¿QUIERES HACER MILAGROS?
En mi opinión, cualquier persona está capacitada plenamente para hacer milagros.
Por si no los estás haciendo, te recordaré cómo se hacen.
Pero primero nos tendremos que poner de acuerdo en qué es un milagro.
Se cree que es cualquier hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino, pero, además –según el diccionario- un milagro es cualquier suceso o cosa rara, extraordinaria o maravillosa.
Vamos a dejar los divinos para que los haga Dios y vamos a hacer de los otros.
Cuando pensamos en “cosa extraordinaria o maravillosa” tenemos que ser realistas y no dejarnos arrastrar por la suposición de que han de ser cosas como, por ejemplo, la creación de un nuevo Universo físico.
Si etiquetáramos con justicia lo que nos sucede, apreciaríamos y valoraríamos qué extraordinario y maravilloso es vivir el amor –darlo y recibirlo-, o un abrazo de verdad, o ver cómo el sol aparece en el horizonte, o tener cerca a los seres queridos, o permitirse ser feliz, o apreciar los instantes, la música, los encuentros…
Hacer un milagro (“cualquier suceso extraordinario o maravilloso”) es hablarle a cada persona querida de los sentimientos que nos provocan –y no caer en el pésimo tópico de “ya sabe que le quiero…”- y conseguir con ello un estremecimiento en ambos, una sonrisa de agradecimiento y reciprocidad, una lágrima…
Hacer un milagro es llamar por teléfono a esa persona que lo necesita, para que sepa que nos importa, que estamos pendientes aunque no estemos o no podamos estar a su lado.
Hacer un milagro es consolar al afligido, contagiarle ánimo y esperanza, mostrarle un rayito de luz, un poco de fe, transmitirle empatía o comprensión y los mejores deseos, nuestra solidaridad, el apoyo incondicional; hacerle saber que somos hermanos en lo humano.
Hacer un milagro es visitar a quien está solo o desamparado. Esa soledad es su experiencia, y sin duda está aprendiendo algo de ello, pero es bueno que se sienta acompañado en su tránsito por su vida. Para todos es imprescindible el contacto con otro ser, saber que aunque sea por un breve tiempo uno es alguien para otro alguien. Eso reconforta. Y para quien recibe la visita es algo “extraordinario o maravilloso”.
Un milagro es escuchar a quien necesita expresarse, y es cuidar, acariciar, abrazar, sonreír, agradecer…todo aquello que sea motivo de satisfacción emocional para el otro; todo aquello que provoque una buena sensación o una ilusión, es un milagro.
Hacer un milagro es crear un momento de felicidad para el otro, sin esperar nada a cambio, solamente porque tenga sus momentos “extraordinarios o maravillosos”.
Y ahora que recuerdas que eres un hacedor de milagros… ¿Vas a hacerlos más a menudo?
Te dejo con tus reflexiones…