APRENDIENDO A DECIR “NO”
Tenemos una época en nuestra vida, cuando somos pequeños, más o menos entre los dos y tres años de edad, que nos produce un placer infinito decir “no” a casi todo; a lo malo, a lo regular, e incluso a lo bueno. Debe ser, simplemente y sin ningún cuestionamiento, que nos apetece ver la cara del resto del mundo cuando decimos un “no” rotundo y sin vacilación. Este período es llamado en psicología “la etapa del no”.
Lamentablemente, pasados los años nos van moldeando de tal manera que aprendemos a decir “sí” a casi todo, tal vez como método de supervivencia.
Sabemos que el “no”, nos genera problemas y reprimendas, así que preferimos decir “sí”, incluso a las cosas que no queremos y a regañadientes, ya sea por quedar bien, por evitar conflictos, o simplemente porque nos falta la fuerza suficiente para dar nuestra opinión en contra, o para negarnos.
Todo esto nos ha llevado por nuestros miedos a tener un “sí” impersonal adherido a nuestra boca casi como una respuesta automática, que al final ha logrado hacer feliz a todo el mundo menos a nosotros mismos.
Nunca faltan aquellas personas que se aprovechan de ese deseo de complacer a nuestros seres queridos para abusar de la buena voluntad, y de una cierta ingenuidad de quien dice a casi todo que “sí”, como muestra de afecto.
Pasados los años ha sido agotador, y destructor de la personalidad ese “complacer” tan fuerte que ha dado como resultado el no saber a lo que se quiere decir “sí” y a lo que realmente se quiere decir “no”.
Gracias a esa sensación de no estar conforme con nada se empieza una investigación y una reeducación hacia el interior de uno mismo, con el fin de descubrir qué es lo que realmente queremos y lo que no queremos.
Un día le pregunté a un amigo mío por qué algunos seres venían a este mundo con mejores herramientas psicológicas para afrontar los problemas de la vida, mientras que a otros les tocaba trabajar mucho consigo mismos para construir las herramientas necesarias para salir adelante. ¿Cuestión de genética?, ¿Cuestión de educación?, ¿Cuestión de suerte, acaso?
Ahora estamos tratando de volver a nuestros dos años de edad, pero ya no nos sale un “no” tan espontáneo como antaño y tenemos que reeducarnos y enseñarnos como a los niños : la “n” con la “o” … NO ¡¡Ánimo, no es tan difícil!!
Aunque parezca simple, y algunas personas no se lo lleguen a imaginar, algunos estamos APRENDIENDO A DECIR NO, ahora como método de supervivencia, porque, aunque no peligra la vida como tal, sí deseamos tener una vida más íntegra y satisfactoria, y trabajamos por ello día a día: por lograr tener la fortaleza de expresar lo que sentimos sinceramente y sin rodeos, y sin temer ser juzgados por los demás y por nosotros mismos tan severamente.
No somos sinceros ni consecuentes con nuestros sentimientos, y no por mala intención sino por miedo: miedo a abrir nuestro corazón y mostrarnos tal como somos, no como los demás quieren vernos ni como queremos ser vistos.
Cuando venzamos ese miedo tan fuerte estaremos sembrando la semilla del auto-descubrimiento, estaremos abriendo la puerta a ese ser que se esconde debajo de las peticiones y los deseos de otros, para encontrarnos con otro distinto: aquel que se expresa desde el fondo de su corazón, que siente y vive de una manera única, y que no es una representación de nada ni de nadie, y estaremos contactando con ese ser único e irrepetible que vive dentro de cada uno de nosotros.
Betty Ortiz
