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 LA IDENTIDAD



Octubre 29, 2010, 06:41:55 pm
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Desconectado antonio pina

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LA IDENTIDAD
« en: Octubre 29, 2010, 06:41:55 pm »
Personalidad, y persona, vienen del latín “per sonare” y se refiere a las máscaras que se utilizaban en el teatro. Debido a la ausencia de sistemas megafonía, y para que oyeran los más alejados del escenario, las máscaras llevaban acopladas a la boca una especie de altavoz, como trompetillas, que amplían el tono de voz. Estas mismas máscaras, para que se me oiga y para que se me vea con otra representación distinta de quien originalmente soy, las utilizaré a lo largo de mi vida, desde mi nacimiento.
La primera máscara-personalidad la utilizaré para comprar el cariño de los que me rodean y me crían, para no perder sus favores y los cuidados necesarios; después, las circunstancias, si yo no hago algo para evitarlo, me obligarán a que yo siga utilizando distintas máscaras a lo largo del día. Dependiendo de con quién esté, tendré que ponerme la máscara-personalidad de empleado sumiso que no quiere perder el puesto de trabajo, la de amiga confesora que escucha y guarda un secreto, la de galán seductor que trata de conquistar, la de sufrida ama de casa que no es comprendida ni valorada, la de cristiano sin vocación, la de hijo obediente, y miles de ellas más.
Si se es consciente de ello, quizás no sea malo, porque es una máscara que está temporalmente sobre la auténtica cara y que se puede quitar cuando acaba la representación; el problema surge cuando uno se identifica con la máscara y se cree que la máscara es su naturaleza y su realidad.
El inconveniente es que si uno está “actuando” en cada momento, en función de con quién esté, puede llegar a olvidar quién es él realmente.
Todos somos diferentes yoes en diferentes momentos, aunque hay un yo que está por encima de todos ellos, y es que además tenemos que serlos.
Es difícil, no he escrito imposible, ser uno mismo en todas las circunstancias.
A veces tengo que ser la madre tierna, la esposa comprensiva, el hombre valiente, el jefe duro y justo, la cocinera eficaz, el conductor amable, el confesor… todo ello sin renunciar a seguir siendo yo, o más bien, siendo yo.
Es difícil, no he escrito imposible, acertar en cada momento, pero debes tener algo muy claro: si la gente con la que te relacionas te exige que seas de cierta forma que no es la tuya habitual, tendrás que mirar atentamente si es absolutamente necesario, o si té estás vendiendo a bajo precio.
Si para contentar a “X” tienes que estar siempre optimista, porque es lo que espera de ti y no te acepta en un mal día, deberías mirar si te interesa esa relación.
Si en la relación con “Z” siempre tienes que ser sumiso porque es lo que espera de ti, y no te acepta un día que no puedes o no quieres serlo, deberías mirar si te interesa esa relación.
“Hay una cosa que ni siquiera Dios puede hacer”, le dijo el maestro a un discípulo al que le aterraba la mera posibilidad de ofender a alguien, “¿y cuál es?”. “Agradar a todo el mundo”, dijo el maestro.
El esfuerzo que requiere la “actuación” que nos exigen ciertas normas, que no sabemos quién instauró, y que no cuestionamos si son compatibles con nuestra naturaleza o si estamos satisfaciendo deseos extraños y no los propios, es agotador.
Vivir tantos personajes en el día, saber comprender a cada uno de ellos, tomar decisiones personalizadas con cada personaje, hacer que uno diga y otro calle, o que otro diga y uno calle, conseguir un equilibrio entre mente-pensamiento-deseo-realidad-duda, vivir la propia historia al margen de otras historias, malgastar un poco del irrecuperable tiempo, pintarse una sonrisa con desgana, morir en cada momento… estas son algunas de las solicitudes de la vida en función de los demás.
Ser uno mismo, desarrollar la propia personalidad, pero sin aplicarla a la persona que somos sino al fondo que somos, ese es el camino adecuado. Ser uno mismo a la búsqueda de uno mismo.
Y a eso se le llama IDENTIDAD; (del diccionario de la RAE), “el hecho de ser una persona o cosa la misma que se supone”. La identidad es lo único que permanece en la persona desde su nacimiento hasta el fin.
Cambia el cuerpo, el pelo, el tono de voz, la osamenta; cambia el nivel cultural, cambian las aficiones, los gustos, los deseos; cambian las ilusiones, las metas, el entorno… lo único que no cambia, lo que permanece idéntico es la identidad. Lo que somos. Esa característica natural que alguien nos implantó, es la que evoluciona con las experiencias, pero no en un sentido expansivo y a la búsqueda de lo exterior, sino todo lo contrario, un crecimiento implosivo, cada vez más hacia el núcleo, resumen y esencia, en el que todos nos unimos, del que todos partimos.
El éxito humano, y la tranquilidad personal, es preservar la identidad en su integridad, defenderla y mantenerla siempre, ampliarla y actualizarla, porque el respeto a la propia identidad es la defensa de la dignidad personal.

 

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