Felices los que saben reírse de sí mismos;
Porque nunca terminarán de divertirse.
Felices los que saben distinguir una montaña de una piedra;
Porque evitarán muchos inconvenientes.
Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas;
Porque llegarán a ser sabios.
Felices los que saben escuchar y callar;
Porque aprenderán cosas nuevas.
Felices los que son suficientemente inteligentes como para no
tomarse en serio:
Porque serán apreciados por quienes los rodean.
Felices los que están atentos a las necesidades de los demás sin
sentirse indispensables;
Porque serán portadores de alegría.
Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas y con
tranquilidad las cosas grandes;
Porque irán lejos en la vida.
Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio;
Porque su camino estará pleno de sol.
Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar;
Porque no se turbarán en lo imprevisible.
Felices los que saben callar y ojalá sonreír cuando se les quita la
palabra, se los contradice o cuando les pisan los pies;
Porque el amor comienza a penetrar en su corazón.
Felices los que son capaces de interpretar con benevolencia las
actitudes de los demás;
Porque conocen el valor de la caridad.
Felices los que saben reconocer al Señor en todo lo que encuentran;
Porque habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.
(DE MAURICIO MUÑOZ)