¿DÓNDE ESTÁ TU BRILLO?
A veces los últimos en reconocer nuestros recursos y fortalezas somos nosotros mismos.
Tal vez por haber vivido en ambientes donde la crítica, el sarcasmo y la broma pesada eran las maneras más comunes de relacionarse, aprendimos a sentirnos avergonzados, inadecuados o a tener presente mucho más nuestros errores y defectos que las muchas virtudes que todos tenemos.
Cuando hemos tenido desde temprana edad este tipo de experiencias, podemos llegar a creer que “son ciertas”, que “así son las cosas”, que “estas son las formas como la gente debe relacionarse”, o, peor aún, acostumbrarnos a mirar los aspectos negativos de nosotros mismos, de los demás y de las experiencias que tenemos.
Hay ambientes que nutren y protegen la autoestima y el bienestar y hay otros que la dañan y socavan. Sin embargo, la buena noticia, es que no estamos simplemente a merced de lo que ocurra a nuestro alrededor para sentirnos bien, desarrollarnos y crecer teniendo confianza en nosotros mismos.
Al día de hoy, existe ya toda una corriente en Psicología que se dedica a estudiar la felicidad, el bienestar y las condiciones bajo las cuales este puede producirse. Nos referimos a la Psicología Positiva.
Ahora sabemos, gracias a la muchísima investigación en la que se sustenta, que ciertas prácticas y hábitos de pensamiento y acción nos llevan a sentirnos más contentos y satisfechos.
Sabemos también, que la manera como hablamos de ciertas experiencias en nuestras vidas nos invitan a enfocarnos en sus aspectos negativos y sentirnos mal o, todo lo contrario, iluminar las cosas buenas que pueden tener, sacar aprendizajes y mirarlas con optimismo.
La Psicología Positiva ha revolucionado y cambiado el giro del trabajo que usualmente hacíamos los psicólogos. Ya no solo enfocados a corregir, sanar, reparar lo dañado sino además y sobre todo a resaltar lo bueno, a encontrar las fortalezas en cada persona, a desarrollarlas y a enseñar estrategias para procurarse mayor bienestar y plenitud.
Todas las personas tenemos aspectos en los que destacamos. Son nuestras fortalezas, a las que recurrimos en muchos momentos, consciente o inconscientemente. Son esos recursos que podemos reconocer cuando revisamos algunas etapas críticas de nuestra vida, algunos episodios en que todo parecía que se derrumbaba a nuestro alrededor y sin embargo, conseguimos salir adelante.
Cuando mirando hacia atrás esos momentos podemos preguntamos ¿Qué hice en esos momentos de crisis para superar los problemas?, ¿Cómo es que conseguí finalmente salir del atolladero?, ¿Qué me dice de mis recursos y fortalezas todo esto?
Esta es una manera de identificar nuestras fortalezas. Sin embargo, también hay otras.
Podemos encontrarlas en los éxitos que hemos tenido, en las cosas que la gente nos reconoce y los resultados positivos de nuestras acciones que el mundo nos devuelve.
Mirando nuestros logros, prestando atención a lo que la gente nos dice y reconoce ¿Qué podemos aprender acerca de nuestros recursos?, ¿Qué estará notando la gente que hacemos bien para buscar nuestra ayuda en esos aspectos?, ¿Qué nos dice eso de nuestras propias capacidades y fortalezas?
Es cierto, la “buena educación” promueve poco que las personas encontremos “nuestro brillo”, reconozcamos nuestras cualidades más destacadas y mucho menos, que nos sintamos orgullosos de ellas. Sin embargo, hoy sabemos, que para cultivar una buena salud mental es importante hacerlo y para procurarnos bienestar y estados de flujo
(ensimismamiento placentero) necesitamos poner en práctica en nuestro día a día nuestras fortalezas.
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