Compañeros de trabajo y enemigos a la vez. Trucos para acabar con el conflicto.
La enemistad en el trabajo
En España ocho de cada diez trabajadores se declara feliz en su trabajo (1,2 puntos porcentuales más que el año pasado).
La última Encuesta Adecco sobre Felicidad en el Trabajo afirma que la felicidad no está ligada a un mayor salario o a un mejor cargo directivo, sino que se valoran otros factores que están más en sintonía con la calidad de las relaciones sociales.
Para el 38.8% de los encuestados la felicidad es poder disfrutar del trabajo que se realiza. Y el 17,5% opina que el factor determinante es tener un buen ambiente laboral.
Probablemente ese 17,5% de personas encuestadas que puntúa por encima de cualquier otra cosa trabajar en un ambiente alegre y con buen rollo, lo destaque porque en alguna ocasión haya sufrido el malestar que supone trabajar en un entorno donde los compañeros están profundamente enemistados y la falta de química entre ellos se palpa en el ambiente.
Sea por el motivo que sea, lo cierto es que las desavenencias, roces, sabotajes y discusiones entre compañeros de trabajo han existido siempre. Y seguirán existiendo. Algunas de esas peleas son legendarias, como las protagonizadas por conocidas estrellas de Hollywood.
Dos ejemplos.
Los que hace años (muchos años) veíais en TV la serie que protagonizaba Will Smith El Príncipe de Bel Air recodaréis que la actriz que daba vida a la tía Vivian cambió de la noche a la mañana. Las malas lenguas dicen que no soportaba a Will Smith. Y a pesar de que esa enemistad no la percibía el espectador tras la pantalla, el ambiente hostil en el rodaje debió resultar muy desagradable e incómodo para el resto del equipo. Consecuencia: la tía Vivian salió de la serie y fue sustituida por otra actriz.
Por otro lado, también es conocida la antipatía mutua que sentían dos grandes divas del cine: Bette Davis y Joan Crawford. Aunque enemigas de toda la vida, ambas actrices trabajaron juntas en ¿Qué pasó con Baby Jane? En la película interpretan a dos hermanas que tienen una relación de odio y envidia. Una sensación similar a lo que debían sentir la una por la otra en la vida real.
La legendaria enemistad entre dos grandes divas del cine.
En una de las escenas en la que Bette Davis golpea a Joan Crawford en la cabeza, lo hizo tan fuerte que tuvieron que darle puntos. Quizá por eso y para resarcirse, en otra escena en la que Davis debía arrastrar por el suelo a Crawford, ésta se puso pesas en los bolsillos para que su compañera tuviera que hacer más esfuerzo y se dañara la espalda.
Como líder ¿qué harías si tuvieras este problema en el equipo? ¿Cómo lo resolverías? Y como compañero ¿cómo puedes ayudar para rebajar la tensión entre ellos?
Aunque cada situación es única y especial, vamos a tratar de responder estas preguntas.
Primer dilema del líder: Intervenir o Dejarlo Pasar.
He vivido más de un conflicto entre compañeros de trabajo y el proceso suele ser más o menos el siguiente.
Primero aparecen los pensamientos que niegan o minimizan el conflicto: “no se caen bien pero tampoco es para tanto”, “ellos lo han creado, ellos tienen que solucionarlo”, “a pesar de todo son productivos”, “mejor los separo y asunto zanjado”, “en realidad sus discusiones no me quitan mucho tiempo”. ¿Te suena?
En esa etapa ves el conflicto del tamaño de un grano de mostaza. Es tema de conversación en los corrillos y al principio hasta le encuentras el punto cómico.
Luego esas desavenencias se van haciendo más grandes. El resto de los empleados empiezan a cansarse de las discusiones y las caras largas. Baja la moral. El problema ya no es de dos, es del grupo, del equipo, del departamento entero cuando los que no se soportan ocupan puestos de responsabilidad. Se forman bandos en favor de uno y otro. El rendimiento disminuye. Hasta que un buen día ves claramente que ambas personas son incapaces de trabajar juntas de manera productiva.
Y ahí sí tienes un problema. Y gordo.
Hora de tomar el control e intervenir antes de que se agrave más.
La siguiente fase pasa por sentarse a hablar con los implicados. Hacerles preguntas para entender de dónde viene ese veneno y que se expresen. Ponerles al corriente de cómo sus desavenencias está interfiriendo negativamente en el trabajo. Su trabajo y el de los demás. Ayudarles a ver más allá de sí mismos. Para después darles un voto de confianza de que resolverán sus diferencias y para obtener el compromiso de que encontrarán la manera de trabajar juntos aprovechando al máximo sus capacidades.
Tener esta charla a tiempo puede ahorrar muchos quebraderos de cabeza en el futuro. Y si son listos, aceptarán el trato. La última etapa, como no puede ser de otra manera, consiste en verificar que realmente cumplen el acuerdo. Darle seguimiento es esencial.
Los motivos.
Llegados a este punto hay que decir que muchos conflictos entre compañeros surgen cuando no se tienen claros los roles y hay confusión sobre quién debe hacer qué. Otras veces surgen a raíz de un malentendido o por diferencias acusadas de carácter.
La gente lo que quiere es estar a gusto, rodearse de gente positiva y tener un buen ambiente laboral. Ya hemos visto que casi 2 de cada 10 personas consideran este aspecto esencial para alcanzar la felicidad en el trabajo. Conque si estás viviendo alguna situación hostil con otra persona no lo postergues y empieza a cambiar esa realidad. La pelota está en tu tejado. Vale, también en el tejado del otro, pero alguien tendrá que dar el primer paso ¿no?
Para que te sirva de inspiración voy a contarte cómo lo hizo Benjamin Franklin.
El efecto FranklinSólo un par de líneas para decir que Franklin fue uno de los Padres Fundadores de los EEUU además de escritor, científico e inventor.
En su autobiografía Franklin cuenta que en la Asamblea de Pensilvania había un miembro bastante influyente que no hablaba bien de él. De hecho, Franklin había sido rechazado en varias ocasiones a consecuencia de la oposición que ejercía dicha persona. Un hueso duro de roer que suponía un obstáculo en su carrera.
Y qué crees que hizo Franklin.
¿Avivar esa hostilidad pagándole con la misma moneda como si de echar un pulso se tratara?
No.
¿Obsequiarle con algún regalo para darle coba y ganarse sus favores?
Tampoco.
Lo que hizo fue simple y llanamente pedirle un favor.
Al parecer esa persona tenía en su biblioteca una colección de libros raros y Franklin aprovechó esa circunstancia para pedirle prestado uno de los libros más valiosos. Su rival, halagado ante la petición, se lo prestó. Y Franklin, al cabo de una semana, se lo devolvió con una nota agradeciéndole el favor. Nada más. Cuando volvieron a encontrarse, el caballero en cuestión inició una conversación con Franklin (algo que nunca antes había hecho) y además se ofreció para ayudarle en una futura ocasión. Ese fue el inicio de una buena amistad.
La conclusión a la que llegó Franklin es que es más probable que te haga otro favor alguien que ya te lo ha hecho anteriormente que el que te lo debe a ti. Es decir, que entre una persona que te debe un favor y otra que ya te lo ha hecho, estará más predispuesta a ayudar la segunda.
Más tarde este efecto psicológico se demostró en diferentes estudios e incluso Dale Canergie hizo referencia a él cuando dijo que «la solicitud de ayuda es una forma sutil pero efectiva de adulación».
¿Por qué no lo pruebas la próxima vez que tengas una relación difícil con alguna persona? Nos encantará saber que ha salido bien.