SÉ QUIÉN ERES, DONDE ESTÉS
Un día, cuando iniciaba la recuperación de mi dependencia química, analice la situación de mi vida, mi trabajo y mis relaciones. Nada me parecía estar bien. Una sensación crónica de estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado envolvía todo lo que hacía. Mi vida me parecía una serie continua de errores.
Había oído hablar de un terapeuta brillante, alguien que era verdaderamente eficaz en tratar los problemas del alma.
Yo quería descubrir y resolver lo que ocurría en mi interior más profundo, fuera lo que fuera. Mi problema era que ese terapeuta vivía en un área rural alejada y yo no tenía coche. Necesitaba tomar el autobús. Además el sólo atendía a las personas entre semana. Yo trabajaba de nueve a cinco, de lunes a viernes. Y sus honorarios, aunque muy merecidos, superaban mi presupuesto. De todos modos ahorré lo suficiente para pagar una sesión. Entonces solicité una cita. Estaba muy nerviosa y entusiasmada. Llegó el gran día. Empecé mi serie de recorridos en autobús (tenía que hacer tres transbordos) a partir de las cinco de la tarde en cuanto salí del trabajo. A las siete y media de esa misma tarde llegué al lugar donde ese terapeuta vivía y trabajaba. Estaba exhausta pero feliz cuando por fin me senté frente a ese hombre amoroso que había ayudado a tantas personas a salir adelante con sus vidas.
Con todo detalle, empecé a soltarle lo que ocurría en mi vida. Le expliqué que me encontraba en recuperación, tratando de hacer las cosas correctas, acudiendo a mis grupos de apoyo, ofreciendo disculpas a las personas a las que había herido, pero que de todos modos sentía que nada estaba bien. Una sensación crónica de incomodidad plagaba mi vida, hiciera lo que hiciera. Él escuchó todo lo que le dije: Luego se echó para atrás en su silla. “Melody”, me dijo con voz tranquila y confiada… “¿Sí?”, respondí. “Estás exactamente donde debes estar”.
Ahí terminó la sesión.
Recogí mis cosas, caminé las dos cuadras hasta la parada del autobús y viajé en los diversos autobuses de vuelta a mi pequeño cubículo en un apartamento al sur de Minneapolis.
Esa lección se me grabó para el resto de mi vida. Cuando nada en nuestras vidas parece estar bien, a veces la respuesta no está en hacer más o en buscar con frenesí el milagro que necesitamos.
El milagro llega cuando uno acepta, cree y confía en que lo que somos en este preciso momento es lo que necesitamos ser.
Ahórrate el tiempo, el dinero y el viaje. Sé tu propio gurú.
“Dios, gracias por donde me encuentro hoy. Ayúdame a confiar en que cuando necesite estar en otro lugar, Tú me llevarás suavemente a él”.
