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 EL CAMINO DE LA FELICIDAD - 1ª parte - Jorge Bucay



Octubre 20, 2012, 06:46:16 am
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EL CAMINO DE LA FELICIDAD - 1ª parte - Jorge Bucay
« en: Octubre 20, 2012, 06:46:16 am »
EL CAMINO DE LA FELICIDAD
Jorge Bucay


Considero que la felicidad está en el camino que se recorre y no en la meta que se alcanza. Comprender que la felicidad no significa alegría constante, me ayudó a confiar más en mi camino. Entender y aceptar que cada una de mis vivencias forma parte del recorrido, me alienta a seguir adelante. Espero que esta recopilación les sirva tanto como a mí. Gracias lectores por seguir acompañándome.



Todos, seguramente, podemos entrenarnos para ser más felices.

Coincido en la propuesta de que ser o no felices parece depender mucho más de nosotros mismos que de los hechos externos.


Sería la suma de tres elementos principales:

Cierto grado de control y conciencia del intercambio entre nosotros y el entorno: No puedo ser feliz si no me doy por enterado de mi activa participación en todo lo que me pasa.

El desarrollo de una actitud mental que nos permita evitar el desaliento: No puedo ser feliz si siempre renuncio al camino ante la primera dificultad.

El trabajo para alcanzar sabiduría: No puedo ser feliz si me refugio en la ignorancia de los que ni siquiera quieren saber que no saben.


La mayoría de las personas hablan de la felicidad como si fuera un sinónimo de estar alegre, y yo estoy seguro de que no es así.


No hay fortaleza mayor que la paciencia. No hay peor aflicción que el odio.

La capacidad para cambiar la perspectiva, es, sin duda, una de las herramientas más efectivas a nuestra disposición.


Los tres pilares de nuestra salud mental: el valor del encuentro, el compromiso y el desapego.


Tanto el amor en cuanto vida, como la pérdida en cuanto muerte, necesitan uno del otro para poder ser.

Cuando abandonamos la dependencia, cuando nos rodea el amor o nos enfrentamos a la idea de la muerte, hay una transformación, una inmensa mutación, un nuevo nacimiento, el parto de un nuevo ser. No se es nunca el mismo otra vez; la conciencia de la autodependencia, la idea de la finitud de las cosas y la inmensidad del amor nos ponen en situaciones límite, ya que son experiencias extremas en las que solemos darnos cuenta de la ausencia total de control externo e interno.


Dice Gurdieff:

Para vivir verdaderamente es necesario renacer.

Para renacer es imprescindible morir.

Y para morir es imprescindible despertar.


Alcanzar la vida plena es la sucesión de varios despertares a los que se llega por vía de lo que hemos llamado, en esta serie, caminos.


Es necesaria la libertad de autodependencia para experimentar el amor.

Es necesario el amor para experimentar el duelo de una pérdida.

Es necesario el dolor de la muerte para superarla.

Es necesario haber pasado por muchas muertes antes de encontrar el camino de la felicidad.

Las dificultades se nos revelan, pues, como etapas positivas de la vida, ya que son ellas las que nos permiten llegar a la felicidad.

A menudo creemos que el conflicto y la frustración significan la pérdida de la felicidad. Pero esto es sólo cierto si se identifica la felicidad como postura infantil de la vida manejada por el deseo de satisfacción infinita del principio del placer. Las pérdidas traen siempre aparejada una crisis en el individuo, pero no necesariamente una pérdida de la felicidad.


El único temor que me gustaría que sintieras frente a un cambio es el de ser incapaz de cambiar con él; creerte atado a lo muerto, seguir con lo anterior, permanecer igual.


Lo único que de verdad tienes, es aquello que no podrías perder en un naufragio.


Si el amor nos ayuda a discriminar el odio, la muerte nos muestra el valor de la vida. La presencia de la muerte nos pone frente a nuestra responsabilidad, que es la de hacer de la vida el sentido mismo de la existencia.


Amor y dolor son en sí mismos la más acabada expresión de la educación que ofrece vivir, son la acción y el efecto, la motivación y el resultado del desarrollo del individuo.


La humanidad tardará mucho o poco tiempo en saberlo, pero tarde o temprano comprenderá que así como el hombre aprende a renunciar a ciertos alimentos que lo dañan, debe también aprender a renunciar a ciertas emociones que lo perjudican.


Ver a los demás con ternura nos permite relajarnos, confiar, sentirnos a gusto y ser más felices.


TODOS SOMOS SEMEJANTES

Por supuesto, somos diferentes, pero estas diferencias no nos separan. Y no sólo no lo hacen, sino que validan el sentido del encuentro y alientan nuestro crecimiento por vía del aprendizaje, dado que sólo se aprende de lo diferente. Con alguien que sólo sepa lo que yo sé y con quien acuerde en cada detalle, podré comunicarme fácilmente, compartir ideas y experiencias, pero poco y nada podré aprender en esa relación.


No hay ninguna felicidad, y de eso estoy seguro, que se pueda obtener del escapar, y mucho menos de huir del pasado.

La felicidad, cualquiera sea nuestra definición, tiene que ver con una postura de compromiso incondicional con la propia vida.


Hay tres posturas respecto a la felicidad:

“La felicidad no existe o no es posible”: De los escépticos irreductibles.

”Existe pero son solamente momentos felices”: De los positivos con limitaciones.

“Existe y se puede conquistar en forma definitiva”: De los optimistas incurables.


En mi opinión, quienes creen que la felicidad consiste en instantes no han podido incorporar todavía el concepto de que incluso los malos momentos forman parte de un fenómeno general, el cuál podría configurar un contexto donde sea posible ser feliz. Encontrar lo bueno dentro de lo malo, por ejemplo, te permitiría casi con seguridad sentirte más feliz incluso en momentos difíciles.


RENDIRSE JAMAS

El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en una acción. El deseo me sirve únicamente en la medida en que se encamine hacia la acción que lo satisfaga. Nuestra mente trabaja en forma constante para transformar cada deseo en alguna acción.

Cada cosa que yo haga y cada cosa que decido dejar de hacer está motivada por un deseo, pueda yo identificarlo o no.

Ser más conscientes de este proceso, es uno de los objetivos de toda psicoterapia. Construir acciones coherentes con estos sueños convertidos en deseos, es la otra. Elegir entre dos acciones posibles, producto de dos deseos contradictorios, es la última y muchas veces la más difícil.


CONDICIONAMIENTOS REACONDICIONADOS

Todos hemos crecido alimentados por una determinada cultura, que si bien no es incuestionable ni lapidaria, funciona como un inevitable condicionante de cómo actuamos, sentimos y pensamos. Es decir, nosotros somos también el resultado de una formación que nos dio la cultura en la que nos movimos.


Muchos de nosotros armamos nuestra identidad, actuando como tarados y escondiendo a los superhéroes que somos. Escondemos nuestra verdadera potencialidad. Escondemos todo aquello de lo cual somos capaces. Y vivimos mostrando nuestra personalidad devaluada, aquella socialmente aceptada, aquella que nos enseñaron a desarrollar, aquella que aprendimos para no tener problemas. Mucho menos hace falta que la virtud sea una manera de ser más. No destacarse también puede ser una virtud.

La mayor virtud de un héroe es la que permite enfrentar las cosas sin tener que hacer el esfuerzo de parecerse a lo que los demás dicen que se debe ser.

El héroe de cada uno de nosotros contiene a la persona que cada uno es y que está orgullosa de ser así. El desafío no es ser otro. El desafío es ser uno mismo.

Siempre me encantó esto de las madres (y los padres) que por un lado te dicen que sos maravilloso y por el otro te cuentan que hacen todo lo que hacen porque quieren que seas alguien. Lo que ella quería decirme con que yo fuera alguien era que fuera alguien que se destaque. Y en esta frase hay que entender la sutileza: el alguien no es importante, lo importante es el que se destaque. Mio fue el trabajo de descubrir con el tiempo que para eso la única forma era competir. Ser alguien era destacarse, y destacarse significaba competir. ¿Con quien? Con todo el mundo. Competir y ganar para ser alguien en la vida.

Vivir de verdad es ser el que verdaderamente soy. Más allá y más acá de quién seas vos y de lo que esperes de mí. Tu presencia me actualiza y me confirma, pero no me define.


Vivir “de verdad” significa, precisamente, dejar atrás todos los personajes que he creado para otros. Abandonar el papel que diseñé para inscribirme en una sociedad determinada. Dejar salir lo que llamo “el yo verdadero”, sinónimo de “el héroe escondido”.


¿Es esto que hago lo que quiero hacer o estoy tratando de complacer a alguien?


Si puedo confiar en que más adelante, a la vuelta de la esquina, aparecerá el que me pueda aceptar, amar y desear tal como soy, nada es dramático. En algún lugar está (el o ella) alguien a quién le encanta que yo sea como soy. Sabiendo que hay alguien en el mundo a quien le encanto así, por qué voy a conformarme con otro (otra) que me dice en qué tengo que cambiar. Pensar que el otro va a cambiar, en verdad, no funciona. Entonces, sería mejor, desde el principio, pensar en estar al lado de otro que me gusta tal como es.


No nos enamoremos del potencial del otro, sino de lo que el otro verdaderamente es. Y mientras estemos juntos, alentémoslo para que lo deje salir cada vez más.


La salud mental siempre implica una actitud empática, cálida y generosa, un sentimiento amoroso, una postura cordial y un accionar solidario. Los vínculos sanos establecidos entre personas sanas indefectiblemente ayudan a recorrer el camino de la felicidad.


Alcanzar la verdadera felicidad exige producir una transformación en las perspectivas, en la forma de pensar, y eso no es tan sencillo. Para ello es preciso aplicar muchos factores diferentes desde distintas direcciones. No se debería tener, por ejemplo, la idea de que sólo existe una clave, un secreto que, si se llega a develar, hará que todo marche bien. Es como cuidar adecuadamente del propio cuerpo, se necesitan diversas vitaminas y nutrientes, no sólo uno o dos. Del mismo modo, para alcanzar la felicidad hay que utilizar una variedad de enfoques y métodos, superar los variados y complejos estados negativos. Podemos cambiar y transformarnos pero sólo a través del entrenamiento. En la práctica budista existen varios métodos para mantener una mente serena cuando sucede algo perturbador. La práctica repetida de ellos nos permite llegar a un punto en el que los efectos negativos de una perturbación no pasen más allá del nivel superficial de nuestra mente, como las olas que agitan la superficie del océano pero que no tienen gran efecto en sus profundidades.

 

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