EL DOLOR ES INEVITABLE, EL SUFRIMIENTO ES UNA OPCIÓN
He pensando mucho en estos días sobre el tema del duelo y las ausencias, debido a una pérdida en mi familia.
Lo que me lleva a escribir este post es el hecho de que nunca sabemos cómo vamos a reaccionar frente a los sucesos concretos. Evidentemente es en “nuestras propias carnes” donde experimentamos todas las emociones y estados del ser y por más avanzados, espirituales o elevados que seamos o creamos ser, aquí y ahora somos humanos y como tal viviremos experiencias humanas.
Cualquier pérdida o separación implica un crecimiento personal, el dolor no es más que una emoción o energía vivencial que venimos experimentando desde nuestro propio nacimiento con la separación del seno materno y luego, en el transcurso de nuestras vidas, con pérdidas y dolor por los distanciamientos, separaciones, divorcios, fallecimientos, etc.
El sentimiento es el mismo, pero desde nuestra mente dual lo vemos y experimentamos de forma distinta, sobre todo con la muerte, en nuestro esquema mental o sistema de creencias percibimos a la muerte como la desaparición física de la persona, la cual nunca volveremos a ver porque “murió”. ¿Y qué diferencia hay con alguien que sabes que está vivo pero que se fue a vivir a la otra punta del mundo y nunca más has vuelto a ver?, ¿acaso no es la misma pérdida? Esa simple dualidad de vida-muerte es ya inequívoca, porque lo que verdaderamente somos nunca muere, lo que deja de existir es el cuerpo (la materia) pero la esencia es eterna y al dejar el cuerpo físico regresa a la fuente, a la casa.
La otra diferencia está en el apego que tenemos, como decía Krishnamurti.
Una taza sólo sirve cuando está vacía. Me enriquezco cada vez que yo lleno la taza, pero lo hago también cada vez que la vacío y abro la posibilidad a llenarla de nuevo. Cuanto más apegado esté a lo que se queda atrás, mayor será el daño y el sufrimiento. Aquí también tenemos muchas creencias falsas y hay que prestar mucha atención a los programas que traemos inculcados sobre ello, por ejemplo, respecto al amor: “Si no me aferro, no amo”, “si no sufro no lo quise, o quiero lo suficiente”
Estaréis familiarizados con este tipo de pensamientos que no son reales, vivimos aferrándonos a las personas y a las cosas para llenar vacíos existenciales y no somos capaces de diferenciar el amor de la posesión, enajenando nuestra felicidad y condicionándola a personas o cosas, entonces cuando nos separamos por una causa u otra de ese “alguien” o “algo” nuestra vida se desmorona y caemos en el vació que no supimos llenar por nosotros mismos.
Siento que no venimos a este mundo a sufrir y padecer, sino a aprender. Y la forma de hacerlo es no permanecer apegados a lo que ya no está y eso no significa que “no amemos” sino justamente lo contrario, estar bien y feliz es la condición natural del ser, pase lo que pase, aunque nos hayan hecho creer lo contrario, no has amado menos por haber sufrido poco, vive el dolor de la separación o la pérdida, sigue el proceso del duelo, pero no sufras apegándote a ese dolor, sufrir es desgastarse física y emocionalmente y no te lleva a ningún lado, no te aporta nada ni a ti ni a quien ya no está.
Lo que tenemos que tener claro es que cuando el hecho sucede los automatismos se ponen en marcha y es ahí donde se debe estar consciente y actuar, en mi caso personal, de pronto me venían pensamientos a la mente, las lágrimas brotaban y lo que hice fue permitirme sentir lo que estaba sintiendo, porque en ese instante no había otra cosa que dolor y como tal lo experimenté, dejé que mi cuerpo reaccionara a través de las lágrimas. Respiraba profundamente diciendo en mi interior, “tiene que salir, es una energía que está ahí y quiere ser liberada”, lo más curioso es que siempre el detonante era un pensamiento, un recuerdo que hacía que esa emoción aflorase, pero luego, al no identificarme con esos sentimientos hacía que el dolor remitiera sólo.
En algún momento entré en el juego de juzgarme, “¿Por qué me pasa esto, si yo se que nada es real, que todo es una ilusión de la mente, si sé que la muerte no es el final?…” y entonces me dije a mi mismo: “STOP. Esos pensamientos son del ego, deja de reprimir y libera”.
Y así lo hice, estuve toda una tarde llorando “desconsoladamente”, dejé que los pensamientos vinieran pero los observaba, es como verlos pasar en una película pero sin identificarme con ellos. Empecé a traer recuerdos bonitos de cosas que recordaba, de mi infancia, vinieron recuerdos de otros familiares que ya no están y se transformó también en un duelo por ellos, pero desde los pensamientos felices, en ese momento se estaban liberando energías mucho más profundas y liberando a mucha gente también.
Al día siguiente me sentía en paz y sin dolor… todo había pasado.
Entiendo que el duelo es algo personal y cada uno tiene su tiempo y sus reacciones, es importante que te permitas ese tiempo, no te escondas, pide ayuda si la necesitas, no descuides tu cuerpo y sobre todo se paciente contigo mismo. Lo importante es saber que todo lo que nos sucede es para mejorar, crecer y evolucionar, la aceptación de esto te liberara.
Bucay dice: El proceso de duelo permite buscar para tu ser querido el lugar que merece entre los tesoros de tu corazón. Recuérdale con ternura y siente que el tiempo que compartisteis con él o ella fue un gran regalo. En cierto modo, nunca volverás a estar como antes de una pérdida significativa, porque ésta inevitablemente te cambia, pero puedes elegir si ese cambio será para mejor.
Hoy sólo ves la taza vacía, experiméntalo, pero con la convicción de que muy pronto se llenará nuevamente. Y aunque hoy no comprendas el porqué de lo que estás viviendo, si abres tu corazón y confías que no estás sólo y que hay una fuerza divina que te ama incondicionalmente comprenderás que las perdidas por la partida de seres queridos, no son más que un hasta luego, ellos ya gozan de la plena libertad y expansión y sólo esperan tu llegada y desde donde están te siguen amando y guiando para que sigas viviendo y sobre todo siendo feliz.
Elige siempre la vida, el amor y no el sufrimiento.
Vicente Ibor