CÓMO RESOLVER LOS PROBLEMAS DE LA VIDA DIARIA
By Ana Muñoz
Todos tenemos problemas en nuestras vidas. La mayoría de las veces, se trata de pequeños problemas que no tienen demasiada importancia pero que generan estrés y frustración. Cuando se repiten con cierta frecuencia o duran demasiado y no somos capaces de manejarlos adecuadamente, pueden hacernos mucho daño porque nos mantienen en un estado de estrés crónico que va minando nuestras fuerzas poco a poco.
Para evitar que esto suceda, puedes hacer lo siguiente:
1. Evita el pensamiento catastrofista. El primer paso para afrontar adecuadamente un problema, consiste en percibirlo de manera realista. No lo veas como una catástrofe o como algo horrible sino tan solo como un problema que puedes solucionar si te pones a ello.
2. Reconoce el problema. A veces, la gente intenta ignorar o evitar el problema, haciendo como si no existiera, debido a que no se ve capaz de afrontarlo. Esto puede hacer que los problemas pequeños acaben convirtiéndose en grandes problemas.
¿Cómo reconocer los problemas? Usa tus emociones como guía. Las emociones negativas (ansiedad, frustración, ira, etc.) te indican que algo marcha mal. Puedes describir por escrito la situación que te está generando esas emociones para que te sea más fácil detectar el posible problema.
No cometas el error de pensar que tus emociones negativas son el problema. Por ejemplo, podrías pensar que tu problema es que estás siempre estresado en el trabajo. Sin embargo, ese no es el problema. El estrés que sientes te está indicando que tienes un problema en el trabajo y debes averiguar cuál es (por ejemplo, problemas con tus compañeros, sobrecarga de trabajo, etc.)
3. No te infravalores. No pienses que no eres capaz de afrontar tus problemas o encontrar soluciones. Si te pones a ello, te darás cuenta de que eres capaz de resolver la mayor parte de los problemas de tu vida diaria. Tan solo ponte en marcha e inténtalo con fuerzas. Tal vez te lleves una sorpresa agradable al descubrir que, si crees en ti, eres mucho más capaz de lo que pensabas.
4. Describe el problema. Para definir el problema con claridad, describe cuál es la situación (por ejemplo, mi jefe me hace trabajar en exceso), describe cómo desearías que fuera la situación (por ejemplo, desearía tener menos trabajo que hacer) y describe cuál es el obstáculo que te impide conseguir lo que deseas (no me atrevo a hablar con mi jefe y decirle que no puedo con tanto trabajo). Ahora el problema queda definido con mucha más claridad, lo que hace más fácil encontrar soluciones.
Trata de definir el problema de forma precisa y realista, evitando opiniones. Por ejemplo, decir que el problema es que tu jefe es un inútil es una opinión, no la definición del problema. Además, no puedes cambiar a tu jefe ni controlar su comportamiento. Por tanto, si defines tus problemas como si fueran problemas de los demás (mi jefe es idiota, mis compañeros son incompetentes…) no habrá nada que puedas hacer para solucionarlo. Descríbelos como problemas tuyos, no de los demás. Por ejemplo, en vez de describir el problema como “Mi jefe no escucha mis opiniones”, puedes describirlo como “No sé qué hacer para que mi jefe escuche mis opiniones”.
5. Asegúrate de que tus objetivos son realistas, alcanzables y claros. Por ejemplo, si te propones como objetivo trabajar tan solo 4 horas al día y cobrar lo mismo, no estarás siendo realista. Si te planteas como objetivo ser feliz en el trabajo, te estarás planteando una meta muy poco específica.
Procura también plantearte objetivos que se puedan alcanzar a corto plazo. Si es necesario, divide tu meta en varios objetivos para alcanzarlos uno a uno. Por ejemplo, podrías tener como objetivo a largo plazo encontrar otro trabajo pero, mientras tanto, puedes plantearte otros objetivos intermedios que puedas alcanzar con más facilidad y te permitan mejorar tu situación.
6. Busca soluciones. Piensa todas las soluciones que se te ocurran y anótalas. Luego puedes desechar algunas o combinar otras para generar una solución mejor. Cuando estés generando soluciones, no las juzgues. Anota todo lo que se te ocurra aunque parezca tonto, ya tendrás tiempo de descartarlas después. Ahora te conviene tener la mente abierta para que tu creatividad sea mayor.
7. Elige la solución. Procura que la solución que elijas sea específica y esté formada por conductas concretas y claras que puedas llevar a cabo. “Conseguir que mi jefe se dé cuenta de que trabajo mucho” no es una buena solución porque no describe con claridad cómo vas a hacer eso y, aunque lo lograras, no necesariamente solucionaría el problema.
Piensa con calma cómo la vas a llevar a cabo, el efecto que puede tener, cómo te hará sentir, cuánto esfuerzo y tiempo requiere y cuáles son los costes y beneficios que puede traer consigo la solución elegida.
¿Ha funcionado?
Si tu solución ha funcionado, ¡enhorabuena! Si no ha sido así, repasa todo el proceso y hazte las siguientes preguntas:
•
• ¿He definido bien el problema?
• ¿Eran mis metas realistas?
• ¿He llevado a cabo mi solución de manera adecuada?
• ¿Qué ha podido fallar? ¿Por qué no ha funcionado?
• ¿Hay otras soluciones posibles?
Después, puedes volver a intentarlo hasta dar con la solución adecuada o el modo correcto de llevarla a cabo.