Si una persona
llora frente a un espejo
sin importarle la imagen que refleja,
sin preocuparle la compostura,
sin ocultar las lágrimas,
esa persona sabe llorar.
Si esa persona
asiste a su desconsuelo
y todos sus nervios se estremecen
y todas sus células lloran,
esa persona es íntegra.
Si esa persona
desoyendo las compasiones falsas
se permite vaciarse en llanto,
deshacerse y morir sin analizarlo,
hundirse y renacer por sí misma,
esa persona es una gran persona.