CUANDO EL ENFADO ES CONSTANTE – Personalidades susceptibles
Es habitual encontrarnos con este tipo de personalidades. Personas con las que nos es difícil convivir e incluso comunicarnos. Cualquier palabra la analizan en detalle para encontrar algo en su contra, interpretan las palabras de modo equívoco y ven ataques donde solo hay cordialidad.
¿A qué se debe? Todos somos susceptibles en algún aspecto personal, no podemos negarlo. Hay dimensiones más sensibles que otras que nos “pueden hacer saltar” en algún momento dado. Sin embargo, hay personas que parecen vivir en continua susceptibilidad. Es algo sin duda complicado que dificulta nuestra relación con ellas. Quizá por ello vale la pena adentrarnos un poco más en estos perfiles para comprenderlos, y ahondar en su comportamiento.
CUANDO LA OFENSA ESTÁ A LA ORDEN DEL DÍA
“¡Pero si yo no he querido decirte eso en ningún momento… no te lo tomes a mal, has malinterpretado mis palabras!” Seguro que en más de una ocasión te has visto a ti mismo diciendo estas mismas palabras, intentando convencer a la persona que tienes en frente de que no querías ofenderla.
Son muchos los psicólogos que nos dicen que el enfado, es un acto de elección. Yo elijo si enfadarme o no. Cada uno de nosotros tenemos un umbral de sensibilidad más grande o más limitado a la hora de vernos afectados por los actos ajenos. Depende de nuestra personalidad, de nuestro carácter. De ahí la famosa expresión de “dos no se enfadan si uno no quiere”. Es decir, hay personas más sosegadas que en un momento dado se dicen a sí mismas que no vale la pena, que es mejor dejarlo y no caer en un enfado inútil.
Sin embargo, las personas susceptibles prefieren caer siempre en el enfado. El doctor en psicología Martin Lyden, nos explica por ejemplo un aspecto interesante: según él, las personas susceptibles son aquellas que disponen de menos empatía. Seguro que esto ya lo intuías. Cualquier cosa que sudece a su alrededor lo procesan de acuerdo a su propio patrón. A su propio universo y su código de lo que es correcto y lo que no. Y la principal dificultad es que cualquier hecho es interpretado como un ataque personal.
Si en una fiesta no los atendemos a ellos lo ven como un desprecio. Si hacemos una comida familiar o para las amistades, nos llamarán la atención por no haber hecho su plato preferido. Si nos envían un mensaje y no lo respondemos de inmediato, lo verán como una falta de atención. Como una demostración clara de que los estamos dejando de lado.
Otro aspecto a tener en cuenta, es que suelen ser hábiles generadores de culpa. Si nos increpan que lo dejamos de lado conseguirán que nos sintamos culpables. Un rasgo tras el cual, además de falta de empatía hay un claro intento de victimizarse casi a cada instante.
CÓMO REACCIONAR ANTE LAS PERSONAS SUSCEPTIBLES
Sabemos que cuesta, que es difícil y que en ocasiones, nos gustaría dejarlos de lado. Pero antes de nada debes tener claro un aspecto: no todas las personas son igual que nosotros. Y no todos pueden podrán expresarse o comportarse como a nosotros nos gustaría. Deberemos respetarlos. Pero eso sí, marcando distancia y protegiéndonos.
Un modo sencillo y práctico es utilizar el sentido del humor. Piensa que con las personas susceptibles es muy fácil caer en el enfado, en un serio enfado al ver cómo reaccionan y como nos echan en cara cosas que no son ciertas. ¿Qué podemos hacer? Mantén la cama y hazles ver la incongruencia en la que ellas mismas han caído, pero desde un punto humorístico. El humor inteligente es una perspectiva sanadora excelente.
“¿Pero por qué estás empeñado/a en ver la parte negativa de las cosas? ¿eres un amante de las teorías de la conspiración? Oh, venga, déjate querer un poco más y disfruta de la vida, que son dos días”. Expresiones como esta son prácticas y quitan tensión al momento. Intenta protegerte y establecer una prudente distancia para que no te afecten sus palabras, pero recuerda, vale la pena que les hagas ver lo incongruentes que llegan a ser.
Hay una anécdota muy curiosa que vale la pena recordar en este artículo. En una entrevista al Dalai Lama se le preguntó por qué no estaba ni siquiera molesto con el Gobierno comunista chino. Como recordaremos, fue éste quien lo obligó a exiliarse y a tener que vivir situaciones muy complicadas.
Bien, la respuesta del sereno Dalai Lama fue la siguiente: “Si me enojara, entonces no sería capaz de dormir por la noche o de comer mis comidas en paz. Me saldrían úlceras, y mi salud se deterioraría. Mi ira no puede cambiar el pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?”
Vale la pena tomar el ejemplo.