagan. Aún puedo disfrutar con una bella puesta de sol o con mi música favorita. Volver a hablar con mi marido. Y a partir de ahora, hacer cada cosa disfrutando, sin permitir que mis pensamientos vuelen hacia mis responsabilidades. Y cuando esté en el bufete, no ser nunca más la primera en proponerme voluntaria para trabajar más horas de las necesarias. Mis compañeros, también merecen tener esa oportunidad.
Pero además, sé que necesito cuidar de mí emocionalmente. No quiero aguantarme más el llanto, quiero respirar profundo si me encuentro angustiada y sentarme a pensar en mis cosas, sin la necesidad de tener las manos siempre ocupadas. Relajarme.
Necesito escucharme también. Mi corazón me grita fuerte, pero hasta ahora no he sido capaz de oír su voz. Quiere decirme algo muy importante, que he dejado de amarme. Pero si no mantengo una relación amorosa conmigo misma, no puedo pretender mantenerla con nadie.
Escucho de nuevo las palabras de mi madre grabadas en mi memoria. Ella se amaba y se ocupaba de sí misma, de percibir sus pensamientos y emociones, de atender sus necesidades y las nuestras, y de relacionarse en armonía con los demás. Yo soy capaz de hacer lo mismo, de ayudar y comprender a los miembros de mi familia, de volver a disfrutar de mi trabajo y de mis amigos, pero sobre todo, de mí. Lo voy a hacer por mi bien y por el de mi entorno, porque si me quiero, si estoy feliz conmigo misma, me es fácil querer a los demás. Y es tan sencillo, como permitirme un breve tiempo al día, para vivirlo a solas conmigo.

Mar Cantero Sánchez
Escritora y coach literaria

(de www.marcanterosanchez.com)

 

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