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 LA CRISIS DE LOS 40 Y JUNG - 2ª parte



Marzo 25, 2016, 06:37:33 am
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LA CRISIS DE LOS 40 Y JUNG - 2ª parte
« en: Marzo 25, 2016, 06:37:33 am »
Ciclo de Neptuno (cuadratura)
Neptuno es el planeta de los sueños, de los sentidos psíquicos, de la música, las drogas, y de todo aquello que produzca un estado alterado de conciencia, permitiendo mayor sensibilidad y un alejamiento de la realidad concreta. El es el principio de la ausencia de formas, el radar para contactarse con el mundo invisible, representa el impulso para la transcendencia.
El tránsito de Neptuno nos pide la disolución de nuestro ego y, así, va lentamente minando y apagando las barreras y los límites entre nosotros y los demás. Esas fronteras se deshacen, dando lugar a nuevas impresiones o sensaciones que antes estaban dormidas en el inconsciente y que ahora emergen hacia la conciencia. Son frecuentes en esta fase los sueños con el mar, agua en movimiento, formas indefinidas y los mensajes ambiguos.
O sea, aquello que antes estaba proyectado de una forma definida o rígida - sea un trabajo, un ideal o un punto de vista, todo parece perder su forma original o importancia.
Confusos acerca de lo que realmente somos, ya no sabemos lo que queremos de la vida. La derrota del ego es una experiencia humillante. A medida que Neptuno va realizando tránsitos importantes en nuestra carta, frecuentemente nos descubriremos en situaciones en las cuales no queremos estar, pero acerca de las cuales nada podemos hacer. Podemos enojarnos con Dios, por tales problemas, o podemos orar, pidiendo su ayuda. [SASPORTAS, Howard. Os Deuses da Mudança, ed. Siciliano.]
Es innecesario decir que la seguridad y la autoconfianza serán eliminadas de la vida psíquica por algún tiempo. La duda y confusión internas son incómodas y tienen un efecto paralizante en la vida de las personas. Algunas sienten como si estuviesen pasando por una calle sin señales, con neblina al final de la tarde. “Solo sé que nada sé” es la tónica de la crisis neptuniana.
La sensación de pérdida de control es real; hay una fuerza desconocida actuando veladamente: nuestro mundo mágico lleno de ilusiones comienza a destruirse, la distancia entre los sueños y la realidad se hace cada vez más visible. Naufragio a la vista: aquello que nos daba identidad, tanto a nivel personal, afectivo o profesional, se va hundiendo en los mares de Neptuno. ¿Qué hacer? La respuesta es: ¡nada!
Hay un período en que se está a merced de la vida y ella nos pide un sacrificio, un abandono, una entrega, pues no hay una actitud correcta. Al desistir de la búsqueda se crea en la psique un nuevo espacio y, a partir de ahí, la posibilidad de que aparezca algo que nos ayude a salir del impasse, en el momento indicado.
Según Alexander Lowen,
“luchar contra el destino solo complica aún más profundamente a la persona. Como un animal atrapado en una red, cuanto más se debate la fiera, más apretado es el lazo que la amarra. No tenemos escapatoria cuando luchamos contra nosotros mismos. Muchas personas quieren cambiar, pero este cambio debe comenzar por el auto aceptación. La vida no es estática; está constantemente evolucionando o involucionando. No es preciso hacer nada para crecer. El crecimiento se da natural y espontáneamente cuando la energía está disponible”. [LOWEN, Alexander. Medo da Vida, Summus Editorial.]
Abandonarse y rendirse a una situación es muy difícil, en especial para la mente competitiva del hombre moderno. Pero esa es la gran aventura, el gran desafío de los tránsitos de Neptuno: dejar que ocurra, dejarse llevar, tener fe a lo desconocido. Observar las imágenes internas, aquietar la mente, contemplar la naturaleza, trabajar con la tierra, nadar, danzar o pintar, todo puede ayudar en este proceso de decantación del inconsciente.
Neptuno en tránsito sensibiliza y refina los sentimientos básicos de las personas y su sentido de valores. En el plano transpersonal, él es la sabiduría del alma humana que emana de lo divino a través del amor, de la compasión, de la generosidad y la serenidad, trayendo la bienaventuranza.
NEPTUNO
Neptuno fue descubierto en 1846; en esa época, se daban en Europa las primeras experiencias con la hipnosis para el tratamiento de la histeria y se descubrían los analgésicos. Asistimos también al inicio de la exploración del inconsciente humano. El estudio del lenguaje de los sueños dio comienzo a los primeros postulados de la llamada psicología profunda. Se fundó la Sociedad Teosófica en Europa, y creció el interés por filosofías y religiones orientales como el budismo, el hinduismo y el espiritualismo en general.
En Astrología, Neptuno representa la inspiración, los ideales místicos, el inconsciente, la sensibilidad psíquica y la compasión; la capacidad de imaginar es típicamente neptuniana. Neptuno era el dios de los mares (Poseidón) en la mitología griega; los océanos también representan las aguas del inconsciente, que abrigan las emociones profundas, el gran útero de la Madre Naturaleza, de donde emerge toda vida.
Ciclo de Plutón (cuadratura)

La llave para comprender la naturaleza de los ciclos plutonianos es percibir que ellos se manifiestan siempre en términos de opuestos, trayendo experiencias de alegría y dolor, luz y oscuridad, ampliando la conciencia y haciéndonos más completos.
En la mitología griega, Hades o Plutón era el soberano de las profundidades de la tierra. Como analogía simbólica es el señor de nuestro inconsciente profundo: allá moran las memorias de la infancia, complejos emocionales, instintos básicos, miedos y frustraciones. Están también nuestras “riquezas” y talentos desperdiciados, potenciales de vida aún no desarrollados, rasgos positivos de nuestra personalidad que, como piedras preciosas, precisan ser descubiertas.
El ciclo de Plutón tiene como función y propósito la eliminación o la muerte de todo lo que está viejo y estancado o que es tóxico dentro de la psique o el cuerpo. Es como un volcán dentro de nosotros, que entra en erupción, lanzando afuera todo lo que estaba inconsciente, enterrado o reprimido por la acción del tiempo o el olvido.
Este proceso puede ocurrir de diferentes formas: es muy perceptible en cuestiones de salud, cuando tumores, toxinas o abscesos acumulados salen a la superficie para limpiar el organismo.
También en cuestiones de relaciones íntimas encontramos la efervescencia plutoniana. Podemos vivir pérdidas o separaciones de personas muy próximas que “despiertan” en nosotros sentimientos bestiales de rabia, destructividad y venganza aterradores. Los complejos emocionales quedan al desnudo y las defensas caen: quedamos impotentes y desamparados.
En el mito, Hades rapta a Perséfone y la arrastra consigo bajo tierra. En tránsito es como si él nos empujase hacia dentro del inconsciente, en un “impulso regresivo de depresión, de apatía, de pérdida de energía vital, que las tribus de África llaman pérdida del alma”, observa la astróloga Liz Greene.
Son comunes, en estos casos, los sueños en que aparecen sótanos, pozos, selvas oscuras, túneles, aguas oscuras, dragones, figuras opresivas, incendios y hasta la propia muerte.

PLUTÓN

El planeta Plutón fue descubierto en 1930, cuando se obtuve por primera vez la liberación de la energía de la materia a través de la fisión nuclear. Este hecho coincidió con la ascensión del Tercer Reich en Alemania y con la eclosión de gobiernos autoritarios y guerras en toda Europa. El final de la Segunda Guerra Mundial se dio bajo el terror y el impacto de la explosión de la bomba atómica en 1945, cuyo poder de destrucción hasta entonces era desconocido. En mitología, Plutón (Hades) era el guardián de los mundos subterráneos, donde moraban las almas de los muertos. Era su poder el que propiciaba la germinación y el desarrollo de las semillas bajo la tierra, se lo adoraba en la Grecia antigua como un dios de la fertilidad. En una definición esencial, diríamos que ese planeta representa el poder en diferentes formas: poder de regeneración, de coraje, de curación, de sexualidad, del potencial invisible de la naturaleza. Es el planeta ligado a los misterios de la magia, de la energía atómica, de la psique colectiva. Plutón representa el arquetipo del incesante ciclo de muerte y renacimiento, creación y destrucción, presente en todas las formas de naturaleza. Presenciamos esto todo el tiempo en los ciclos de las cuatro estaciones del año.
Todos estos hechos históricos hablan de una relación o de una reciprocidad entre el alma universal y el alma humana. Jung llamó a este proceso “constelación de imágenes arquetípicas latentes”.
En términos psicológicos, las constelaciones del cielo son donde los arquetipos del inconsciente colectivo aparecen proyectados, de tal forma que, en contraste a los mitos, cuentos de hadas y otras elaboraciones del arquetipo, su cualidad de tiempo también es considerada. El arquetipo está constelado y se torna un poder realizador teniendo efectos reales, solamente cuando una actitud específica de la conciencia prevalece. [JUNG, Carl Gustav. Arquétipos e o Inconsciente Coletivo, Volume IX, ed. Vozes.]
 
Luz al final del túnel

¿Coómo sobrevivir a un período tan penoso, de situaciones tan drásticas y paralizantes? ¿Cuándo llegará la luz al final del túnel? Repito, son importantísimas la aceptación y la entrega. Según la terminología junguiana, cuando la confrontamos, la sombra es liberada, tornándose una energía extremadamente creativa.
A través de la aceptación, de la contención y el trabajo sobre nuestros complejos infantiles, nos ligamos otra vez a parcelas de nosotros mismos que habíamos reprimido. Considerando que esos complejos reaparecen inicialmente en una forma negativa, la energía que contienen, al principio negada pero ahora reclamada, se hace finalmente disponible para ser integrada de vuelta a nuestra psique de manera más constructiva. Liberaremos no solamente la energía aprisionada en nuestros complejos, sino que también ganaremos para nuestro uso, toda la energía que empleábamos para reprimirlos. [SASPORTAS, Howard. Os Deuses da Mudança, ed. Siciliano.]
Este salto a lo desconocido, la comprensión profunda de esa confrontación entre luz y sombra es el gran misterio de la vida y la muerte, constituyen el lado luminoso de los ciclos de Plutón. En estos estados de desorientación psíquica precisamos un apoyo extra que puede durar algunos años. Piscoterapias, deporte, trabajos con la sensibilidad y la creatividad, meditación, yoga, entre otros, tienen una función positiva, pues pueden renovar y re direccionar la energía psíquica, superando viejos patrones de pensar y sentir. Es preciso liberarse de culpas y resentimientos del pasado, perdonar y creer que la vida nos devolverá en una misma proporción alegría, espontaneidad y nuevos propósitos creativos, una vez que se está renaciendo para la segunda mitad de la vida.
En la representación renacentista, Plutón surge con expresión tensa y torturada.
No podemos a veces cambiar una situación externa, pero es posible cambiar la manera como se observa y enfrenta un obstáculo. El evento en si no siempre es tan importante, pero si la reacción interna y la relación profunda que establecemos con ello. A despecho de la “calidad” de la experiencia que se pasa es vital encontrar un sentido o propósito para aquello que tenemos que enfrentar. La transitoriedad de la vida, los vínculos, los lugares, lo que somos o dejamos de ser es nuestra única gran certeza de la existencia.
Convivir con este hecho y aceptarlo, así como el envejecimiento y la muerte, son los grandes desafíos que surgen a los 40 años. Pero está en camino un sutil y poderoso cambio de percepción. Del mismo modo que el desapego no es apatía, la indiferencia no es alienación. En la segunda mitad de la vida crecemos internamente, nos hacemos menos apegados y menos necesitados de apreciación ajena, somos más sabios en relación a la naturaleza humana. Dejamos de estar atorados y subyugados por preocupaciones inocuas por los errores del pasado o por las inquietudes sobre el futuro. Los ciclos de Urano, Neptuno y Plutón traen cambios profundos en la psique, posibilitando una “verticalización de la conciencia”.
La crisis de los 40 es una iniciación, un verdadero ritual de pasaje, donde exorcizamos ilusiones, vanidades tóxicas, apegos, resquicios de inmadurez, morimos al pasado y nos emancipamos en el amplio sentido de la palabra.
Tereza Kawall
tekav@uol.com.br

 

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