AQUELLA INFANCIA.
En mi infancia,
cuando estaba aprendiendo el oficio de vivir,
no sabía que vivir acabaría siendo otra cosa.
No sabía que estaba aprendiendo
y no puse toda la atención
y no hice todas las preguntas
que podía haber hecho.
Más adelante me encontré de golpe con la vida
y fue un choque de trenes
que aún no ha terminado.
Mi memoria trata de rescatar
del fondo de lo imposible
lo que se me escapó entonces
y es una tarea ardua y dolorosa.
Concluyo con descubrir que el vacío era grande,
la tristeza un plato de diario,
y que la poca felicidad
la multiplica la nostalgia.
Tal vez entonces era feliz
con lo poco y lo nada,
sin saberlo y sin que eso me importase.
Tal vez la felicidad sea
que la felicidad no importe
y no sea motivo de frustración
su ausencia o su añoranza.
Tal vez haya que seguir
siendo eternamente niño,
vivir en aquella utopía,
desembarazarse de los problemas,
abrazarse al juego y la infancia
y quedarse allí…
por lo menos a ratos.
Muchos ratos.
Largos ratos.
Francisco de Sales