ALGUNAS SUGERENCIAS PARA OBRAR BIEN EN LA VIDA
Llevo ya muchos años en esto de andar por el mundo y tratar de aprender.
He observado algunas cosas que me gustaría compartir contigo, y te las escribo por si acaso te pudieran ser de utilidad.
LAS VERDADES NO SON TAN ROTUNDAS Y DEFINITIVAS COMO APARENTAN
He comprobado que la mayoría de las verdades se acoplan a las personas, porque tienen la posibilidad de ser interpretadas de diferentes modos.
Y he visto que la mayoría de las verdades son mutables, y cambian con el tiempo.
Aquella que en su momento veías con rotundidad, tiempo después va perdiendo fuerza y brillo, y acaba por desaparecer y ser sustituida por otra, actualizada por la experiencia o las vivencias.
Me gusta lo que decía Tony de Mello: “Si aceptáis lo que digo, lo hacéis enteramente a vuestro riesgo, porque yo me reservo el derecho a cambiar de opinión sin previo aviso”.
Por eso es conveniente no ser dogmático, fanático, obsesivo, drástico, rotundo, y es más acertado utilizar los más tolerantes: “creo yo…”, “me parece…”, “supongo…”, “opino…”, “en este momento…”
ES DELICADO AFIRMAR ALGO CON ROTUNDIDAD
Salvo que haya sido una experiencia personal vivida con ecuanimidad y que ha dejado una convicción irrefutable, así que repito lo escrito anteriormente, es mejor usar: “hablando desde mi experiencia personal…”, “por lo que he podido comprobar…”, “por lo que sé hasta ahora…”
EVITAR LA PALABRA CONCLUSIÓN
Decimos a veces: “he llegado a la conclusión…”
Aparenta no tener mucha importancia y es una frase hecha que se repite continuamente, pero se sabe del poder de las palabras, y llegar a una conclusión es “el fin y terminación de algo”.
Si damos algo por finalizado, no permitiremos que ese algo siga evolucionando y creciendo; habremos cerrado la opción de cambiarlo y mejorarlo, porque en nuestro interior es un asunto resuelto y cerraremos las posibilidades de revisión.
Y esto, por lo que sé, no es nada bueno.
Soy más de la opinión de que todas las cosas hay que revisarlas de vez en cuando, actualizarlas,yY dejarlas que estén libres de conclusión para que se sientan en libertad de, por lo menos, contemplar otras posibilidades.
CUIDADO CON LAS GENERALIZACIONES
A veces caemos en el error de creer que el resto de las personas sienten o piensan como nosotros, y a veces confundimos la mayoría con la totalidad, y esto conviene vigilarlo.
Es bueno entender la individualidad –el dicho de “cada uno es como es”-, aceptar que los otros tienen otras razones y otros intereses, y que tal vez LA ÚNICA COINCIDENCIA con el resto de la Humanidad es que vamos a morir.
PACIENCIA
La paciencia es una virtud imprescindible para obrar bien en la vida.
Los creyentes no tendrán ninguna dificultad –o no debieran tenerla- para estar tranquilos y tener paciencia al saberse amados, cuidados y protegidos por Dios.
A cualquier momento malo, o cualquier situación incomprensible, debieran aplicar sin dificultad la paciencia pues saben que es una prueba pero que detrás de ello está Dios para resolverlo finalmente.
Esto, por supuesto, sin olvidar el refrán español: “A Dios rogando, pero con el mazo dando”. O sea, confiar sí, pero no por eso quedarse quieto esperando que la solución aparezca sola.
Tener paciencia no es lo mismo que tener apatía y pereza.
En la paciencia hay una ilusión o una esperanza latentes, atentas, aunque sin prisa, a que algo sucederá cuando llegue su momento; en la apatía y en la pereza, hay desilusión o desgana.
Tener paciencia tampoco es resignación, ni es frustración.
Paciencia es conocer en un lugar muy profundo que sabemos que nunca se equivoca, que tenemos que dar más plazo, que tenemos que aguardar que llegue su momento, como esperan las semillas para germinar o el pan para salir bien del horno.
ACEPTACIÓN
“Las cosas pasan”, esta pequeña frase es el resultado de lo que acordaron los intelectuales que era la única verdad universal.
Y hay que aceptar que las cosas pasen.
Unas son inevitables –sobre todo las que no dependen de nosotros-, y de otras somos responsables directos, tanto por acción como por omisión.
Pero pasan.
Y una vez que han pasado no queda otra que aceptarlas.
Oponerse enrabietados al hecho de que suceda lo que no queremos que suceda no resuelve nada de un modo positivo; más bien al contrario, nos deja una sensación de ira –pero no sabemos contra quien-, de rebeldía –pero no sabemos contra qué-, y una sensación que nos obnubila y nos hace creer, equivocadamente, que “toda” la vida está contra nosotros.
Mejor evitar este proceso, y aceptar.
